Capítulo 7

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La frescura de la mañana se siente en mi piel, aunque los recuerdos de la madrugada helada en el hospital sacuden mi mente. Soy afortunado, en especial porque solo tengo raspones como consecuencia del accidente. Además, tuve la oportunidad de probar los famosos desayunos que dejan un sabor insípido en la boca, como si estuvieran impregnados de indiferencia.

El reloj marca las diez de la mañana cuando el doctor me da el alta.

En ese momento, recibo una llamada de Amanda.

—¿Gabriel? —pregunta, su voz tembolorosa revela preocupación—. Cici me llamó, dijo que tuviste un accidente. ¿Estás bien? Intenté contactarte varias veces, pero no respondías.

—Sí, corrí con suerte y todo quedó en unos pocos rasguños —rio un poco para aliviar mi tensión.

Es extraño escucharla hablar de esa forma, distinta y suelta, pues estoy acostumbrado a sus gritos y regaños. Cuando estábamos juntos se comportaba amable y tierna, aunque todo eso ha cambiado.

—¿Dónde está Katie? —Hace una pausa, sus cuerdas se cargan de emotividad—. Escucha, sé que he sido muy insistente, aun así, de verdad quiero que nuestra hija forme un vínculo con su padre y por eso quise darles un espacio de un par de días. Me alegró cuando me dijiste que querías dejártela más tiempo.

—Amanda. Katie se marchó de mi casa el mismo día que la recogí de la escuela —declaro con duda—. Yo mismo le abroché el cinturón y la despedí.

Rod, Rod, maldito Rod. Lo culpo por toda esta confusión y desasosiego.

Se evidencia que mi destreza no es la escritura de misterios policiales, ya que la verdad estuvo frente a mis ojos y fui incapaz de sospechar.

—¿Qué? ¡¿Cómo me dices eso?! y ¡¿dónde está Katherine?! —vocifera con ira—. ¡Es una niña pequeña! ¿Rod? ¿Rod?

Cuelga.

Vuelvo a ser un irresponsable, aunque ahora debo seguirle el juego más que nunca. Si Katie no aparece, sabré quien ha sido el encargado de mi tormento. Tomo el libro de tapa dura y salgo del hospital. Camino hasta tomar un taxi que me lleve a la casa de mi exesposa. También le pediré explicaciones a ese hombre y si es necesario, se las sacaré una a una.

En el trayecto, me atrevo a abrirlo una vez más.

«Olga Harris, diez años.

Llueve y llueve, debí haber elegido un mejor lugar para traerlas. He escogido un mejor lugar para hacerlo que el viejo apartamento, pero no es suficiente.

Desde este sitio no se escucha nada a la ciudad, todo es silencioso. Aun así, me encanta oir el ruido de los autos pasar y del caos del centro; porque me transmite la impotencia de ellas. Pensarán que están tan cerca de ser salvadas, aunque estén muy lejos, en realidad».

Salgo del auto con rapidez y camino incrementando la velocidad hasta el apartamento de Amanda. Golpeo la puerta con vigor, sintiendo la urgencia palpitar en mi pecho.

—¡Amanda! —grito, empujando la madera—. ¡Ábreme!

Escucho pasos pesados dirigirse a la mirilla y sujetar el picaporte; lo gira con lentitud y desliza la caoba con precisión. Su rostro se asoma con astucia y una expresión arrogante, Rod, se sostiene junto a Amanda, tomandola de la mano.

—Te dije que vendría —susurra, apenas perceptible, Rod— ¿Dónde tienes a Katherine, Gabriel?

¿Yo? ¿Por qué tendría a Katie? Si yo observé cuando se la llevó.

—Me llamas para mentirme, ¡desgraciado! —Avanza hacia mí con pasos agigantados, Amanda—. ¿Donde la tienes?

—No sé de que me hablas. Te dije que no la estoy cuidando, Rod la trajo contigo. —Fijo la mirada en las pupilas de mi exesposa—. ¡Él la tiene!

LAS PALABRAS DE JHON [ONC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora