Tom y la chica fueron a hacer los datos, tomar su firma junto con algunas preguntas. Yo seguía subido en el auto imaginando las escenas más sucias entre los dos en los asientos de atrás.
Dios mío.
Debo dejar de pensarlo demasiado porque voy a tener una jodida erección y en este momento no es buena amiga.
Agh.— Bill, necesitan tu firma para que quedes de garante porque le dije que pagaríamos entre los dos.
— Ah, está bien. — me bajé del auto con su ayuda, caminamos hasta donde estaba la señorita muy feliz con su venta.
— Aquí, por favor. — tomé el esfero y firmé en la pantallita que mostraba, también le puse mi número de cédula más abajo y estaba listo. — Mañana nosotros les entregamos el auto con su respectiva placa, documentos, matricula y es todo suyo.
No dormiría porque estaba ansioso de tenerlo con nosotros.
— Tiene cinco años de garantía igual en caso de algún desperfecto de fabrica, nos haremos responsables de ello.
— Joder. — mordí mi labio inferior, entrelacé mi mano con la de Tom con fuerza. — ¿A que hora venimos por el?
— Mañana en la mañana ya está listo. Gracias por confiar en nosotros. — me devolvió la tarjeta, un recibo y salímos de ahí contentos.
— ¿Feliz?
— Demasiado. — besó mis labios mientras caminabamos ahora a buscar su trabajo. — No sabes lo feliz que me sentí de poder hacer estas cositas con la persona que amo.
— Me siento igual, cielo. Se siente demasiado bien. — otro beso empalagoso y seguíamos andando hasta el centro de la ciudad. Recuerdo que Laila me dijo que era el único taller en el centro y que Tom ya estaba recomendado ahí, que solo tenía que ir, presentarse y ya.
Se nos hizo un poco confuso porque ni siquiera sabía donde estabamos parados. De por si nos tocó coger un taxi, realmente contabamos con el auto para poder ir.
Agh.
— Servidos.
— ¿Cuanto es?
— Cinco dólares. — Tom sacó un billete y le pagó. Agradecimos antes de bajarnos al famoso taller llamado "El centro de la ciudad" había un monton de autos esperando y seguramente Tom tendrá mucho trabajo que no le va a dar tiempo para nada.
— Mierda. — sonrió. — Esto es el paraiso, Bill.
— Buenos días, ¿en qué les puedo ayudar?
— Buscamos al dueño, ¿lo puede llamar? — el chico asintió con una sonrisa y corrió a llamar a un señor pelirrojo de estatura promedio.
— Bill, ¿te he dicho lo sensual que se oye tu voz hablando inglés? — mordió su labio inferior y me tocó la nalga de manera disimulada, estaba que el pene se me ponía duro de la emoción.
Uh.
— Buenos días. — estrechamos las manos de manera amable con el tipo. — Tom Kaulitz, ¿cierto? — mi novio asentía con una sonrisa perfecta. — Soy Christopher Starkey, te estaba esperando. Laila me contó que ya eres graduado en esto y tienes experiencia, no me queda de otra más que hacer la prueba y el trabajo es todo tuyo. Puedes empezar ahora si quieres, como ves tenemos muchos clientes y necesitamos de trabajadores que sepan desenvolverse. El sueldo que ganas aquí cada mes es de cinco mil quinientos treinta dolares como mínimo trabajamos para los duros de los Angeles pero creeme que nuestro trabajo vale la pena, a si que... tu decides.
Tom me miró a mi en modo de reproche.
— Cariño, no tengo problema en que comiences con tu trabajo hoy. Yo me encargaré de seguir arreglando las cosas.