He tardado casi dos semanas pero ya puedo decir que he acabado la mudanza. Me ha costado más de la cuenta, a medida que abría una caja comenzaba un duro debate interno de que hacer con esas cosas. Me pasé veinte minutos mirando una torre de revistas viejas, eran uno de esos objetos cargados de simbolismo pero que no son nada prácticos a la hora de guardarlos. En casa teníamos nuestras costumbres, por ejemplo; mi madre solía ir al estanco conmigo y comprar semanalmente una de esas revistas. Le encantaba que leyéramos el horóscopo punto por punto y descubrir si habían acertado. Ver esos papeles viejos me llena de nostalgia, ya han pasado años, y la sigo echando tanto de menos como el primer día en que su cuerpo no aguantó más y se fue a beber vinitos con los de arriba. Así lo llamaba ella, cuando se enteró de que su cáncer había vuelto. Algunas tardes en las que yo le preguntaba que pasaría conmigo cuando ella muriera, me abrazaba y me susurraba de la forma más dulce que decir la palabra muerte estaba lleno de connotaciones negativas, que si ella dejaba este mundo donde yo me encontraba, era porque en el cielo había gente esperándola para tomarse unos vinitos y aliviar su dolor. Yo con mis quince años sonreía, ya que siempre ella acababa la frase haciéndose la borracha.Huelga decir que las revistas se quedaron en la estantería de libros.
Hace tres días organizaron el acto oficial de entrega de las casas. Esperaron a que estuviéramos completamente instalados para hacer un reportaje donde nos hacían entrevistas, videos y varias fotos. María se encargó de todo de manera muy profesional, casi ni me sentí incomoda, casi, por que la verdad que no me apetecía nada hacerla. Pero siendo su proyecto y teniendo en cuenta el cariño que le estaba cogiendo, me fue imposible negarme.
Después de las entrevistas individuales nos juntaron a todos en la casa de María, tenía un patio interior precioso lleno de flores y una luz perfecta para la grabación, esas fueron sus palabras. El ambiente fue muy distendido, gracias a eso conseguí relajarme lo justo como para poder conocer al resto de los nuevos habitantes.
A los primeros que conocí fueron a Diego y Pablo, dos mellizos de seis años dignos de ser llamados, fuerzas de la naturaleza. Con solo verlos yo ya estaba cansada, no paraban de examinar, tocar, saltar y escalar cualquier superficie. Esos torrentes de energía ilimitada eran contenidos por dos mujeres la mar de simpáticas y amables. Fiorella y Rocío, sus madres, las cuales gestionaban las crisis con paciencia y cariño. Con tan solo decir, con la más absoluta amabilidad, sus nombres ellos volvían a su lado sonrientes y alegres. Aunque no quita que rechistaran ya que querían seguir jugando. Una de las veces que tuvieron que ejercer esos superpoderes yo estuve involucrada y fue el momento en que nos conocimos.
Nunca he sido persona de niños, digamos que mi instinto maternal estaba debajo de metros y metros de ansiedad y estrés. Es gracioso por que si he de ser honesta, prefiero pasar horas pintando en un papel con esos pequeños seres antes que mantener una conversación trascendental sobre los programas de la televisión del momento o sobre la política. Los adultos mentimos mucho, somos cínicos y egoístas, las conversaciones solo giran entorno a el yo. Aunque en casa de María no se respiraba ese tipo de ambiente, no pude evitar obviar las charlas que allí se mantenían. Mi vista comenzó a deambular por la estancia hasta que se fijó en los dos niños, a los que se les notaba que estaban sumamente aburridos de esperar y entre ellos habían decidido comenzar una aventura. Los veía hablar y señalar algo aunque yo no llegaba a ver el qué, hasta que fue tarde. Rápidos como solo unos pequeños de esa edad pueden ser, se habían teletransportado junto a la mesa de los cafés y en un visto y no visto junto a algún tipo de magia infantil habían conseguido un vaso con café. El lado positivo es que no acabó en sus barriguitas, el negativo es que yo acabé con los pantalones manchados.
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El despertar de Clara (#ONC2024)
ChickLitDespués de haber sufrido un grave accidente, Clara, esta desconectada del mundo. Necesita un cambio y el anuncio que tiene entre las manos puede ser esa oportunidad. Vivir en un pequeño pueblo la hará reconectar con la naturaleza y posiblemente cons...