Puerta

84 7 1
                                    

En medio de la nada total, yace un hombre buscando entre
miseria.

-Así que... ¿Es aquí? -Se pregunta mientras deja de caminar.

Ante él, yace una puerta enorme con un cartel mal clavado en la cima, con la palabra "Miseria" escrita en él. Una casa con un pequeño huerto de papas y otras cosechas se encuentra al lado de la puerta. El viajero se acerca y toca la puerta. Tras unos instantes, sale un hombre grande y robusto, de tez negra y con un vaso de agua en su mano.

- Hola –Saluda el viajero-- ¿Tú eres el guardián?

- Me llaman por muchos nombres.–Responde el aludido tras
tomar un sorbo de agua.

- Escucha, quiero entrar a Miseria.

El guardián deja escapar una pequeña risa antes de responder- Todos dicen querer entrar, pero nadie se atreve a venir.

- Pues yo sí

- No he dicho que hayas sido el primero –Explica el guardián— Solo que es... Poco frecuente.

- ¿Eres el guardián o no?

- En efecto, lo soy. Pero llámame Héctor, "guardián" es un título
que no va conmigo.

- ¿Entonces eres el protector de la puerta? –Insistió el viajero.

- La puerta se protege a sí misma –Explicó Héctor—Yo solo llevo
el conteo.

- ¿Entonces me dejarás entrar?

Sí, pero primero lo primero. Tienes que llenar un formulario.

- ¿Un formulario? –Preguntó el hombre, un tanto confundido.

- Tal vez las visitas sean poco frecuentes, pero aquí hay un
orden que seguir ¿Sabes?

- Supongo que en el mayor caos debe haber orden ¿No es así?

- Tú lo dijiste –Respondió Héctor mientras sacaba un bolígrafo y
un papel-- ¿Nombre?

- Nero.

- ¿Edad?

- 36.

- ¿Sexo?

- ¿No es algo obvio? –Preguntó Nero, burlándose.

- Son las normas –Le respondió Héctor con un rostro serio.

- Masculino.

- ¿Estado Civil?

Tras una breve pausa, Nero respondió "Viudo".

- Mis condolencias –Lo consoló el guardia.

- Gracias. Continúa.

- ¿Ocupaciones?

- Mercenario, mecánico y militar.

- Bien, eso sería todo.

- ¿Ya puedo pasar? –Preguntó Nero, un tanto impaciente.

- Firma aquí –Lo detuvo el guardia mientras le pasaba la hoja y
el bolígrafo.

-¿Qué es esto?

- Un acuerdo que dice que aceptas los términos y condiciones de
Miseria—Explicó Héctor, como si fuese lo más normal del mundo.

- ¿Como cuáles? –Preguntó Nero, un tanto dubitativo.

- Te lo resumiré: Miseria no se hace responsable si llegas a morir
dentro de sus tierras.

- Supongo que me esperaba algo así –Replicó el viajero mientras firmaba la hoja y se la devolvía a Héctor, quien la
guardó rápidamente en su chaqueta.

- Perfecto. Ahora permíteme un momento, iré a buscar la llave.

En lo que Héctor se retira, Nero se queda frente a la puerta,
contemplándola. Hasta hace unos instantes, le había parecido
increíble, imponente, pero acababa de darse cuenta de que la
puerta no era más que eso: Una puerta sin nada detrás suyo.

- ¿Pero qué diablos? –Dejó escapar al darse cuenta

- Bien Nero, ya tengo las llaves –Avisó el guardia mientras se acercaba a él, pero Nero se volteó violentamente.

- ¡¿Qué demonios es esto?! –Le gritó mientras señalaba a la
puerta-- ¡¿Acaso intentas engañarme?! ¡No hay nada detrás de
esta puerta!

- Uhh... Creí que ya te habías dado cuenta de eso –Fue la respuesta que obtuvo.

Nero dejó escapar un gruñido antes de replicar

- No sé cómo no vi eso ¿De acuerdo? ¿Es esto una broma o
algo por el estilo?

El guardia se rio animadamente antes de darle una explicación.

Nero, debes ver más allá de lo que tus ojos pueden ver –Fue todo lo que dijo antes de usar la llave en la puerta y abrirla con esfuerzo-

- Mira

Nero hizo caso y percibió un camino de antorchas azules en medio de una oscuridad profunda.

- Pero... ¿Cómo es posible esto si no hay nada detrás de la puerta? –Preguntó, incrédulo.

- Para sobrevivir en Miseria, Nero –Empezó a hablar Héctor con una voz enigmática– Tendrás que ver no solo con los ojos, sino también con el alma.

- No lo entiendo... -Respondió él, confundido.

- Lo entenderás después –Lo tranquilizó con una sonrisa-- Ahora
quítate la ropa.

- ¿Qué?

- Tranquilo. Lo que pasa es que en Miseria no puedes entrar con
posesiones materiales o ropa de más. Así que ve quitándote esa
chaqueta, la bufanda y abrigos. Oh, y vacíame esa mochila.

- ¿Es necesario? –Se quejó Nero— Llevo aquí todas mis provisiones y cosas de utilidad.

- Tendrás todo lo que necesitas adentro –Respondió Héctor.

Nero, con un suspiro, se empezó a quitar la ropa y tirar sus cosas, quedándose solo con un pantalón de buzo holgado, una camiseta tipo abrigo y unas botas de escalada.

- ¿Así está bien?

- Está perfecto. Y una cosa más. Aquí es política darles a los viajeros un discurso acerca de este lugar.

- Ah... -Dudó Nero, impaciente-- Está bien, hazlo

Miseria –Empezó Héctor, mientras el ambiente se volvía extrañamente más pesado— Aquellos que quieran alzarse con las más grandes bendiciones de la fortuna tendrán que caer en el más profundo de los abismos para poder alzarse y reclamar su premio. Miseria espera a aquellos que buscan la gloria. Quienes en verdad buscan obtener lo que más desean, adéntrense en lo más profundo de sus miedos y pesadillas, y levántense como dioses. Miseria les ofrece fortuna ¡Miseria les ofrece gloria! ¡MISERIA LES OFRECE- azúcar? –Preguntó el
guardia, a la vez que el ambiente cambiaba drásticamente.

- ¿Qué dijiste? –Preguntó Nero

- Que si querías un poco de azúcar–Respondió Héctor mientras le alcanzaba un pequeño empaque de azúcar.

- Ah... No, gracias

- Cómo quieras –Dijo el guardia mientras devolvía el empaque a su bolsillo- Muy bien, puedes ingresar a Miseria, si deseas

Nero contempló dentro de la puerta cómo aquel camino de llamas serpenteantes lo esperaban. Entonces, cruzó la puerta, sabiendo que estaba adentrándose en el mismo infierno.

Azúcar y MiseriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora