By Tom-Bueno... fue algo estúpido y de lo más simple. Tampoco creo que merezca la pena contarlo, pero ya que te veo con ganas... - Aaron era alguien curioso. Siempre metía las narices donde no le llamaban simplemente por meter baza. Era de esa clase de niñatos repelentes que nadie quiere cerca, siempre haciéndose el chulo y presumiendo de todo, haciéndolo con tanta naturalidad que parece propio de su misma naturaleza.
Yo sabía que lo era, o al menos con el resto de la pandilla. Conmigo, nunca. No sabía si era porque me tenía miedo o porque me respetaba y creía que era digno de su "real" presencia. En todo caso, no solía hacerse el prepotente delante de mí.
No solía...
-¿Entonces? ¿Por qué Capitán? - íbamos callejeando por la ciudad, de camino a ninguna parte en realidad. Su casa estaba al otro lado de la ciudad y me preguntaba qué pretendía siguiéndome como un perro callejero, pero tampoco es que me importara demasiado su presencia.
-Sucedió cuando cumplí los dieciocho y llegó la puta carta que envía el gobierno exigiendo el servicio militar obligatorio.
-Oh, claro. Eso. Por suerte mi madre sobornó a alguien para que no tuviera que pasar por ahí. - sonreí. Ya empezaba a presumir.
-Yo no tuve tanta suerte, incluso vinieron a buscarme. Estuve mes y medio allí, con Andreas, Ricky, y unos pocos más. Black me había contado muchas mierdas sobre el servicio militar, pero no fue tan duro. Quizás fuera porque yo no soy judío y él sí. - El Príncipe frunció levemente el ceño, reprimiendo las ganas de quejarse. Se había criado en una familia estricta y conservadora, por no decir fascistas y claro, lo que le habían enseñado no era precisamente una gran amplitud de tolerancia hacía ciertas nacionalidades y tendencias sexuales. - En fin, estuve allí mes y medio, hasta que el Capitán de nuestra brigada me pilló un pequeño alijo de maría y me empezó a gritar delante de doscientas personas. Se me puso a dos centímetros de la cara y empezó a gritar y a bañarme con saliva. Fue asqueroso.
-¿Y qué hiciste?
-Me limpié la saliva de la cara con el brazo mientras me seguían sermoneando y gritó: ¿Qué coño haces? ¿Te vas a poner a llorar, nenaza? ¡Alemania no es un país para puta escoria como tú, un puto marica llorón! - Aaron abrió los ojos como platos.
-¿Eso dijo? Y tú... le harías frente ¿No?
-¿Frente? Le saqué siete dientes del puñetazo que le di. Cayó al suelo. Un montón de militares se me echaron encima y me agarraron de brazos y piernas. El Capitán se levantó del suelo, vino hacía mí con la boca sangrando y me pegó un rodillazo en el bajo vientre, cerca de los huevos. Me quedé traspuesto. Luego, me encerraron en una caseta completamente solo y al día siguiente, me echaron del ejército. El Capitán me dijo justo antes de irme de vuelta a casa que si me disculpaba de rodillas públicamente no levantaría cargos contra mí.
-Oh, y supongo que tú... - negué con la cabeza. No es que me sintiera orgulloso, pero tampoco es que me arrepintiera por ello.
-Le rompí la nariz de un cabezazo. - Aaron abrió la boca de par en par, soltando una carcajada estridente.
-¡No puede ser! ¡Joder Tom, eres increíble!
-No lo soy. Cualquier tío de aquí hubiera hecho lo mismo que yo.
-¡Yo no!
-Tú no eres de los nuestros todavía, Príncipe. - siguió carcajeándose unos segundos más, intentando contener la risa floja.
-¿Y por eso te dicen Capitán? Es una pasada de historia.
-Tengo historias peores. - la luna estaba llena. Era la única luz que nos guiaba por los callejones a esas horas de la mañana, porque ¿Cómo iba a haber una solo farola que funcionara entre la escoria de Stuttgart?
Aaron empezó a contarme algo. Algo sobre la mierda que suponía tener que cumplir un servicio militar obligatorio cuando en la mayoría de los países europeos suponía algo voluntario. Pensaba lo mismo que él, pero pronto dejé de escucharle alzando la mirada al cielo, ya que solo veía oscuridad frente a mis narices.
Lo que veía en el cielo era luz. Pequeñas partículas de luz sobre el firmamento oscuro y una gran luna que irradiaba tanta luz que me cegaba.
Las estrellas eran los casi inexistentes puntos de apoyo que me rodeaban en Stuttgart, Guetti, Helem, Andreas, Black, Ricky... pero eran tan pequeños y estaban tan lejos que apenas podía verlos y la verdad, me eran casi indiferentes.
La Luna... la Luna era él.
Recuerdo que estaba caminando por los callejones como ahora, vagando exactamente igual, buscando a Bill. El muy idiota se había ido corriendo después de que yo le rompiera la pierna al capullo que le había dicho maricón a la cara.
No estaba en el coche, Georg y Gustav no lo habían visto, había registrado a fondo el Joriana, por lo tanto, solo me quedaba buscarlo por los alrededores. Y eso hacía.
Eran las dos de la mañana. Recorrí tres manzanas enteras rebuscando incluso en los escondites más improbables y, después de más de dos horas sin oír un puto sonido a parte del chisporroteo de una farola estropeada, algo me hizo dirigirme rumbo a aquel callejón oscuro, completamente sumido en la oscuridad de la noche.
No se veía una jodida mierda. Choqué contra un cubo de basura y oí el maullido de un gato saltar al suelo junto con una lata de plástico duro.
Un sollozo asustado llegó hasta mis oídos desde el fondo del callejón. Ahí estaba él, mi pequeño y asustadizo Muñeco.
Aunque no lo veía con tanta oscuridad, el sonido de su respiración angustiosa me era suficiente. Me detuve en mitad del callejón, con las manos en los bolsillos y miré fijamente hacía la oscuridad.
-¿Te diviertes? - mi Muñeco jadeó. Casi podía imaginarme su tembleque. - Llevo buscándote más de dos horas. ¿Dónde coño estabas? - volvió a soltar un jadeo lastimero. - Oh, pobrecito... qué lástima de Muñeco. El pobre se ha perdido.
-Tom... - sollozó. - ¿Él está bien... snif...?
-¿Él, quién?
-El chico al que... le has roto la pierna... - fruncí el ceño, sin saber cómo tomarme la pregunta, si cabrearme o reírme.
-¿Se supone que eso importa?
-No... para ti no... - noté una leve hinchazón en la frente, señal del arranque de rabia que se me avecinaba. Le pegué una tremenda patada al cubo de la basura que tenía más cercana, volcándolo, emitiendo un ruido difícil de soportar.
Bill sollozó con más fuerza.
-¿¡Pero qué coño te pasa!? ¡Te he defendido! ¡Se supone que deberías estar agradecido! - me adentré en la oscuridad, guiándome mi propia voluntad de encontrarle, palpando a mi alrededor. Oí el sonido de algo arrastrándose por el suelo, un cuerpo que intentaba alejarse de mí y me abalancé sobre él abruptamente, agarrándolo con fuerza. Noté su cuerpo revolverse, intentando escaparse, soltando quejidos agudos. - ¿Acaso hubieras preferido la humillación? Tener que cargar con el peso de no haber tenido los cojones de hacerles frente. ¡Aunque seas maricón, ten un poco de amor propio y orgullo! ¡Eres un hombre, joder!
-¡No lo entiendes, no es por orgullo! ¡Es por el simple hecho de ser una persona! - me dio un codazo en el estómago cuando intenté arrastrarlo hacía la luz, fuera del callejón. - ¡Las personas no se divierten con el dolor ajeno! ¡Tú sí! ¡Eres inhumano y me das miedo! - le solté, dejándolo caer al suelo casi recibiendo un empujón por mi parte.
-¿¡Yo te doy miedo!? ¡Tú no tienes ni zorra idea de lo que es sentir miedo! ¡Lo más cerca que estás de sentir miedo en tu vida es cuando no tienes dinero para comprarte una chaqueta de trescientos euros en el lugar más caro de toda la ciudad! ¡Eres un niñato que no tiene ni puta idea de lo que es la vida más allá de sus putas costumbres de niño mimado al que no le falta de nada! - Bill se encogió sobre el suelo, llorando en silencio.
-No lo entiendes, joder...
-¿No lo entiendo? ¿Qué debería entender? ¿Qué entiendes tú de mí, Bill? Puedes llorar todo lo que quieras y arrastrarte todo lo que quieras como un perro. ¡Por mucho que supliques no vas a hacer que deje de romper huesos a quién se cruce en mi camino!
-¡Y si no fueras tan agresivo no me gustarías tanto, pero no puedes culparme por tener miedo a perderte! - lo cierto es que su chillido me dejó sin argumentos. Bill alzó la cabeza hacía mí todavía en el suelo. Podía ver el resplandor de sus brillantes ojos llorosos mirándome, suplicándome. - ¡Tienes una sangre tan fría que me da miedo que algún día lo rompas todo, te conviertas en un auténtico psicópata y hagas desaparecer de ti todo lo humano que yo puedo querer! ... y yo quiero quererte siempre... snif... - fue entonces cuando me di cuenta de algo. Algo un tanto espeluznante. Algo que siempre acababa pasando con las chicas con las que jugaba en Stuttgart pero que, por alguna razón, no esperaba que pudiera afectar a Bill.
Pero le había afectado y mucho.
Me quería. Vaya... que fallo más tonto...
Y mientras él lloraba, a mí me entró la risa sin saber por qué. Una risa cruel que me salió de dentro y fui incapaz de reprimir. Bill me miró, ladeando la cabeza, con los labios fruncidos, haciendo un puchero demasiado gracioso como para ignorarlo.
-¿Por qué te ríes? - su voz era tan aguda que apenas entendí lo qué me decía. Era como un niño pequeño.
Me acuclillé frente a él, dejando de reír por fin.
-¿No quieres que sea un asesino psicópata que le rompe los huesos a sus víctimas uno a uno mientras están con vida para luego descuartizarlas más fácilmente y comerse sus restos? - Bill se encogió en el suelo, estremeciéndose. Negó con la cabeza fuertemente. - Pues no lo seré. - él pestañeó un poco, parpadeando.
-¿No?
-Si el Muñeco quiere la luna se la traeré, si quieres las estrellas serán para ti, si quieres algo más simple, cualquier cosa, será tuya. Si quieres que no me convierta en un psicópata, no me convertiré... - a Bill le empezó a temblar el labio inferior. Su cara se contraía en pucheritos que no controlaba, sorbiendo por la nariz e intentando controlar las lágrimas.
-¿No romperás más huesos entonces?
-Sólo si es necesario.
-Lo de hoy no era necesario.
-¡Llamó maricón a mi Muñeco! ¡Lo era! - vi cómo se le inflaban las mejillas, avecinándose otro berrinche. - Vale, vale, la próxima vez me estaré quieto... sólo le romperé el pulgar.
-¡Tom, no te burles! - puse los ojos en blanco, sonriendo y sacudiendo la cabeza mientras Bill se levantaba del suelo y se sacudía los pantalones dándose manotazos flojos. Alcé la cabeza dispuesto a levantarme yo también y me crucé con la figura de mi Muñeco perfilada por la luna semillena que se había decidido a entrar en escena. Las facciones de Bill brillaron unos segundos frente a mi rostro, dejándome momentáneamente aturdido contemplando como mi precioso Muñeco brillaba con luz propia. - ¿Nos vamos? - preguntó.
Coño, ¿A quién cojones se le había ocurrido dejar tirado en este infierno a un ángel en brazos de un demonio? Ya tenía que ser cabrón dios como para dejármelo así, sin más, para que me divirtiera. Pobrecito ángel caído.
-No. No nos vamos. - el Muñeco con complejo angelical alzó una ceja, confuso. Cuando me levanté del suelo y lo empujé con mi cuerpo hacía la más profunda oscuridad del callejón, comprendió que había caído en brazos del mismo Lucifer.
Pobrecito...
-Cállate... - Aaron cerró la boca de súbito, pestañeando y deteniéndose a mi lado cuando me vio detener el paso. Alzó una ceja en una expresión jodidamente parecida a la de mi hermanito. - ¿Qué hacías hoy en el club de ambiente con Andreas? - se quedó mudo, subiéndosele un tono rojizo a la cara de golpe.
-Yo... yo... no, no he estado allí... - bajó la mirada. Me situé frente a él, en silencio, asesinándolo con la mirada y al ver que no pensaba responder, golpeé la pared llena de grafittis que tenía a su espalda, acorralándolo con los brazos.
-No me mientas, Príncipe. No estás hablando con Andreas ni Ricky. Yo te romperé la boca si me cabreas. ¿Qué estabas haciendo allí? - él estaba nervioso y no sé porque, yo estaba eufórico.
-Sólo... estaba con Andreas tomando algo. Me invitó allí...
-Ya... tomando algo. - sacudió la cabeza, buscando una salida que no había. - Has esnifado, ¿Verdad? Y puede que alguien te llevara al cuarto oscuro.
-¿Y qué coño te importa?
-Nada. No me importaría nada si no te parecieras tanto a mi hermano gemelo. - Aaron se quedó boquiabierto.
-¿Her-hermano gemelo? No sabía que tuvieras un... un hermano gemelo...
-Pues lo tengo y te pareces a él. Deja de parecerte a él.
-¿Qué?
-Que dejes de parecerte a él. - el Príncipe hizo una mueca consternada. Me recordó tanto a esas muecas que hacía Bill cuando estudiaba psicología y no entendía nada de lo que leía, cuando se daba la vuelta, refunfuñando y me gritaba que dejara de tocar la guitarra, que conmigo al lado no había quien estudiara. Yo dejaba de tocar y él volvía a hundir la cabeza en el libro. Al ver que seguía sin enterarse de nada, volvía a refunfuñar y a gritarme que porque había dejado de tocar la guitarra y así no se enteraba de nada.
Y para que se aclarara, yo le quitaba la silla, él se caía al suelo de culo, yo me sentaba y cuando dejaba de soltar tacos por haberle quitado la silla, me obedecía cuando le decía que tendría que sentarse encima mía si quería sentarse en su silla para "Estudiar".
Él se sentaba, yo le metía mano hasta desabrocharle los pantalones y agarrarle la polla, jugando con ella. Bill gemía y se olvidaba de estudiar y a los cinco minutos, lo tenía medio echado boca abajo sobre el escritorio, con una pierna flexionada sobre este, desnudo, sudado y bien abierto con mi polla dentro de su culo, embistiéndolo como un perro.
Y Aaron estaba poniendo exactamente esa cara, la de Bill en el callejón oscuro, nervioso y asustadizo Muñeco.
Sacudí la cabeza y golpeé de nuevo la pared, haciéndolo encogerse de miedo.
-¡Deja de poner esa cara o te follo, joder! - por fin Aaron clavó la mirada en mí, con la cara descompuesta. Notaba su pecho subir y bajar rápidamente chocando contra el mío. Su respiración agitada y fría me daba de lleno en la cara como si me azotara. Tragó saliva y cerró los ojos, intentando calmarse regularmente o eso creía...
En realidad, se estaba preparando para soltar la bomba que me iba a soltar cuando abrió los ojos de nuevo y bajó la mirada hasta mi entrepierna. Entreabrió los labios, tragando saliva.
-Pues... hazlo... - Vaya con el Principito... ¿O ahora debería decir la Princesita? Negué con la cabeza lentamente, casi por inercia.
-Joder con los maricones. - y de un empujón, lo puse de cara a la pared mientras le bajaba los pantalones. Él no se resistió. Estaba como conteniéndose, nervioso, ansioso y algo asustado. Apoyó las manos en la pared y apretó el cuerpo contra ella, cerrando los ojos con fuerza. Le desabroché el cinturón. No me lo podía creer. Él también... - ¿Pero que os pasa a todos? ¿Tengo escrito en la cara me follo a cualquier maricón gratis en cualquier momento y en cualquier lugar o qué? ¿Por qué todos os empeñáis en venir a por mí? - Tiré de la cinturilla del pantalón y este se deslizó hasta las rodillas junto con el bóxer. Apoyé las manos en la pared, a ambos lados de su cabeza, rozando levemente mi entrepierna con su trasero. - ¿Desde cuando estás tan jodido por mí? - él suspiró con suavidad.
-Yo solo... te he echado de menos, Tom...
-Pues yo a ti no. Ni a ti, ni a Andreas, ni a Ricky, ni a Black... por mí podríais iros al infierno. - saqué un condón del bolsillo y abrí el envoltorio con la boca, bajando los pantalones con la otra mano, agarrándomela y masturbándome con fuerza intentando conseguir una erección.
-¿Por qué dices eso? - murmuró.
-Porque es verdad. Me valéis una mierda. Sois unos muñecos inútiles. - por fin conseguí que mi polla se agrandara, pensando en aquel momento.
Cuando Bill me abrazó en la oscuridad del callejón, con la ropa desordenada y el pelo revuelto, resistiéndose vagamente a mí. Tenía miedo de que alguien nos viera y se quejaba porque olía a meado y a basura.
-Aquí tienen que haber incluso ratas. ¿Y si nos muerden y tienen la rabia? Qué asco, que asco, que asco, que asco... - susurraba sobre mi hombro mientras yo le besaba y le lamía el cuello. Le mordí y se estremeció.
-Las ratas no se acercan. Me tienen miedo... - se relajó.
-Vale... pero agárrame bien. No me sueltes, joder... apriétame con fuerza.
-Entonces tendré que follarte con fuerza.
-Fóllame con fuerza.
-En un callejón oscuro... ¿Cómo una puta?
-Sí... como una puta... como si fuera tu puta...
Aaron sonrió con melancolía contra la pared. Me mordí el labio colocándome para entrar con el condón bien puesto.
Hacerlo con Bill había sido una cosa tan sucia y pura a la vez, que el condón sobraba. Con Aaron era diferente, claro.
-Así que... has conseguido unos muñecos más útiles en Hamburgo... - murmuró. Se la clavé hasta el fondo de golpe, golpeando mi pelvis contra su trasero en un ruido húmedo. Él rechinó los dientes, soltando un jadeo de dolor. Pegué mis labios contra su oído y hablé, claro y conciso, gruñendo como un animal.
-No... ¡Sólo he conseguido uno y no se puede comparar con una mierda como tú!
Me pregunté, ¿Por qué estaba tan furioso mientras metía la polla en caliente y pensaba en esa noche, cuando Bill me dijo que le agarrara fuerte y que no le soltara? Cuando me di cuenta de que ese Muñeco estúpido había decidido quedarse pillado por mí y yo había decidido a mi vez hacer oídos sordos.
-Bill...
-Tom... más despacio... me vas a matar...
-Lo... lo siento... Bill... - Aaron giró la cara. Me miraba fijamente con los dientes apretados, queriendo decir algo, pero sin ser capaz de pronunciar palabra. Apoyé la cabeza en su hombro, con la mirada clavada en el suelo, concentrándome en lo que sentía en la punta de la polla y en imaginarme a Bill, con la ropa descolocada, abrazándome con fuerza, escondiendo la cabeza en mi hombro desnudo, gimiendo mi nombre en mi oído mientras le penetraba como él quería, a su ritmo. Besándome en la boca, con el pelo revuelto y húmedo siendo aplastado entre mis dedos.
De todas formas, a mí nunca me había importado que Bill me quisiera en silencio. Ese era un problema suyo...
-Eres... mi jodido Muñeco precioso... - Aaron gimió.
¿Me seguiría queriendo ahora? Seguramente, no.
By Bill.
Tenía frío.
Notaba las sábanas escurriéndose por mi cuerpo desnudo con lentitud y me estremecí, muerto de frío. Encogí el cuerpo y palpé la cama en busca de algo con lo que taparme justo en el momento en el que las sábanas cayeron al suelo y quedé expuesto a plena luz del día en una habitación que no era la mía.
Me levanté enseguida, somnoliento aún y con el vello de punta. La ventana estaba abierta. Miré el reloj digital que había sobre el escritorio. Las cinco y media... de la tarde.
-¡Joder! - pegué un salto y salí de la cama, buscando mi ropa por la habitación, alterado. ¿Dónde coño estaba Derk? ¿Y si me había dejado solo y desnudo en ese pedazo de mansión? ¿Y si había venido alguien? Peor... ¿Y si su padre, ese pez gordo del gobierno, había vuelto y me pillaba en la cama de su hijo tan pancho después de un polvo? Si fuera una chica, todavía, pero... no creía que se lo tomara demasiado bien, porque sí... Derk, es decir, Derek, es decir, Sparky y yo... lo habíamos hecho. Habíamos follado, echado un polvo, nos habíamos acostado, daba igual como lo dijera, seguía sonando igual de mal y poco creíble.
Había dejado que Sparky... o Derk, como me había pedido que le llamara, me penetrara. Él, que había sido el puto demonio de mi infancia.
Lo cierto es que me lo había esperado diferente. Había esperado que me hiciera daño, que se burlara, que todo fuera una broma y de repente salieran sus colegas del armario haciendo fotos a diestro y siniestro llamándome maricona... pero no había sido así.
Derk había sido bueno... y había disfrutado con él.
Encontré el albornoz blanco encima de la cama, esperándome. Y como no encontraba mi ropa, me lo puse.
Enseguida me di cuenta de que nadie vendría a buscar al polvo del señorito, así que decidí salir por mi propio pie de la enorme habitación y empezar a buscar por la casa.
Si Derek tenía algún problema, que no me hubiera dejado tirado.
Mientras recorría los largos pasillos y abría puertas con cautela y sigilo buscando una cara conocida o, al menos, una cara, empecé a darle vueltas a la cabeza.
¿Qué me traería de bueno lo que había hecho? O, mejor dicho, ¿Qué me traería de malo?
Debía dejar de pensar en las relaciones sexuales como si fueran algo solo propio de una pareja. Yo había sido lo que había sido para Derk, y él había sido exactamente lo mismo para mí y así se quedaría la cosa, como un secreto guardado en un baúl al fondo de nuestra memoria con candado y llave y todo sería como siempre.
Me sentí aliviado por ello, la verdad.
Dudaba que... pudiera mantener una relación seria después de lo que Tom había significado para mí... por muy bueno que Derek hubiera sido conmigo...
-Serás todo un semental entre las chicas, ¿no? - recuerdo la burla, como le sonreí y como él se puso como un tomate. Sparky estaba tan nervioso que le temblaban las manos y no sabía qué hacer, que tocar, dónde acariciar, en qué posición situarse. Más que un chico, parecía que tuviera un androide imposible de comprender entre sus brazos y no supiera cual era el botón que lo activaba.
Estaba encima de mí. Yo acababa de correrme por la mamada. No en su boca, claro, ni en su cara. Pero lo había hecho y él se había puesto más nervioso todavía al verlo. Supuse entonces que no estaba preparado ni mentalizado para ello.
-Dejémoslo. - Sparky frunció el ceño ligeramente, mirándome. - No te gusto y lo entiendo. Déjalo...
-Ya he hecho lo peor que podría haber hecho ¿no? Te la he mamado. A ti, a un marica. Ahora quiero ser yo quien se corra y disfrute. - ensanché la sonrisa. Era tan terco como Tom...
Estiré los brazos a lo ancho de la cama y cerré los ojos.
-Piensa que soy otra persona, si quieres. Piensa que soy una chica o... un Muñeco. Que no tengo vida. Piensa en otra persona que desees...
-Como tú pensando en Tom, ¿no? - enmudecí, sintiéndome dolido, sintiendo una pequeña punzada en el pecho. - Lo siento...
-Da igual. Tienes razón. Estoy pensando en Tom... - aun así, no abrí los ojos, aunque me sintiera molesto, mal conmigo mismo. Aun sabiendo que mi cuerpo desnudo estaba siendo observado por otra persona, me quedé quieto, esperando sentir un movimiento, una caricia, un pellizco, una lamida, no lo sé... algo...
Sentí como Sparky apartaba su cuerpo del mío. Creo que estaba de rodillas entre mis piernas, mirándome. Oí el sonido de piel contra piel. Sparky se estaba acariciando.
-Bill... eres... diferente a como te había imaginado. - oí el murmullo confuso de algo deslizándose por su cuerpo. La cama se movió un poco. Se acababa de quitar el bóxer.
-¿Es que alguna vez me habías imaginado así?
-No... así no. - me mordí el labio, riendo.
-No me dirás ahora que toda tu vida habías soñado con este momento.
-No... te diré que alguna vez se me había pasado por la cabeza como era posible que tu... novio, te follara. - pronunció la palabra novio con mucho cuidado, como temiendo que la simple palabra me pusiera de los nervios. Oí algún que otro suspiro, como su respiración se aceleraba y un suave sonido húmedo que subía y bajaba.
-¿Te estás masturbando?
-Sí...
-¿Te preguntabas como me follaba Tom?
-No... bueno, sí... quizás... - se estaba tocando pensando en mí, observando mi cuerpo postrado frente al suyo y eso me hizo sonreír, recuperar algo de confianza en mi mismo, sintiéndome deseado.
-Tom era muy bueno haciéndolo. No tenía compasión. Daba igual el lugar, el momento, las circunstancias... me cogía... y... - suspiré, frunciendo un poco el ceño. Sparky me estaba tocando, con mucha lentitud, con miedo y nerviosismo, pero lo hacía. Apoyó una mano en mi cintura, subiendo hacía arriba acariciándome el costado. Sus manos eran suaves, no callosas y bastas como las de Tom.
Y aun así, prefería las de Tom...
-¿Y...? - estaba seguro de que se seguía masturbando sobre mí. Su mano subió hasta mi cuello y empezó a descender por mi pecho, provocándome escalofríos. Sentí una ligera presión en uno de mis pezones, no sabría decir cual... y empecé a ponerme irremediablemente duro.
-Tom... siempre ha sido tan basto.
-¿Basto? - sentí sus dedos clavándose en mi ingle. Suspiré y eché la cabeza hacía atrás, apretando los ojos.
-Lo que tú estás haciendo ahora... tocarme como si fuera de cristal... él no solía hacerlo muy a menudo. - su mano se detuvo sobre mi bajo vientre.
-¿Te molesta que lo haga?
-N-no... está bien... me gusta...
-Eres muy activo, ¿no? Tú nunca tendrás problemas de erección. - sonreí. Apenas me había tocado, pero sólo con imaginarme la escena y hablar de lo que Tom me hacía cuando estaba a mi lado, me había excitado y había vuelto a empalmarme. Tom también lo decía a menudo. Se quejaba porque él no pasaba de las cuatro veces por día y yo no tenía límite. Era una constante máquina de follar.
-Bill, abre los ojos y muévete. No quiero hacerlo con un Muñeco sin vida. - tomé aire y abrí los ojos, sin saber con qué me iba a encontrar. Por un momento pensé que estaría atado de pies y manos, siendo observado por un montón de ojos burlones que se reirían de mí, me humillarían y me gravarían en video para luego amenazarme con colgarlo en una página web o algo parecido... no era la primera vez que Sparky y sus colegas me hacían fotos en el vestuario después de rajarme la ropa mientras yo nadaba tranquilamente en la piscina del club.
Pero cuando abrí los ojos solo encontré la mirada clara de Sparky sobre la mía y su cuerpo desnudo por fin inclinado sobre mí.
Miré hacia abajo. La tenía grande y dura. Iba a doler.
-Joder... ¿Tienes condones?
-Hum... sí...- se echó a un lado de la cama, buscándolos en el mueble de noche.
-¿Te lo pones tú o te lo pongo yo?
-¿Lo hacías con condones con Tom? - alcé una ceja, sin comprender a que venía la pregunta.
-No. Con Tom no... - Sparky se dejó caer de espaldas sobre la cama, mirándome mientras abría el sobre del condón con los dientes. Me levanté un poco y recorrí su cuerpo con la mirada de arriba abajo, observando de pasada como se colocaba el preservativo en la punta de la polla y tiraba. Bufé. Tenía un cuerpo de escándalo. Tenía que hacer algún deporte por huevos. Me imaginé su cuerpo sobre el mío, siendo agarrado y constantemente rozado por esos pedazos de músculos. Siendo tocado y profanado. Sodomizado. Con fuerza.
Sí, Tom... con más fuerza.
-¿Tienes lubricante?
-No. Eso no...
-Joder, pues me vas a matar con ese pedazo de verga... - le acaricié el pecho un poco, mirándole a la cara para ver su reacción. Parecía tranquilo, observándome en silencio. Bajé un poco la mano por el bajo vientre. Sparky sonrió.
-¿Me la quieres tocar?
-Sí...
-No voy a morderte. - repitió las mismas palabras que yo le había dicho hacía un rato. Me di cuenta de que el que ahora estaba nervioso era yo.
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Muñeco Abandonado Segunda Temporada - By Sarae.
FanficBill Kaulitz había renacido y a partir de entonces, viviría un futuro elegido por él, sin barreras. A partir de entonces, tomaría sus propias decisiones y seguiría sus propios criterios. A partir de entonces, yo, el nuevo Bill, sería feliz... Pero...