✾ Capítulo III ✾

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Después de unos días que había tomado de descanso por mi condición, regrese a ese loco trabajo como portera.

Al final mis deseos por que algo pasara en mi vida que no fuera rutinario se cumplieron... pero no de la mejor manera.

Cuando llegué a mi trabajo me senté en la silla de la pequeña oficina.
Tomé el periódico del día y me dispuse a leer la sección de chistes y acertijos, mi sección favorita.

—Veamos... ¿Cuál es el nombre del único deporte que... mmh... la cara... por golpear a tu caballo..?

Tomé un sorbo de mi café sin despegar la vista del periódico, que me tenía pensando en ese acertijo nuevo.

Puede ser... no... tal vez... no, tampoco...

Sobaba mi barbilla tratando de pensar en alguna pista para poder responder. Estaba segura que tenía algo que ver con el ajedrez.

¿Te diviertes?

Esa voz...

Me quedé pasmada al escuchar de nuevo esa voz que no dejaba de sonar en mi cabeza.

Ni siquiera podía quitar el periódico, que cubría mi rostro lleno de vergüenza.

¿Qué sucede, portera?— Maldito, cambiaba su tono para seguir presionandome.

Suspiré hondo tratando de tranquilizarme y me llené de valor para poder mirarlo a los ojos. De todas maneras ya sabía que no podía quitármelo de encima mientras estuviera trabajando aquí.

Ah.. eres tu, Francis... que novedad...

Tomé sus papeles y los inspeccione cuidadosamente.

Sentir su mirada encima mío no era reconfortante, así que solo trate de ignorarlo tanto como pude.

Te ves cansada, ¿sucedió algo?

¿En verdad pregunta eso?

Casi me muero en su cara y todavía me pregunta como si no lo supiera...

—Nada importante.

El pareció entender que había algo diferente en mi porque se mostró más interesado en lo que decía.

Me observó por unos segundos y después escuché una risa que quiso ahogar.

—He vivido aquí por mucho tiempo y he visto varios porteros pasar por esa pequeña oficina, pero tú has sido la única que ha durado tanto tiempo.

—¿Gracias...?

Le entregué los documentos por la pequeña rejilla mientras que al mismo tiempo el los tomaba, rozando nuestros dedos como si de alguna coincidencia se tratase, pero esta vez el tomó mi mano impidiendo que la retirara.
Lo miré a los ojos, temiendo lo peor.

¿Me había engañado y de verdad era un clon? ¿Me arrancaría la mano sin piedad?

Nunca me había interesado así por nadie. Me agradas, portera.

𝐴 𝑡𝑟𝑎𝑣𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛𝑎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora