Abrí los ojos en grande, me levanté de golpe de la cama, agarré la almohada y le lancé a donde vaya. Me escandalicé enteramente.
— ¡No! ¿¡Cómo se te ocurre decir eso, idiota!?
— ¡Es que dices antojos! — comentó cagado de la risa. — ¿¡Qué quieres que piense!?
— ¡En traer lo que quiero! — de pronto dejó de reir, agarró una maleta y comenzó a guardar su ropa. Fruncí el ceño mientras cruzaba los brazos sin entender lo que hacía. Cerró la maleta y se acercó a darme un beso en la mejilla.
— Bill, cariño. ¿Ya regreso, sí? Voy a comprar los cigarros.
— ¿Qué?
— No tardaré. — salió del departamento con la maleta, luego volvió a entrar. Estallé a carcajadas mientras lo veía regresar con su maleta. Tom era un dramático total. Rió junto conmigo igual de escandaloso mientras dejaba la maleta de lado. — No puedo hacerlo, soy un padre responsable.
— ¡No sigas bromeando con eso!
— ¿Por qué? Hasta ya pensé los nombres, si es niño se va a llamar como yo y si es niña Billa.
— ¡Basta, Tom! — me metí bajo las cobijas resabiado. — ¡Odio a los niños! — el seguía riendo con ganas, no le dije nada más. Apreté los ojos, todavía quería seguir disfrutando de mi juventud y vivir mi romance adolescente, los bebés no estaban en mis planes.
Puagh.
Luego de media hora Tom volvió a mi, quitó las cobijas de mi cuerpo. Entrecerré los ojos por la molesta luz del foco y me senté. La molestia no se me iba.
— ¿Estás enojado? — no le respondí. Ignoré la mano que me extendía, volví a taparme con las cobijas pero otra vez me jaló para destaparme. — Bill.
— Tom. — suspiré irritado. — En caso de que yo esté embarazado, ¿me seguirías queriendo?
— No, que horror. Nuestro hijo sería una abominación y yo hijos feos no quiero. — levanté las cejas dolido, asentía con la cabeza mientras caminaba al baño a encerrarme y sentarme en el inodoro.
Que no me quería dijo.
— ¿En serio, Billy? — reía mientras golpeaba la puerta del baño. — Solo juego una broma, no te pongas así. Si es que llegas a quedar embarazado te voy a amar a ti y a nuestro feo hijo.
Esta vez reí disimuladamente para que no me oiga.
— Sal de ahí, cariño.
— No, tu dijiste que no me querías.
— Es cierto, no te quiero. — hubo un silencio incómodo para mí. — Te amo. — con eso fue más que suficiente para que deje el show y salga del baño. Me recibió con un abrazo dulce, una sonrisa matadora y encantadora... — Compré lo que pediste, no sabes lo dificil que fue encontrarlo hasta que se me ocurrió la idea de comprar las cosas en el supermercado para prepararlos en casa.
— Mierda, Tom. — le dí un beso en la boca y caminé a la cocina para lavarme las manos. Revisé en la funda una bolsa de crepas, un tarrito de nutella, fresas, bananas, helado de vainilla y crema chantillí.
Maldita Chantillí.
— La crema es para que me chupes el pene no para las crepas. — regresé a verlo con el rostro encendido y una sonrisa media traviesa. — Presta para acá. — me quitó la crema para guardarla en la alacena junto con el área de dulces que creamos.
Él también se lavó las manos para ayudarme a picar las frutas con otro cuchillo y poder preparar uno de mis antojos casi diez de la noche.
No quería ser exagerado pero le puse una cantidad grotesca a mi crepa de todo y me la comí con muchas ganas. A mi estómago le sentó muy delicioso lo que hizo que prepare otra de igual forma y la coma.