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AÑO 846


—¿Nombre?

—Celia.

El policía alzó una ceja.

—¿Qué más?

—Celia Marie.

El otro policía no aguantó la risa.

John, sin dos ojos con los que poder mirarle, apretó la barbilla con su mandíbula.

Rebe abrazó a Camile, su hija, que ya tenía tres años. Y Mike cubrió a ambas con su enorme cuerpo.

—Por fin te tenemos, Mike Somethler. A ti y a tu pandilla de locos. —dijo con asco mientras agarraba a John por el cuello de la camisa sucia.

Estaba llena de barro y sudor.

Lo olía desde mi sitio.

Uno de los policías me agarró por el cuello de la camiseta y me miró a los ojos. Yo no aparte la mirada. Me negaba a mostrar algo de sumisión a la policía militar.

—Tú serás la primera en pasar por juicio. No sé qué diablos... —se calló al ver algo detrás de mí.

—Pues sí que podemos encontrar peces gordos. Erwin tenía razón. —todos giramos a mirar al dueño o dueña de esa voz.

A simple vista parecía una mujer. Era alta, pelo mal cortado, gafas, sucia, y delgada, aunque estaba ejercitada. Sus músculos se ajustaban bien a la camisa blanca y chaqueta marrón de su uniforme. La capa verde cubría sus orejas y ocultaba los mayores rasgos de su rostro. Pero desde abajo todo se veía mejor.

Tenía pechos, por lo tanto, daba a indicar que era una mujer, y obviamente llevaba armas escondidas por muchas extremidades.

Ninguno de nosotros no abrió la boca.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó.

No se acercaría a Mike, y John no sabría que le hablaba a ella, debido a que ya no tenía ojos con los que poder ver.

—Mujer de pocas palabras. Yo soy Hange. —me tendió la mano.

El chico de su lado se puso más nervioso. —¡Mayor!

—¡Ay, no! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! —empezaron a discutir.

Alcé la mirada y la miré a la cara. Bien, no era muy conocida entre estos escombros, pero si algo sabían es que yo no tenía ni un pelo de tonta. Sabía que habían venido expresamente a por nosotros. Mike era muy buscado por la policía militar, lo querían para algo, o para matarlo, porque ha acabado con muchas vidas.

Y a nosotros porque se piensan que trabajamos para él, pero en realidad no es así. Si trabajáramos juntos ninguno seguiría respirando.

Nos pusieron las esposas y nos obligaron a subir a la superficie.

—¿Por qué? —pregunto Mike.

—Porque os queremos vivos, no muertos. —dijo un policía militar.

Yo le clavé mi mirada en su nuca.

—Iréis en la camioneta. —nos encadenaron junto a la paja.

—No. —la tal Hange comenzó a discutir con el policía.

—¡No son animales! Son personas. —me senté junto a la paja y miré al cielo.

El sol me daba por fin de lleno.

Mi piel lo notaba. Sonreí.

—Si John pudiese verte, diría que te ves realmente fea. —miré a Mike sin quitar mi expresión facial.

ᴡᴀʟᴋ - ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora