𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝟔: Réquiem de medianoche

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El Omega se sobresaltó cuando de repente el público se alborotó para llegar al leve escenario que habían improvisado hace unas horas atrás

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El Omega se sobresaltó cuando de repente el público se alborotó para llegar al leve escenario que habían improvisado hace unas horas atrás. El señor Q se encontraba en ella, sosteniendo una copa en mano con una gran sonrisa de orgullo y agradeciendo a los invitados por su presencia, señalando en especial a su alteza, quien devolvió el gesto con honra para que el ajeno continuara con su discurso. La multitud sonríe y las voces indistintas se unen formando una pasable cacofonía. Luzu solo presta atención a las palabras que salen del Alfa, notando como el resto tiene su mirar fijo en él y el cómo los orbes brillan ante tal exquisitez del alegato. Y en cuestión de segundos, una sorpresa hace entrada, siendo el coro exclusivo del palacio hacen acto de presencia y así, dan inicio a un nuevo canto.

En la penumbra de la sala, los visitantes aguardan expectantes. El aire vibra con una promesa invisible, como si los suspiros de los siglos se hubieran reunido allí. Las luces, suaves y doradas, acarician los rostros de los espectadores, como si quisieran revelar sus secretos más profundos. Y como si el telón se alza, el escenario se convierte en un mundo aparte. Las voces, como hilos de seda, se entrelazan en un coro celestial. Los cantantes, vestidos de negro, parecen ángeles caídos que han encontrado refugio en la música. Las primeras notas emergen del foso de la orquesta. Los violines, como suspiros enamorados, danzan con los vientos y los metales. Y entonces, el coro entra en escena. Las voces se elevan, como palomas al amanecer. Cada sílaba es un pétalo de rosa que se despliega en el aire. Los sopranos, con sus notas cristalinas, alcanzan las estrellas. Los tenores, con sus corazones ardientes, claman al universo. Es un coro de almas entrelazadas, un diálogo de pasiones y esperanzas. Las palabras, como lluvia de primavera, caen sobre los corazones sedientos. El público, enmascarado y expectante, sostiene el aliento, como si temiera romper el hechizo. Y entonces, la música se expande. Las armonías se multiplican, como ramas de un árbol antiguo. El coro canta sobre el amor, la pérdida, la belleza efímera. Sus voces se funden en un abrazo invisible, como amantes que se encuentran en un sueño. Los ojos de espectadores se llenan de una tranquilidad y se remueven conmovidos. Porque en el coro, encuentran la esencia misma de la vida: la comunión de almas, la trascendencia del tiempo. Una vez más, las voces se entrelazan, como hilos de un tapiz divino. Y cuando la última nota se desvanece, el público estalla en aplausos. Las manos se unen, como flores que se abren al sol, resonando en cada rincón del hermoso salón.

Sin embargo, Luzu solo quedó estupefacto y repentinamente, una gota cae. Las lágrimas, como perlas de emoción, se deslizan por sus mejillas. Es un llanto que no duele, sino que libera. Un lloriqueo que nace en lo más profundo de su dañado corazón, como una melodía que ha estado esperando su momento. Es la sensación de estar ante algo tan hermoso que el alma no puede contenerlo. Como si el universo se hubiera detenido por un instante, solo para él. Las notas de una canción, una puesta de sol sobre el mar, un poema que toca las fibras más íntimas. Sus tenues sollozos son un puente entre lo humano y lo divino. Son la respuesta a la belleza que lo rodea, a la trascendencia de lo cotidiano. Es como si el corazón se abriera de par en par, dejando entrar la luz. Y mientras llora, no siente tristeza, sino gratitud. Porque en ese momento, se da cuenta de que es parte de algo más grande. Es testigos de la belleza que hay en lo más común, y esa inexplicable sensación son la prueba de que está vivo, un regalo que le recuerda que está conectado a todo lo que existe.

— ¿Estás bien? — La abrupta pregunta lo sacó de su trance emocional, volteó a ver, dándose cuenta de que se trataba de Smilecicle. El Omega rápidamente limpio el rastro de lágrimas, sonrió forzado y asintió, sin embargo, el mayordomo suspiro con dulzura y le miro con la misma.

— Si, lo siento, fue algo... Nuevo — Excusó para reírse de sí mismo —. ¿Necesitas ayuda?

El Beta negó con suavidad, miro a su alrededor, disfrutando de cómo la gente se disponía de saborear el angelical canto. Desde el rabillo de sus ojos verdes, pudo ver que Luzu comenzaba a llorar de nuevo. Se recordó a sí mismo. La primera vez que sus oídos escucharon tal melancolica sinfonía, un estremecimiento paso por su cuerpo y una emoción acogedora lo inundó. El coro era como un abrazo lleno de amor y promesas envueltas en dulzura, una experiencia totalmente única e inefable.

» Es sólo qué es tan hermoso... — Smilecicle lo abrazó con ternura al comprender sus palabras, sintiendo caer el llanto en su ropa.

Escarlata y esmeralda se conectaron.

Dicho momento hubiera continuado si no fuera porque los músicos dieron por finalizado su acto. Ambos tomaron distancia, uno procesando en silencio lo que acaba de pasar y el otro en un debate de si hablar o callarse. Luzu, con la mente más tranquila, se mantuvo de pie a lado de Smilecicle. Él, con los ojos fijos en el Omega, se acercó lentamente. El silencio se extendió entre ellos, pero no era extraño, al contario, era cómodo y cálido tal cual manta tejida con hilos de complicidad. No necesitaban palabras. Sus miradas hablaban un idioma antiguo, un lenguaje que solo ellos entendían. En ese instante, el mundo desapareció, y solo existían ellos: dos almas que se encontraban en el espacio sagrado del silencio compartido. El Beta tomó la mano ajena lentamente, y su contrario no se resistió. Sus dedos se entrelazan. El tiempo se detuvo mientras miraban al frente. El mundo seguía girando, pero ellos permanecieron inmóviles, atrapados en ese abrazo silencioso. Y en ese rincón la mudez se convierte en su refugio por primera vez.

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𝗔𝗟𝗙𝗔 | LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora