Capítulo 4: El precio por sobrevivir

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Luego de un par de semanas, Ichika fue conociendo las labores que se hacían en la prisión. Desde labores domésticas como lavar la ropa de las reclusas, barrer los pabellones, preparar los alimentos, recibir los cargamentos de ropa para los cambios de sábanas para las celdas, etc.

La ex-actriz Nakano fue aprendiendo cómo funcionan las finanzas en la prisión. Entre apostar puros, venderlos entre algunas guardias y dando algún favor que se llevaría a la tumba. Había logrado pagar el precio que la jefa de la cárcel le había dicho.

En los cargamentos de ropa para las celdas, los tratos con los guardias eran el único medio de contrabando para ingresar ilícitos, como el caso de la marihuana. Algunas convictas recibían entre cigarrillos normales, puros, a veces hasta dinero en efectivo y otras encomiendas.

A media mañana, Nino estaba caminando y limpiando los pasillos de los pabellones de reclusas, pasaba la escoba como podía ya que tenía fracturas en brazo y muñeca. Tenía que usar una muleta para andar y aún así se las ingeniaba. Ichika la ayudaba de vez en cuando, pero mantenía un ojo en su hermana y otro viendo a todos lados.

Luego la llamaría Nagatoro, quien estaba llevando un cargamento de ropa hacia la lavandería. Ichika llevaría a su hermana a cuestas, Hayase no dio objeciones por eso, Nino desde la golpiza no había pronunciado palabra alguna.

— Saben repetidas, no creí que tendrían las agallas para querer escapar tan pronto de este lugar. Me agradan mucho, y no lo digo por conveniencia, prácticamente aquí estoy en la gloria. Pero entendí lo del buril. Toma. -Nagatoro le entrega el objeto envuelto en un trapo blanco-.

— Oe Ichika, ¿qué es eso? -Nino al fin abrió la boca-.

— La magullada puede hablar, sugoi. -Hayacchi bromeó mientras Nino solo hacía un pequeño puchero-.

— Es nuestro boleto de alto riesgo a la libertad. -Ichika mostró el pequeño cincel que había recibido-.

— ¿Cómo lo vas a pagar? Dudo que sea un regalo. -preguntó Nino un poco nerviosa-.

— Digamos que he ido aprendiendo de este lugar. -Ichika dijo sin voltear a ver a su hermana y Nagatoro sabía más o menos qué había aprendido la señorita-.

/Flashback/

POV: Hayase Nagatoro

Tras una semana de trabajo, la repetida estaba encargándose de lavar la ropa de las reclusas. Con el tiempo supe que se llama Nakano Ichika, ella parecía ser una chica reservada y muy hábil para ocultar sus emociones. Trataba de mantener una fingida sonrisa para autoconvencerse que podía sobrevivir.

Una de sus compañeras era Utena Hiiragi, una señorita bastante retraída socialmente pero que escondía algo que esta Ichika descubriría de la peor manera posible.

— Ichika-chan... ¿puedes traer más jabón en barra? La lavadora se dañó y hay que lavar a mano... -dijo la chica de ojos color miel con algo de timidez-.

— Hai, etto... -Ichika no sabía a dónde ir-.

— En la puerta grande a la izquierda. -le indicó con el dedo a dónde dirigirse-.

Yo estaba cerca tendiendo la ropa en los alambres que estaban cercanos a las ventanas con barrotes. El viento pegaba bien, pero al ver a Ichika pasar, supuse lo peor.

Cuando ella entró a ese lugar, noté que Utena entró sigilosamente. Para entonces ya estaba firmada su sentencia.

POV: Ichika Nakano

En este lugar tenía sobrevivir por Nino y por mí, debería odiarla por hacer algo tan despreciable. Pero yo colaboré también a hacerlo, así que también estoy manchada por mis estúpidas decisiones.

Utena-chan parecía una chica que daban ganas de proteger, me costaba un poco entender el porqué ella estaba encerrada acá. Pensaba que podía tener a alguien con quien llevarme más o menos bien... Vaya error...

Al llegar a la bodega, era bastante grande y desordenado, habían hasta viejos casilleros entre el polvo del abandono. Pero escuché unos pasos detrás de mí.

— Ara ara... -era Sayu quien había llegado, así que como acto reflejo tomé algo de polvo de uno de los contenedores de blanqueador-.

— Puedo dejarte ciega si te cae esto. -dije tratando de esconder el miedo que sentía-.

— Es un truco que conozco desde hace tiempo, ¿verdad Utena-chan? -cuando mencionó ese nombre, no me dio tiempo para reaccionar cuando sentí que alguien me abrazaba por la espalda-.

Sayu me golpeó en el vientre, me hizo escupir bastante saliva porque me pegó algo fuerte. Utena era fuerte a pesar de que parecía bastante dócil. Ella me puso sobre una mesa sucia, mi torso estaba sobre la superficie y Utena tomaba de mi cabello.

— Sayu-chan, dime que puedo divertirme con ella... -Utena Hiiragi daba más miedo ahora con su voz-.

— Hai hai, pero también yo voy a hacerlo

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— Hai hai, pero también yo voy a hacerlo. Me gusta cuando se resiste. Y si me divierte, podría darle una recompensa. ¿Qué te parece mi oferta, I-chi-ka-chan? -Sayu se puso al lado mío y me dio un beso en las mejillas mientras sentí que algo muy duro empezaba a meterse entre mis piernas-.

Era una sensación complicada de explicar. Entre el miedo, las ganas de morir y el temblor en mi cuerpo hasta expulsar mis jugos, no sabía que me había convertido en una esclava.

/Fin del flashback/

La vida en la prisión era prácticamente un mundo del que se podían escribir cientos de historias tan diferentes que sería un género literario en sí mismo. Eso pensaba Nagatoro, que por pena había estado cuidando a Nino en los meses que se recuperaba.

Ella se decía que era por pena, pero era también porque le agradaba Ichika. Pero no podía interferir en el ecosistema de la cárcel. De vez en cuando veía a la mayor de la Nakano llorando en silencio luego de salir de la bodega o con algunos moretones en su rostro.

Durante casi un año las cosas fueron así, Nino se aislaba sin hacer escándalo. A veces la golpeaban cuando se ponía a discutir con alguien de forma casi aleatoria. Pero muchas veces la salvaban las guardias. Esa era su rutina y esa también era la rutina de Ichika.

Un tiempo después Ichika le contó a detalle a Hayase la razón del porqué ella y su hermana estaban encerradas. Siempre le cuestionó porqué se sacrificaba por su hermana, cuando ella fue la que cometió el crimen mayor.

Sin embargo, un día de primavera, la directora Vladilena nos llamó a todas bajo el sol para hacer un anuncio.

— El gobierno, en una de sus más recientes políticas, ha considerado que se ahorra mucho con la mano de obra. Así que ustedes serán parte del plan de infraestructura nacional. Es decir, van a salir a tomar la pala y trabajar para ganarse el pan de cada día. -Milize hablaba con firmeza, entre las reclusas solo intercambiaban miradas-.

Vamos a trabajar afuera... -dijo Gamo algo emocionada-.

— ¿Sentiremos lo que se siente salir al exterior? -preguntó incrédula Yumeko, quien estaba feliz-.

— Ara, al fin saldremos de estos barrotes y muros... -Sayu también se veía moderadamente ilusionada-.

Más de 150 chicas se habían inscrito como voluntarias para trabajar. Estaban dispuestas a hacer lo que fuera para sentir la brisa de otro lugar que no fuera la cárcel y dada la buena suerte de Hayacchi (la ruta de la seda), pude estar con su grupo de personas más allegado: Gamo, Yumeko, Sayu y las nuevas Ichika y Nino. 

Agua muerta: el karma no existe (Gotoubun no Hanayome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora