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—No me apetece nada la clase de Derecho —comenta entonces—. En serio, qué pereza de mujer.
—Mierda, se me está pasando la mañana súper lenta.
—Y a mí. —Se estira y se levanta—. Jae y Sana han entrado directamente a clase. Les he pedido que nos guarden sitio. Sonrío, pero me noto raro. No sé. Se supone que debería estar contento por lo que ha pasado con Jungkook. ¿Por qué no puedo simplemente disfrutarlo? Cada vez que hablo, me obligo a medir mis palabras. Pienso las cosas dos, tres y cuatro veces antes de contestar, y termina siendo agotador. Siento que me ahogo continuamente, como un pez boqueando en la superficie.

En Derecho, el tiempo siempre transcurre más lento que en el resto de las asignaturas. Es como si la profesora hubiese hecho un pacto con los minutos y estos se transformasen en horas. Mi cabeza bucea entre distintas alternativas para sobrevivir al aburrimiento. La opción más fácil y tentadora es pensar en Jungkook, pero he preferido hacer un descanso. Ha pasado un día desde que se acercó para pedirme el número y probablemente no volvamos a hablar. El tren solo pasa una vez. A mí el suyo me ha pasado por encima.

—Te juro que como tenga que estudiarme todas las leyes me va a dar algo.
—Solo las importantes —contesto para tranquilizarla, pero la verdad es que no tengo ni idea. En total seremos más de noventa alumnos, aunque siempre aparecemos la mitad y la gran mayoría, en estado vegetal.

La profesora empieza con el temario nuevo y nos plantea una situación en la que el cliente es denunciado porque su campaña infringe la ley.

—¿Y la agencia de publicidad? ¿No debería ser ella la que respondiese?
—pregunta un chico del fondo.
—El anunciante confía en la agencia, pero es este el que se come el problema si la agencia no hace bien su trabajo. —Hace una pausa para añadir dramatismo y, por un fugaz momento, me recuerda vagamente a mi hermana. Ella también suele jugar con ese tipo de silencios—. Es injusto, sí. Pero así es la ley a veces.

La puerta se abre hasta la mitad y una voz grave pide entrar en el aula.

Por. Qué. Tiene. Que. Tener. Una. Voz. Tan. Sexi.

—Pasa, Jungkook. Y acuérdate de cerrar la puerta.

El corazón empieza a latirme más deprisa. A mí lo que me parece injusto es que este chico me ponga tanto. ¡Es guapísimo! Sus ojos se acercan peligrosamente a los míos. ¿Qué está haciendo? Echo instintivamente el cuerpo hacia atrás, pero la distancia se hace mínima entre nosotros.

No entiendo nada. ¡Acaba de sentarse a mi lado! Trato de mantener la compostura sin que se me note nervioso. Solo espero que no me hable. ¡Ni se le ocurra! Oír su voz tan cerca de mi oreja puede complicar seriamente el estado de mi entrepierna.
Miyeon me da una de sus famosas pataditas.

—¿Qué le pasa a este? —Leo en sus labios.

Me limito a encogerme de hombros y finjo hacer caso a la profesora, pero está claro que a partir de ahora solo puedo pensar en el espacio ridículo que evita que nuestros cuerpos se toquen. Un movimiento tonto y mi hombro chocará con el de Jungkook, mi brazo podría rozar su piel y yo me empaparía de su energía electrizante, provocándome una experiencia en la que solo podría salir con la cara roja. ¡Yo así no puedo coger apuntes! Los dedos me tiemblan y me confundo de letras.

Escribo hola sin h. Me como las tildes. Juicio no es con g, es con j.

Jimin, céntrate.

No puedo. El sudor de mis manos ha comenzado a mojar el teclado. También escribo más lento. ¿Qué me pasa?

Te pasa él.

Estoy nadando en mis pensamientos cuando noto que alguien da golpecitos sobre mi brazo. Mis músculos se tensan de forma automática. El contacto es frío y delicado. Se trata de Miyeon, quiere que le enseñe el ordenador para copiar la última frase. ¡Falsa alarma! Me tranquilizo y le respondo que yo tampoco la he apuntado. ¿Con Jungkook tan cerca? ¡Imposible! Hablando de apuntar... Cupido, ¿estás ahí? Supongo que debo darte las gracias.

En ese momento, algo caliente me toca la piel.

No es una flecha. Tampoco Miyeon.

El contacto es demasiado distinto a todo lo que me haya tocado nunca. De hecho, siento que lo experimento por primera vez. Llevo la mirada al punto de calor que se concentra sobre mi mano y encuentro encima la suya. Entonces, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, los dos nos miramos a la vez.

¿Habrá sentido lo mismo que yo?

Probablemente la fila entera se haya enterado de esto, tanto Jae y Sana como Miyeon. También puede ser que no les haya dado tiempo. Para no arriesgarme, la retiro rápidamente y el contacto se pierde. Y es una mierda. Al hacerlo, siento como si me faltase algo. Y no hablo solo del aire (por eso de que estoy aguantando la respiración), es como si mi mano estuviese ahora tremendamente fría, congelada.

El Chico de los Ojos Lindos responde alargando el brazo y volviendo a tocarme con dos dedos, en una caricia inocente con la que consigo abandonar el frío. Su tacto es duro y suave a la vez, como si no estuviese acostumbrado a ser cariñoso y se esforzase para no ejercer demasiada fuerza sobre mí.

Disfruto empapándome de su calor, y me quedo quieto a pesar de que sus dedos han empezado a subir hasta deslizarse por el teclado, por lo que la sensación de que Jungkook consigue llevarme de vuelta al verano dura apenas unos segundos más.

Después se acomoda en el asiento y me dedica una sonrisa lobuna. Cuando vuelvo a mirar la pantalla de mi ordenador veo que ha dejado escrito su número de teléfono.

Con un rápido clic, cierro el documento Word en el que tomo apuntes y miro hacia mi izquierda. Miyeon está concentrada en la nueva colección de Zara, Sana sigue anotando como una posesa y Jae ha enterrado la cabeza entre sus brazos, seducido por el aburrimiento.

Hasta que termina la clase, tengo especial cuidado en no volver a abrir el archivo de los apuntes de Derecho, por si alguno de mis amigos descubre el número. O sea, la sensación es igual a la que tienes cuando alguien te coge el móvil y busca fotos en tu galería, porque pueden descubrir por error las otras fotos.

No sé si me explico.
Hay cosas que ni tu familia ni tus amigos deberían ver.

 Hay cosas que ni tu familia ni tus amigos deberían ver

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Los cuerpos de la habitación roja| Kookmin au ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora