Capítulo 4

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Me despierto con un sabor jabonoso en la boca, se pasea por mi paladar y termina acunado en mi lengua.

Casi no he podido dormir por los nervios y la paranoia. Durante toda la noche estuve escuchando como si alguien tocara mi puerta, pero al revisar en ambas direcciones, no había nadie en el pórtico. He intentado revisar si observo al sujeto por la cámara que apunta a la acera; sin embargo, no la he limpiado en años y el polvo impide ver con claridad.

Así que me levanto de la cama, vigilo por las hendiduras de las cortinas, si alguien ronda la casa para salir. Me dirijo a la casa de la vecina, porque puede que ella o algún otro haya notado al enigmático. Sé que doña Rosa está atenta a todo lo que sucede en el barrio, ya que su pasatiempo favorito es supervisar cada paso que dan las personas en la comunidad.

Me adelanto y pego a la puerta un par de veces, hasta que me abre la señora con una sonrisa amigable en el rostro. Tiene un traje azul de enagua que me recuerda mucho a mi madre, también adoraba arreglarse bien.

—¡Gabriel! —exclama al abrazarme, se entrelaza en mis hombros presionando con vigor—. ¡Hace tiempo que no viene por acá!

Cuando Katie era un bebé, Amanda tuvo que regresar a trabajar muy pronto, así que ella la cuidaba hasta las tardes. Le confiamos a nuestra hija de apenas tres meses de edad y ha sido una decisión estupenda.

Lloró cuando ya no requerimos sus servicios. ¡Fue una pena tener que dejarla ir!

—Doña Rosa, ¡qué bueno verla! He estado muy ocupado, aunque espero traer a Katie. Estoy seguro de que la extraña. —Mi semblante está relajado, me aseguro de mostrar simpatía y tranquilidad; a fin de que me exprese mejor sus pensamientos.

—¡Tráigala! ¿Le conté que tengo un gato nuevo? Se llama Mimbre y tiene cinco meses, le encantará cuando juegue con él. —Hace una pausa, mira sus manos y a mí con desagrado—. ¿Le conté que tenemos un problema de vagabundos de nuevo? ¡Es fastidioso! Si quiere puede firmar la petición para que una asociación nos ayude a que los echen fuera de aquí.

Habla de ellos como si no fuesen personas, mas bien una molestia. Siempre ha sido insensible, un rasgo adherido a la clase a la que solía pertenecer.

—No, no me enteré. —Niego con la cabeza y con un tono comprensivo—. ¿Por qué lo dice? ¿Han vuelto a robarle alguna cosa? Si es así, tengo un conocido que puede hacer el reporte a la policía, detendrá al responsable en dos minutos.

La mujer bufa con furia.

—Sí, entraron a mi garage y se llevaron mi cinta metálica, bolsas de basura y una cuerda que era de mi esposo. Bueno, fue uno solo, vi las huellas. ¡¿Puede creerlo?! Además, ¿le conté que vi que ayer en la noche uno de ellos se acercó a su puerta? —pregunta con preocupación y sorpresa—. Mjm, y deslizó algo por debajo de la hendija. ¿A usted también lo asaltaron?

El enigma no tiene en cuenta un testigo ocular. Esta señora podría decirme cómo es mi hostigador. El terror de que podría ser cualquiera, me carcome por dentro.

—¿De casualidad podría describírmelo? —cuestiono con esperanza de que me dé una pista—. Lo que sea que haya visto es importante.

—No, no. Tenía una capucha y no tengo ojos mágicos. Eso sí, recuerdo pensar que era muy alto. Casi más que su puerta. —Hace una mueca de curiosidad y desvía la mirada—. No me ha develado qué le deslizaron en esa nota.

—Tonterías, habrá estado borracho cuando lo escribió. —Mentir no es el ideal, es mi mejor opción en el momento—. Gracias. No se preocupe, le traeré a Katie en cuanto pueda. —La abrazo y me despido con un beso en la mejilla olorosa a talco de bebé.

LAS PALABRAS DE JHON [ONC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora