El examen de español transcurrió sin mayores sobresaltos. Como de costumbre, el muchacho que siempre tiene incontinencia urinaria durante los exámenes no tardó en entregar sus hojas prácticamente en blanco. También le llamé la atención a los que siempre cuchichean en la última fila. Y conseguí esquivar los tentáculos de la otra hermana Champman en un par de ocasiones; en el tercer intento consiguió meterme mano, pero solo me dio un ochenta sobre cien.
Ya estaba recogiendo y grapando las pruebas de los más rezagados cuando entró Leo a preguntar cómo iba. Se había hecho tarde y la academia estaba por cerrar. Debió ver cómo ponía los ojos como platos al darme cuenta del nefasto examen plagado de faltas, tachones y rebuznos que había hecho el señor Goian; el alter ego del subinspector Gálvez. Creo que no entendió bien lo que le pedí de cometer algún error que otro.
—¿Y esa cara, Martín? —preguntó mi jefe.
—Ah... ehm... Me acabo de dar cuenta de la hora que es. Si se me escapa el tren, llegaré tarde a mi turno en el restaurante —me excusé, a pesar de tener tiempo más que suficiente para llegar.
—No te preocupes por eso, te puedo acercar en mi coche.
—Gracias, pero no es necesario...
—Insisto. Es lo menos que puedo hacer por mi profesor estrella —intentó halagarme a la misma vez que las hermanas Champman se despedían de mí agitando sus manos y riendo pícaramente.
Me arrebató el sobre en el que había guardado todos los exámenes y me condujo fuera del aula con el brazo por encima de mis hombros.
—No se hable más, dejemos esto para corregirlo otro día y vayámonos. —Leo no me dio más opciones de rechazar su ofrecimiento.
Aproveché el trayecto para preguntarle por lo de las propinas; hábilmente cambió de tema. Me contó sus planes de ampliar el local y ofertar más grupos de español, además de otros idiomas mediterráneos. Últimamente, le habían llegado demasiadas solicitudes de matriculación, pero la academia estaba al máximo de su capacidad. Parecía que a los británicos les había dado la fiebre por los idiomas y mi jefe no quería desaprovechar la ocasión de comerse el pastel antes de que lo hicieran otros.
Lo que no pudo comerse esa noche fue el menú completo con hamburguesa de tres pisos, beicon crujiente, extra de patatas, aritos de cebolla y bebida gigante por menos de ocho libras, ya que había una cola tremenda en el servicio de auto. Le agradecí el paseo y me dirigí al restaurante. No te creas que era uno de alta categoría. Se trataba de un local de una conocida cadena de comida rápida que no me ha pagado por hacer publicidad en esta historia.
Ya me había enfundado en mi uniforme a prueba de salpicaduras de aceite para preparar la carne de cientos de hamburguesas y freír sus correspondientes raciones de patatas. Agradecía que mi puesto no fuera de cara al público, ya no solo por estar menos expuesto, sino también porque la redecilla que me tenía que poner hacía que mi peinado quedara un tanto ridículo. Aunque no estaba muy bien pagado librando solo una noche a la semana, necesitaba este sueldo para terminar de pagar la mensualidad del alquiler y tener algo para comer.
Mientras guardaba mi ropa de calle en la taquilla, escuché cómo alguien subía a toda velocidad los peldaños metálicos hasta el cuartucho que nos servía de vestuario a los trabajadores.
—Martín, menos mal que ya estás aquí —me dijo el encargado de esa noche sin ni siquiera saludarme—. Rose se ha tenido que ir por una emergencia familiar y Ashton se encontraba indispuesto.
—¿Y quienes están atendiendo los pedidos?
—A eso venía. Yo estoy en el mostrador con Navneet. Pero atendiendo a los coches está Surya. ¡Necesito que la sustituyas! —me imploró a la vez que intuía la gravedad del asunto. A mí me costaba horrores entender a la muchacha, así que no me quiero imaginar a los pobres ingleses que intentaran pedir sus hamburguesas. Nótese la ironía.
—Pero yo solo tengo el curso de manejo de la parrilla y la freidora...
—¿Y crees que Surya tiene el de operadora de pedidos? —El encargado me arrojó un par de bolsas con el uniforme que tendría que llevar esa noche. Sin decirme nada más, bajó corriendo a seguir atendiendo pedidos.
A los pocos minutos, ya estaba armándome con los auriculares que hasta entonces había ostentado la ininteligible Surya, a quien trasladaron a la ventanilla de cobro y entrega de la comida. A pesar de mis reticencias iniciales, le cogí enseguida el tranquillo a esto de atender el interfono. Solo tenía que ir marcando en el ordenador los productos que me pedían los clientes. Salvo algún que otro indeciso y el que me pidió hamburguesas de la competencia, no tuve mayores problemas en ese puesto. Y lo mejor de todo es que no volvería a casa oliendo a fritanga.
La que sí tuvo una movida gorda fue Surya, a la que un cliente increpaba porque su pedido no incluía salsa Tex-Mex. Estaba totalmente seguro de que nadie me había mencionado esa salsa desde hacía un buen rato, por lo que aprovechando que no había clientes esperando, abandoné mi puesto y salí en defensa de mi compañera. El encargado y otros empleados también se habían acercado al oír el cariz que estaba tomando la discusión.
—Buenas noches —intervine, asomándome a la ventanilla—. Yo me he encargado de tomar su pedido, pero usted no me ha indicado la salsa Tex-Mex en ningún momento.
—¡Joder! ¡Deberían saber que yo siempre pido la hamburguesa con esa salsa! —se quiso justificar el energúmeno ante mi respuesta.
—¿Usted sabe cuánta gente pasa por aquí al cabo del día como para ser capaces de adivinar sus propios gustos?
En un principio pensé que lo había dejado sin argumentos cuando se quedó callado observándome con cara de incredulidad. Pero para mi desgracia, el tema de la salsa Tex-Mex había pasado a un segundo plano.
—¡Claro! ¡Ya decía yo que me sonabas de algo! —exclamó en perfecto castellano—. ¡Tú eres Miki!
Me quedé sorprendido al volver a escuchar el nombre con el que me llamaban en el colegio. ¿A que no te imaginas lo que se me ocurrió responderle?
A) I'm sorry, I don't speak Spanish.
B) Me has debido confundir con otra persona. Mi nombre es Martín.
C) Hacía tiempo que nadie me llamaba así. ¿Quién eres tú?
(La historia continuará utilizando la opción más votada)
ESTÁS LEYENDO
Son caprichos de los dados
ActionRelatos de temática elegida al azar mediante los dados del reto de escritura.