Capítulo 8

20 5 2
                                    

La verdadera razón por la que estoy aquí.


____ Lémieux.

Tras decir eso la mesa se envolvió en un gran silencio, Aidan ni siquiera me miró, contrario de eso, compartió miradas con Melvin, miradas cómplices. Los observe con los ojos estrechos, no me generaba nada de confianza lo que dijo que conocía como el hermano de mi secuestrador.

Ahora me encontraba realmente confundida, ni siquiera me moleste en comer. No sabía si aquel tipo de ojos verdes como los de Aidan había mentido, después de todo había dicho bastantes disparates en lo poco que llevo conociéndolo.

¿Cuñada? ¿A qué se refería con eso? Mi mirada estaba puesta en Aidan, solo mirándolo mientras él parecía ignorarme.

Comía en silencio, quise incluso buscar preguntas de Melvin, el supuesto consejero real, pero también estaba con la vista puesta en la comida.

Sabía que si quería respuestas las debía obtener de él. De una vez saber porqué rayos me trajo aquí, antes pensé que era para en un futuro chantajear a mi padre, pero ahora empiezo a tener mis dudas.

La cena terminó, Klaus se despidió de cada uno de una dándonos la mano como si se fuera a ir de la nación, posteriormente lo hizo también Melvin antes de que pudiera hacerle preguntas y al final sólo quedó ese ojiverde de mirada gélida y frívola, que se levantó dispuesto a irse ignorandome de nuevo. Pero esta vez no lo voy a permitir. Me levante de mi lugar y lo seguí.

—Quiero respuestas —exigí tratando de seguirle el pasó—. Creo que ya fue suficiente de hacerse el desentendido como si no hubiera hecho nada —reclamé tratando de ser firme.

Atravesamos las puertas que fueran abiertas automáticamente apenas él pasaba. Seguía con la mirada al frente, sus pasos eran imponentes, veía como cada guardia o doncella se reverenciaba apenas lo veía acercarse o caminar por ese pasillo.

Pero ahora mismo su poder, lo imponente que resultaba o que parecía robarse la atención por donde vaya, no importaba.

Estaba desconcertada. Confundida y harta.

—Vete a tu habitación, no me apetece tener que oír tus estúpidas quejas —se jacto sin siquiera dirigirme la mirada, frío y distante, me sentí realmente indignada.

No deje de seguirlo, o bueno, tratar de hacerlo, porque un paso suyo eran como dos míos. Él parecía estar tan tranquilo y ahora mismo quería quitarle esa tranquilidad.

—N-no me iré... —murmure tratando de sonar lo más decidida posible, no era buena siendo dura y esperaba que él no lo notará—. Quiero saber a qué se refería él cuando me llamó cuñada —repetí y no sé cómo, logré alcanzarlo hasta plantarme frente a él.

Se vio obligado a detener su paso al tenerme en frente, bajo su mirada hacia mí, tan verdosa y fría como siempre, por un momento flaquée al tenerlo en frente, pero me obligue a mantenerme en mi lugar.

Trague saliva, él tenía el ceño fruncido observándome con desagrado, como si fuera una piedra en su zapato... Y así me sentía ahora mismo...

—Qué lástima que no se consigue todo lo que se quiere en esta vida... A menos que seas yo, claro —sonrío con arrogancia y frialdad antes de hacerme a un lado y pasar de mí.

La Ocuridad Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora