La seguí con la mirada. Su increíble melena pelirroja le caía tras la espalda, formando ondas malditamente perfectas, que contrastaban con su figura delgada y frágil.
Quizás permanecí demasiado tiempo observándola, pero cada vez que lo hacía descubría algo nuevo que hacía que toda ella me gustase más. Su actitud era tan misteriosa que me obsesionaba casi de manera insana, e incluso cuando desapareció tras la puerta, no pude dejar de pensar en ella.
Me había sorprendido su visita, aunque de una forma u otra, sabía que acabaríamos encontrándonos de nuevo. Por eso, cuando la había visto aparecer, ya había comprendido qué estaba buscando.
No paraba de pensar en la noche anterior, la imagen de su hermana escondida en el armario y cómo gritaba asustada a pesar de no poder oírse no salía de mi cabeza.
Qué injusta es la vida, unos nos quejábamos por verdaderas mierdas mientras otros, como esta niña tan pequeña, vivían infiernos como ese y aún así eran felices.
¿Qué habría pasado si no hubiese aparecido?
¿La habrían dejado morir?
Ese pensamiento me oprimió el corazón.
Eché una visual por todo mi cuerpo. Cada herida, cada venda, cada gota de sudor, de sangre... ¿Era lo que merecía?
De nuevo, sentí ese dolor ya familiar en mi antebrazo. ¿Algún día desaparecerían? Las cicatrices podrían durar toda la vida, y realmente no tenía muy claro si quería que desapareciesen.Esos centímetros de piel estriada, suave y blanquecina eran un constante recuerdo de la noche del accidente, pero también un recuerdo recurrente de mi hermana, y eso no era algo que quisiera olvidar.
— ¡Cariño! ¿Qué tal estás? —mi madre apareció por la puerta, seguida de papá y Mason.Me costó unos segundos de más formular una respuesta, mi mente continuaba perdida entre miles de recuerdos. Opté por asentir con la cabeza.
Mi madre se colocó a mi lado y me llamó la atención su desmejorada apariencia. Siempre iba arreglada, se preocupaba por su peinado, su actitud, y nunca abandonaba la sonrisa, pero ahora... Parecía incluso que en su rostro habían aparecido más arrugas, e incluso ojeras.
—Mamá, yo...
Su llanto me cortó.
— ¿Qué hubiera pasado si no llegas a salir, Matt? —me clavó la mirada, sus ojos estaban hinchados y me dieron a entender que no era la primera vez que lloraba, puede que incluso llevase así toda la noche.
—No pasó.
—¿Pero y si sí, Matt? —me perforó con su voz ahogada pero furiosa, como si quisiera gritarme, pero no fuese capaz— ¿Sabes lo que supone para una madre enterrar a un hijo?
No supe que responder. Bajé la mirada mientras trataba de tragarme el denso nudo que comenzaba a formarse en mi garganta y me apretaba el brazo en un intento de olvidarme de la quemazón.
—No quisiera enterrar a dos.
—Lo siento —murmuré tras levantar la cabeza y observar a mi padre, sosteniendo a mi hermano pequeño en brazos, que apoyaba la cabeza en su hombro luchando contra el sueño—. Mi intención no había sido esta... —repasé mi estado con los ojos, centrando la atención de mis padres también en mi cuerpo.
— ¿Y qué pretendías entonces?
—Se lo debía.
— ¿A quién? —mi madre me clavó la mirada de nuevo, fulminando antes a mi padre, que continuaba al margen.
—Ya lo sabes. —bajé considerablemente el tono de voz.
—Evie ya no está, Matt —la repentina potencia de sus palabras me sobresaltó —. Han pasado tres años, va siendo hora de que lo asumas, como hemos hecho todos.
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Armadura de Clave |EN AMAZON| ✔️
Romance«Hay quien arroja un vidrio roto sobre la playa. Pero hay quien se agacha a recogerlo.» José Narosky. Dejando atrás las transitadas calles de Irlanda, Billie lucha por encontrar paz después de haber sido consumida por el dolor y la pérdida. Atrapada...