39. Matt

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Tanteé el colchón con los ojos cerrados, el sonido de mi móvil me despertó y tardé unos segundos en ser consciente de dónde me encontraba.

—Bi... —la zarandeé suavemente— Almendra...

—Mhm...

El sonido del móvil se me había incrustado en los oídos, resultándome tremendamente desagradable, pero seguía sin encontrarlo, la habitación estaba a oscuras por lo que era imposible ver nada.
Estaba tumbado boca arriba y Billie dormía sobre mi pecho, cubierta con la sábana hasta la mitad de la espalda.

—Bi... tengo que levantarme.

Moví su cuerpo con cuidado hasta liberarme y ella se removió, molesta, cubriéndose la cabeza con la almohada en un intento de aislarse del penetrante tono de llamada.

Me froté los ojos, que comenzaban a adaptarse a la oscuridad, y localicé mi camiseta en el suelo. Mi móvil estaba tirado al lado y volvía a vibrar después de unos segundos de silencio.
Me cubrí el torso con la ropa y descolgué el teléfono con desgana.

— ¿Sí? —la voz me salió más ronca de lo habitual.

— ¡Matt, dónde coño te metes!

— ¿Mhm...?

—Tío, llevamos horas buscándote.

— ¿Dev? ¿Qué hora es?

— ¡Las 7:00!

—Ey... no me grites —me quejé, con la voz todavía dormida—. Estaba durmiendo.

— ¿Estás con ella?

— ¿Eh?

—Qué si estás con Billie, Matt... espabila.

Miré a mi espalda y la observé: continuaba en la misma posición, tumbada de espaldas, completamente desnuda y con la cabeza bajo el almohadón.

—Sí... —sonreí, recordando nuestro último momento juntos.

— ¿Dónde estáis? —preguntó alterado.

—En una habitación...

Dejé de oír su voz al otro lado y por un momento creí que me había colgado, pero su suspiró me confirmó que seguía ahí.

—Prefiero no preguntar... —ironizó, y volvió a suspirar después de oír mi risa— ¿Sigues en la fraternidad?

Miré a mi alrededor, aunque no sirvió de mucho porque todo estaba en penumbra.

—Em... ¿Sí?

—Buah... menos mal que no bebes.

Puse los ojos en blanco.

—Esperad ahí. —dijo por última vez, y colgó.

Gilipollas...

Encendí la luz y recogí la ropa del suelo. Billie gruñó, removiéndose, molesta por el cambio repentino de iluminación.

—Almendra, vístete —le lancé su ropa—. Devon viene a recogernos.

— ¿Qué hora es? —murmuró, incorporándose.

—Las siete... creo.

— ¡¿Las siete?! — se incorporó de un salto, sin siquiera ser consciente de que no llevaba ropa, y localizó su móvil ente las sábanas. —La abuela me mata...

—No te preocupes por eso ahora —le dije, dando un salto hasta subirme los pantalones—. Vístete, Devon nos lleva a casa.
Billie reparó en su cuerpo, completamente desnudo, y su cara cambió de color. La miré con una sonrisa y se cubrió rápidamente con la sábana.

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