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Copas y copas de vino eran las que aegon había bebido el resto del día siguiente a el funeral de su hijo

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Copas y copas de vino eran las que aegon había bebido el resto del día siguiente a el funeral de su hijo. No había logrado proteger lo más preciado que Joelene le había obsequiado, y tampoco procuró sus sentimientos como algún día se prometió.

- ¿Y ahora? - cuestionó Aemond, al otro lado de la mesa.

- ¿Quieren una guerra por el trono? A la guerra entonces - bebió de un sorbo lo que restaba en su copa.

- No has llegado a pensar, si quiera a dimensionar, lo fácil que sería para nosotros, que Rhaenyra hubiera tomado el trono, aceptaste destituir tu vida entera por una mujer Aegon, podías tener a cualquier mujer con tan solo mencionar a nuestro padre, perdiste a un hijo gracias a esto ¿Cómo te hace sentir eso?

- Una mujer... - sonrió de lado y miró el fondo de su copa, dejó escapar un suspiro pesado, se tomó un momento para recoger sus pensamientos antes de responder.

- No se trata solo de una mujer, Aemond. Joelene no era solo una mujer para mí, era mi compañera, mi confidente, mi todo. La amaba más de lo que las palabras pueden expresar. - su voz temblaba ligeramente, cargada de emoción contenida mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para expresar la profundidad de su amor por Joelene.

- Sí, podría haber tenido a cualquier mujer que deseara con solo mencionar ser el príncipe Aegon, pero ninguna de ellas significaba para mí lo que Joelene significaba. Ella era la luz de mi vida, la razón por la que me levantaba cada mañana lo único que me embriagaba tanto como el licor.

Se detuvo, su mirada encontró a la de su hermano con sinceridad.

- Perder a Saeghar ha sido el golpe más duro que he tenido que soportar hasta hoy, pero no puedo culpar a Joelene por eso. Ella no fue la causa de nuestra desgracia, fue la razón por la que cada día valía la pena vivir. Y si tuviera que volver a elegir, elegiría amarla una y otra vez, sin importar las consecuencias. - una sombra de tristeza cruzó su rostro mientras recordaba los momentos felices que había compartido con Joelene en su juventud, pero también una chispa de amor brillaba en sus ojos.

- Joelene fue, es y será lo mejor que me ha pasado en la vida, y haré todo lo que esté en mi poder para honrar la memoria de nuestro hijo y proteger lo que queda de nuestra familia. Incluso si eso significa ir morir en la causa.

Aemond escuchó en silencio las palabras de su hermano, su expresión impasible revelando poco de sus propios sentimientos. Sin embargo, no pudo evitar sentir una pizca de emoción ante la sinceridad y la pasión en la voz de Aegon.

- ¿No harías lo mismo por Floris? Acaso ese sello que tenemos de ser crueles, despiadados, insensibles y desentendidos ha hecho un efecto real en ti?

Sus palabras fueron medidas, pero no desprovistas de comprensión. Aemond admiraba la fuerza de carácter de su hermano, incluso en momentos de desesperación.

- Si estás dispuesto a ir a la guerra, entonces así será...

Aegon asintió, reconociendo la comprensión de su hermano. Aunque estaban llenos de dolor, sabían que debían tomar decisiones difíciles para el bienestar de su familia.

- Mi señor, príncipe - entró sin aviso, un caballero real - Príncipe Aemond, su esposa requiere de su presencia, está a punto de dar a luz, lo esperan en sus aposentos. - antes de salir, Aemond dio un rápido vistazo a su hermano, quien con un gesto de mano le dijo que se retirara.

Después de minutos de soledad, su esposa entró a dicho lugar, irrumpió en la habitación con paso lento y pesado, su semblante estaba marcado por el dolor y la fatiga, su rostro, una vez radiante, ahora estaba demacrado y pálido, con ojeras profundas bajo sus ojos cansados que revelaban noches sin dormir y lágrimas derramadas en secreto.

Los mechones sueltos de su cabello castaño estaban desordenados y sin vida, sin el cuidado habitual que solía dedicarles. Su piel, normalmente resplandeciente, ahora lucía opaca y matificada, como si la luz hubiera sido arrebatada de su interior.

Vestía aún sus prendas para dormir, lejos de la elegancia y la sofisticación que solía caracterizar su estilo. A pesar de su apariencia descuidada, persistía un ligero brillo en sus ojos cansados, una llama de resistencia que se negaba a extinguirse incluso en medio del dolor.

- Creí estarías junto a Floris, escuché que empezó labor de parto - mencionó el monarca con la mirada completamente puesta en ella.

- No quiero arruinar un momento tan especial con mis lamentos...

Con cada paso que daba, parecía cargar el peso del mundo sobre sus hombros, pero aún así se mantenía erguida, ya cerca de su esposo tomó la copa que antes era de Aemond y la llenó por completo, bebiéndola sin parar.

- Cariño.... - dijo Aegon consternado.

- Si tú has encontrado la salvación y olvido en esto, también quiero intentarlo, quiero descansar tan solo un momento - dijo en un tono suave.

Joelene levantó la mirada para encontrarse con la de Aegon, se encontraban en un abrazo silencioso de consuelo mutuo.

- Aegon... ¿Quién pudo hacerle esto a mi bebé? - rompió por fin en llanto, después de contenerlo por días enteros.

- Lo siento, lo siento tanto... -  la tomó en brazos mientras las palabras se le escaparon entre sollozos.

- Si sabes quién lo hizo, Ae... por favor... te lo ruego, dímelo - pidió en pausas.

- No estamos seguros, pero... estando en Winterfell, una niña nos dios información, dijo que vio a Jacearys partir de ahí con un costal o algo parecido.

- ¿Qué? - de pronto el llanto comenzó a disipar. - Claro... él se lo llevó...

- Joe... ¿Lo viste?

- No... pero... seguro Gwayne te habló de que Daemon me llevó a Winterfell, me habló sobre los planes de Jacearys, me dijo que él, junto a las flotas Velaryon iban por mi, para hacerte decidir entre el trono o mi vida, fue una estupidez confiar en el, yo.... - comenzó a faltarle el aire - Yo de verdad creí que decía la verdad, creí que a pesar de todo podía confiar en él, fue mi culpa... yo... si jamás hubiera abandonado Nido de Aguilas nuestro... nuestro hijo aún viviría.

- Shhh... - volvió a envolverla en sus brazos, mientras analizaba toda la situación, Daemon habían aprovechado la confianza e incredulidad de Joelene para imponerles este distinto tipo de dolor.

- Ellos lo hicieron - dijo limpiando sus lágrimas. - Ae... - dijo mirándose tan cerca que podían ver sus reflejos en los ojos del otro. - Quiero su cabeza - Aegon estaba completamente sorprendido por la petición de su esposa, jamás había mostrado tal deseo o intención de dañar a cualquiera, mucho menos a algún integrante de la familia de Rhaenyra. - A partir de hoy me deslindo de cualquier promesa hecha a Viserys.

- Tendrás todo lo que desees - dijo pegando su frente a la suya. - Los dioses nos unieron por una razón - susurró mientras tomaba sus temporales con fuerza a palma abierta. - Traeré de vuelta la felicidad y tranquilidad a tu vida y a la de nuestro hijo.

- Te amo. - beso fugazmente sus labios y mantuvieron esa posición por incontables minutos más, sus respiraciones eran una sola y sus manos un nudo imposible de deshacer. 







~ Lozanía en la Piel ~

Lozanía en la Piel  - Aegon II TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora