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Sasha y Connie vigilaron en los matorrales que no viniese nadie.

Yo me encontraba buscando la documentación con Jean mientras el capitán Levi seguía sin hablarme, sentado encima de una piedra.

—Capitán. —Jean le entregó los papeles que guardaban en sus chaquetas.

—Veamos, agentes destinados al cuartel de Stohess. —dijo apoyando su arma de acero en el hombro y acercándose a ellos. —Soldado Marlo Freudenberg, y la soldado Hitch Doris. Con vosotros vamos a... —la parejita suspiro angustiada y con expresiones de horror.

Hitch alzó el rostro lleno de rabia.—Por vuestra culpa, ¡murieron más de cien personas en el distrito de Stohess!

—¿Eh? —pronunció al ver que le habían interrumpido.

No le gustaba nada que le interrumpieran, mis piernas y yo lo habíamos comprobado muchas veces.

—¡Hitch! —advirtió el compañero.

—¡A lo mejor es que os creéis que os hacéis los héroes justicieros junto a un monstruo con poderes! ¡Pero enviasteis al infierno a las víctimas y a sus familias!

—Sí, lo sé. —yo la miré con el ceño fruncido.

¿Qué trataba de darles a entender?

—¿Y vosotros? Pertenecíais a la promoción de cadetes del sur, ¿verdad? Como Annie Leonhart. ¿Era amiga vuestra? —ellos parecían algo sorprendidos, tal vez les había pillado por sorpresa. —No, ¿verdad? No tenía amigos. Era taciturna y arisca, parecía que temía relacionarse con otras personas. Yo apenas sabía nada de ella... No he sabido nada desde aquel día... —giró a mirar al capitán que tenía a mi lado. —¡Fue porque un titán aplastó su cuerpo hasta volverlo irreconocible! —parecía dolida por ella, tenía una expresión asustada y preocupada.

—No. Fue porque el titán infiltrado en realidad era la misma Annie Leonhart. —ambos se asombraron. —Desde luego, qué asco da. Estamos todos igual, ninguno de nosotros sabe nada sobre este maldito mundo. Aparte de los que viven en el corazón de los muros, claro. —bajo la espada de su hombro con cuidado para no darme. —Los dos quedaréis libre en cuanto nos marchemos.

—Annie era... —murmuro con una expresión que hasta a mí me dio algo de miedo.

—¡Capitán Rivaille! ¡Déjeme ayudarlos, por favor! ¡No creo que estéis haciendo nada malo! Si con ello acabo con las injusticias de este mundo... ¡Haré lo que sea! —le sonreí al chico.

Esté se sonrojo suavemente.

—¿Pero tú de dónde sales? —le respondió.

—¡Por favor capitán Levi!

—Imposible. No puedo determinar si estás dispuesto a enfrentarte al sistema. —guardó el arma. —Nos vamos ya. —ordeno alejándose de mí, de nuevo.

ᴡᴀʟᴋ - ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora