XXXIV

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Diez meses antes...

Había llegado a Londres en nombre de mi padre, a visitar a un viejo socio quien estaba descontrolado por los nervios. Su nieto estaba desaparecido. No que yo pudiera hacer mucho, pero igual había tomado el primer vuelo que mi viejo había comprado.

Desde que Cha Jung Soo había caído enfermo, me heredó la dirección del Bufete familiar y todas sus sociedades. Y ahora hasta me había involucrado en sus asuntos más privados.

El vehículo, un suv negro, que me recogió en el aeropuerto me llevó a las afueras de la ciudad, a un chalet de Elias Brown. El hombre era, por descripción de mi padre, alto, rubio, de ojos azulados y entrecejo fruncido. Un ogro de los juzgados londinenses que llegó a ser representante en la cámara de los lores.

Bueno, para mí no era nada, solo otro cliente más.

El lugar amplio y verdoso tenía una casa color blanca, muy mediterránea, con jardineras extensas al frente. Por dentro era de ambiente calmado y agradable, y en el sofá de junto a la ventana que daba al patio encontré a Elias, meditabundo y con los ojos opacos.

—Mister Brown —llamó con ese peculiar acento, quizás hasta más galés que londinense—, el Señor Cha ha llegado.

—Oh, thatks to the heavens —saltó el hombre, corriendo a tomarme de las manos—. Por favor, ven conmigo.

Me llevó al sofá de frente al suyo donde nos sentamos, pidió el servicio de té y despachó a cualquiera de la servidumbre que pudiera escucharnos.

Poco del tema había oído por mi padre porque Brown quería hablarlo en persona. Algo muy delicado. Así que la incertidumbre me atrapó de golpe.

—Él es mi nieto, Nicholas —dijo, enseñándome la foto de un joven apuesto, delgado y muy delicado. Un omega. De cabello rubio apenas más oscuro que el de su abuelo, con los ojos azules e hipnóticos y una sonrisa radiante que se extendía por sus labios delgados—. Hace dos días, él fue a visitar a mi hermana Kate, en Dartford. Se supone que pasarían solo una tarde juntos, pero entonces nunca regresó.

» Mi hermana dijo que se habían despedido a las cinco, y que su chofer lo traería de vuelta. Pasaron horas, y no supe nada. ¡Iba a llamar a Scotland Yard! Entonces, como a la media noche, recibí una llamada desde su celular.





—¡Por todos los cielos, Nicholas! Dime dónde estás jovencito.

—Bueno, no creo que Nicholas pueda contestarte, viejo —respondió una voz gruesa y turbia—. Ahora mismo está inconsciente.

—¿Qué? ¿Quién es usted?

—Un amigo de su hijo. Nos hemos estado divirtiendo.

—¡Le exijo que me deje hablar con él!

—Lo haré cuando el pequeño Nicholas despierte. Por ahora, quiero que me escuches. Dimitri dijo que ustedes tenían un asunto inconcluso, pero que, al parecer, usted piensa olvidar fácilmente.

—¡Eso no es cierto! Le pagué todo a Dimitri —replicó el viejo.

—Claro, claro... Pero a Dimitri no le conviene que usted deje de ser su conexión con el gobierno.

—¡Me retiré!

—Nadie se retira de la mafia. Así que este es el trato: usted vuelve a ser el nexo o busca a alguien que nos de la misma utilidad. Tic tac, o al pequeño Nicholas le va a pasar más de una cosa mala.

A Bed of Thorn and Roses (Chanbaek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora