Día 7: Cumpleaños de Inosuke

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Hace buen clima hoy. Hay viento fresco y la calidez del sol no llega a quemarme. Estoy bebiendo un poco de mi té favorito, viendo el jardín y pensando en lo mucho que hay en él.

Los cerezos florecieron, algunos pétalos caen cerca de mis pies.

Esta era su estación favorita.

No puedo evitarlo, pero todo me recuerda a ella. Todas las partes de la casa que recorrimos, que arreglamos juntos, en las que nuestros hijos crecieron, en donde nos enojamos al punto de creer que las cosas no tenían solución. En donde compartimos los momentos más felices de nuestras vidas, vaya, dos de nuestros hijos nacieron aquí.

Ha pasado un año. Aún lloro cuando nadie me ve, para que no se preocupen por mí.

Suelo recordar muchas cosas pero a la vez poco. Recuerdo vagamente mi infancia, mis días de adolescencia, mis amigos de aquellos tiempos, todo parece un sueño muy lejano. Me pregunto si seguirán vivos, la idea de morir, a esta edad, ya no me da miedo, he aprendido a sobrellevarlo.

Lo cierto es que la mayoría de mi vida la pasé junto a mi esposa, tenía alrededor de 15 años cuando la conocí. El volumen de voz a veces me aterraba. A medida que el tiempo pasó, dejó de tener esa expresión de enojo en su cara, esa que tanto la representaba. Nuestros amigos decían que era por mí, así que decidí creerles, al punto en el que algo comenzó a cambiar también en mí.

Me alegra haber nacido siendo humano, porque puedo ser capaz de recordar, fuí capaz de amar, de odiar, de sentirlo todo; pude conocer muchas personas, aprendí a leer, a escribir, incluso traté de conducir uno de esos novedosos autos. Me sorprende todo lo que ahora existe. No importa si renazco en flor o mariposa, espero verte una última vez y agradecerte por todo. Incluso si estamos destinados a no encontrarnos nunca más, deseo que tu próxima vida sea mucho mejor que esta.

Las lágrimas quieren salir, me tengo que contener, hoy vienen de visita mis dos hijos y mi nieto. Es mi hija la mayor quien siempre cuida de mí.

Respiro hondo, exhalo y me calmo.

Una pelota rebota a mi lado, ya no soy lo suficientemente rápido para haber podido alcanzarla, así que cayó en un estanque.

— Ups — La voz viene de un pequeño niño

— ¡¿Qué haces?! Te dije que no molestaras a tu abuelo— Su padre lo agarra con fuerza de su camisa

Aún me queda fuerza para hacer algo

— No pasó nada, déjalo que juegue donde quiera— Mi hijo, que parece preocupado, lo suelta, lo regaña y el niño se queda en el jardín.

Juega un rato con la pelota, corre y ve algunas de las flores. No me dí cuenta en qué momento se me quedó viendo en silencio.

— ¿No se aburre de estar todo el día sentado viendo las flores?— Preguntó

— Ya me acostumbré — No esperaba que pensara eso de mí

— Papá dice que no lo moleste, pero no parece que esté enojado ahora que le hablo. Antes hablaba más.

— Bueno, creo que debe pensar que cualquier cosa me molesta. Hasta hace poco le gritaba por cosas de las que no tenía la culpa. Tu papá no quiere que haga eso contigo, pero ten por seguro que yo no me enojaré.

— Mmm— El niño salió corriendo, es realmente serio.

Regresó caminando y se sentó a mi lado

— Tome— Eran unos dulces de manzana

— Esos son… — Agarré uno y respiré hondo una vez más

— Siempre que papá me trae, los compro. Por si veo a la abuela. Yo no creo que esté en el cielo, en cualquier momento regresará y ¡Hará los dangos que tanto me gustan!— Se comió uno y sonrió felizmente, envidio su despreocupación.

InoAoi week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora