Capítulo 10 Nunca nos terminamos de conocer

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Narra Débora

-¿No te parece que este vestido es demasiado para una salida de "chicas"? Sin contar que somos mujeres grandes ya, somos madres... No podemos ir a salida de chicas a esta altura.- Me veía en el espejo y no es que me desagradara la imagen que este me devolvía. Pero no era yo. 

Tenía detrás mío a Romana, Tomoyo y Talia analizándome como si fuera una especie de experimento social y artístico para ellas. 

- Creo que le falta maquillaje. Un poco mas de color- dijo Toyo

- No, siempre menos es más.- refutó Romana

-  Esta como muy al natural...- se quejó la mas jovencita.

- ¿De verdad eres de Japón, donde quedaron los principios del naturismo?- se giró Romana hacia Tomoyo, totalmente decepcionada del "mal gusto" de la menor de las esposas. 

- Eso es un prejuicio, que los Japoneses y Chinos somos fan de la naturaleza y el confusionismo. Es una fachada, un cuento que se comen ustedes los occidentales. Considerando lo hiperindustrializados que están ambos países y la contaminación atmosférica, en Tokio no se puede respirar literalmente. Y somos los numero uno en producción de la industria cosmética que los Latinos consumen, por cierto.- defendió su postura casi indignada. 

Escuchaba a Toyo discutir con Romana, hasta que esta última le dio la razón. El argumento era lógico. Lo que no era lógico era arreglarme tanto para salir a tomar un café con Roma y Toyo a un bar "cubano" para mujeres, del cual jamás había escuchado hablar. Según ellas teníamos el permiso de Jabín, lo cual no era del todo inverosímil porque nuestro marido es el mas excéntrico de la familia. Igual me parecía todo muy extraño. 

- Miren chicas, no se.... yo... mmm...- las interrumpí

-¿No te gusta como te hemos arreglado?- preguntó Romana

- Te dije que le faltaba maquillaje.- insistió Toyo.

- No, no es eso. Quizás deban ustedes salir. Hablaré con Jabín para que les de permiso de ir solas. Y yo me quedo cuidando de los niños con Talia. 

-¡No!- gritaron las tres al unísono.

- A ver, corazona, mi reinita si nos vamos entendiendo. Aquí la que necesita desconectarse y rumbear  eres tú mi vida. Esa cuerpa tuya necesita esta noche un... una buena batidita. Eh?- Talia me hablaba cara a cara, sujetándome de los hombros con fuerza. No le entendí ni la mitad de las palabras que uso. Pero Romana dijo que "Talia decía la verdad". Y supongo que si son mas las que opinan así... ¿Tendrán razón ellas y no yo? 

- Bueno, esta bien. Pero el cabello suelto me resulta incomodo. Podemos sujetarlo...

- Se te luce mas así...- suspiró cansina

- Pero que dices Tomoyo, si da igual si llevaremos velo. ¿o no, chicas?.- mire la cara de las latinas que estaba pálida y Talia le dio un manotazo en la nuca a Tomoyo. Eso sí que no me lo esperaba. 

- ¡Recuerda que es un bar de mujeres, solamente, podremos sacarnos el velo!- nos recordó Romana. 

- "Auch"- se sobo el golpe. Mientras Romana me volvía a sentar frente a su tocador. Estábamos en su habitación, que estaba regada de ropa, accesorios, zapatos, cosméticos etc. 

- Oh vamos Débora, tienes el cabello mas bonito de todas las mujeres en el Harem.- me dijo al oído acariciándome un mechón. Y la verdad me convenció.

 De joven lo usaba suelto siempre. Pero con los años, niños a cargo, pañales, limpieza, las otras esposas y concubinas. Descubrí lo practico de llevarlo atado. Pero ahí me veía otra vez, en mi reflejo se veía una mujer que todavía podía ser bonita. Mi cabello castaño claro en ondas largo y sedoso... Mis ojos con mascara para pestañas negra, mis cejas perfiladas, delineado y esfumado, mis labios en un rosa pastel como cuando estaba recién casada.    

La Cuarta EsposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora