Navajas

49 7 3
                                    


El recuerdo estaba grabado tan nítidamente en su memoria que podía jurar que si abría los ojos en ese momento la vería a ella, vería nuevamente ese momento en el que ato sus manos a la cabecera de la cama.

Y solo quería cerrar los ojos y no ver nada más.

Aún así, con todos los recuerdos pasando frente a sus ojos, sus otros sentidos no se habían bloqueado por el miedo y dentro de lo que cabe seguían funcionando. Escuchaba los pasos de Matteo fuera de la ducha, los platos resonando en la cocina, las gotas de agua de la regadera que aún caían a pesar de tener rato de haberla cerrado.

Todo seguía fluyendo, seguía funcionando.

Excepto el.

Entendía que las cosas tenían un porqué, siempre había pensado eso, entendía que todo tenía una razón pero ¿cuál era esa razón? Más bien ¿porque tenía que tener una razón? No quería, ya no quería pensar que eso pasó y viendo al techo termino en una amarga conclusión.

Había sido su culpa ¿verdad? Tenía la culpa, todo era su culpa, se lo merecía por ser una completa decepción para todos los que lo conocían.

Y era en este momento que las palabras de su padre y el recuerdo de aquella fatídica noche tomaban más fuerza, tal vez... había cometido un error.

En eso la cortina fue recorrida con un sonido firme y continuo y sintió como una toalla era pasada por detrás de sus hombros, cubriendo su cuerpo por completo.

- Alex... no sé si sea un buen momento pero ¿quieres ir a la policía? Ya sabes, a hacer la denuncia.

No contesto, no quería hacer nada en ese momento.

Y Matteo lo entendió, por qué las palabras nunca fueron necesarias para comunicarse.

Sin embargo, las cosas seguían avanzando y él no podía quedarse debajo de la regadera por mucho que quisiera, se obligó q si mismo a levantarse y ponerse la primera cosa que encontrara tirara en su armario. Una vez acostado en su cama intento dormir pero... sus ojos no se cerraban, no podía, la misma cama en la que estaba acostado había sido donde todo había pasado y tan solo ver las sábanas nuevamente le ponían los pelos de punta y las lágrimas se empezaban a acumular en sus ojos. En medio de los cristales que se deslizaban por sus mejillas, vio su escritorio al otro lado de la habitación, quedándose fijo en el cajón donde guardaba su cúter y tijeras para las maquetas alguna vez armó.

Tal vez fue un milagro, tal vez algún ser externo usó todas sus fuerzas, pero cuando estaba a punto de abrir la gaveta... se detuvo a si mismo.

Se encontró unos minutos después tocando la puerta de la habitación de al lado, con una de sus almohadas pegadas a su pecho.

- Matteo, ¿estás ahí?

Espero un rato particularmente largo para su gusto.

- E-escucha, si estás molesto conmigo lo entiendo ¿okey? P-pero... ¿puedo dormir en tu cama? Por favor, s-si quieres ódiame después.

Nuevamente nadie respondió, estaba por irse cuando abrieron la puerta. La mata de cabello negro estaba realmente despeinada y aquellos ojos que tanto había visto brillaban por un rastro que habían dejado las lágrimas.

- ¿Esperaste mucho? Perdóname... no encontraba mis chanclas.

Y por primera vez en lo que parecían años pudo dormir sin despertarse a mitad de la noche

Momento exacto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora