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Su mirada se posó, inmóvil, en el delicado racimo de margaritas que descansaba sobre la mesa, convirtiéndose en el foco de todas las miradas

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Su mirada se posó, inmóvil, en el delicado racimo de margaritas que descansaba sobre la mesa, convirtiéndose en el foco de todas las miradas.

Era imposible resistirse al dulce perfume que desprendían, un aroma que infundía paz a cualquiera que lo percibiera.

Satoshi, sentado frente a la mesa, las contemplaba con una mezcla de curiosidad y una leve molestia, especialmente al notar el nombre de Gou escrito en un diminuto papel.

—Son hermosas —comentó Gou con una sonrisa genuina, tomando el racimo entre sus manos y llevándolo hacia su rostro—. Huelen bien —añadió con una sonrisa, mientras extraía la nota oculta entre las flores.

—¿Quién las ha enviado? —inquirió el azabache con un tono serio.

Examiné la pequeña tarjeta, volteándola por ambos lados, pero solo encontré mi nombre escrito en ella. En ese instante, la imagen de Satoshi inundó mi mente.

Aunque para el azabache las mentiras no eran lo suyo, nuestra relación había florecido notablemente desde su declaración de amor, a pesar de haber acordado que seríamos novios hasta alcanzar la mayoría de edad.

Por encima de todo, no deseaba que Satoshi enfrentara peligros nuevamente. La calma actual me resultaba inquietante. Necesitaba fortalecer mi vínculo con Koharu y evitar que cometiera errores que pudieran afectar su vida, y en cuanto a Serena...

—¿Gou? —la voz de Satoshi me sacó de mis pensamientos. Volví en mí, clavando mi mirada en él—. ¿Por qué lloras? —preguntó, señalando mis ojos.

Tomé una profunda respiración y sequé mis lágrimas con rapidez, intentando calmarme.

—Es que... huelen tan bien —respondí, señalando las margaritas—. Además, este clima me trae tantos recuerdos —me acerqué a una ventana cercana y observé cómo las nubes negras se acumulaban en el cielo, presagio de la tormenta que se avecinaba.

Satoshi, escéptico ante mi explicación, se unió a mí junto a la ventana.

—Es la quinta vez esta semana —comentó con un gesto de aburrimiento—. ¿Por qué llueve tanto? —preguntó, apoyando su frente contra el cristal.

—No estoy seguro, quizás sea la temporada de lluvias —respondí, encogiéndome de hombros y colocando el racimo de margaritas en un jarrón lleno de agua.

Satoshi lanzó una mirada furtiva hacia las flores, su atención fue capturada por ese aroma característico que reconocía al instante. Quizás Gou ignoraba el remitente, pero el joven de cabellos oscuros ya sospechaba quién podía ser.

No era la primera vez que Gou recibía tales obsequios.

En las últimas dos semanas, cartas, flores y pequeños detalles habían surgido como por arte de magia, todos dirigidos a él.

El dilema estaba en que ninguno de esos presentes revelaba la identidad de la persona que enviaba los detalles.

Satoshi se sentía incómodo, aunque no quería admitirlo. La idea de que alguien más intentará conquistar al chico que le gustaba no le hacía ninguna gracia.

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⏰ Última actualización: May 30 ⏰

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Un Amor Eterno | Trilogía 3 | Satogou Donde viven las historias. Descúbrelo ahora