Lo de esperar acojonado y a oscuras en un cuarto de aseo con un grifo goteando no era lo mío. En ninguno de los simulacros habíamos ensayado qué hacer en el hipotético caso de que el ataque terminara en tablas. ¿Cuánto tiempo tenía que pasar hasta que pudiera abrir la puerta? O mejor aún. ¿Debería atreverme a abrirla?
Unos repentinos golpes contra la madera de la puerta que seguían un ritmo similar al acordado me asustaron. Poco después, apacigüé algo mis nervios al escuchar la voz del inspector Beltrán instándome a salir.
Cuando encendí las luces, fui consciente de la magnitud que había tomado aquella contienda. Se había saldado con tres asaltantes muertos. Pero no había lugar para la celebración, ya que Sergio Beltrán se aquejaba de una herida de bala en el abdomen. Poco después, encontraría otros dos cuerpos en el exterior del Palacete, mientras que llevaba a rastras al inspector hasta el coche en contra de su voluntad.
—¡Dé-déjame y huye lo antes posible! —me reclamaba el inspector.
—No pienso abandonarte perdido de la mano de dios y agonizando. —Reuniendo todas mis fuerzas y con un extra de adrenalina, conseguí acostarlo en los asientos traseros del vehículo.
—Solo tú puedes meter al bastardo de Robles entre rejas... —me insistía para que no perdiera el tiempo.
—Y sin tu ayuda, doy por seguro que no llegaré vivo al juicio contra él.
Conduje a toda velocidad por las lindes y caminos de montaña porque tenía la impresión de que nos seguían. Estuvimos cerca de despeñarnos en un par de ocasiones, pero logramos salir a una carretera más decente. El inspector ya no me daba la tabarra con que fuéramos a escondernos a otro enclave. Yo solo deseaba con todas mis fuerzas que solo estuviera dormido.
Tardé un rato en llegar hasta el hospital más cercano, donde casi traspaso la puerta de urgencias con el coche. Pedí ayuda al personal que presenció mi irrupción, mientras que me revolvía hacia atrás para comprobar que Sergio seguía aún con vida. Como buenamente pude, les expliqué a los agentes de seguridad primero y a los gendarmes que acudieron después quiénes éramos y todo sobre el asalto.
Amanecía ya cuando uno de los cirujanos salió a contarme cómo había ido la operación. Tuvieron que extraerle la parte perforada del intestino y hacerle una ostomía de emergencia, pero ya estaba fuera de peligro. Si todo iba bien con su recuperación, solo tendría que estar pegado a una bolsa de forma temporal. Pero eso era lo de menos en aquellos momentos.
Unas horas más tarde, me avisaron de que el inspector ya había despertado. Les había pedido hablar conmigo.
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Son caprichos de los dados
ActionRelatos de temática elegida al azar mediante los dados del reto de escritura.