El viento sopló en esa tormentosa noche. Las nubes tapando las estrellas y la luna, cuya luz no pudo iluminar el camino del bosque, volviéndolo tenebroso pese a que era el lugar más hermoso. Sin embargo, dos personas lucharon contra la naturaleza, uno simplemente siendo obediente al seguir, y el otro necio a estar un día más bajo el hechizo del dócil.
En silencio, tal cual desde el principio cuándo él la esperó fuera del castillo, la princesa siguió el fuego mágico que salía de la mano del Rey para guiar el oscuro camino. Los daiyokais podían tener preciados poderes a comparación de los humanos, sin embargo, era irónico que los inmortales no se llevarán bien con la naturaleza, pero los mortales sí.
La azabache exhaló, cubriéndose aún más con su calentita capa. Su cuerpo temblaba ante el cambio de temperatura, la cual bajó drásticamente cuando las nubes anunciaron la precipitación de la lluvia.
—Deja de quejarte. — La tranquila voz de su Majestad ordenó, llena de fastidio.
¿Cómo es posible que la pócima haya funcionado si deja que me muera de frío? ¿Así de cruel es su amor? De hecho, todas las quejas se las estaba comiendo, ¿pero acaso él era capaz de leer mentes? Era espantoso el tan solo pensarlo.
—¿Quejas, Majestad? — Se atrevió a preguntar, insegura de a qué se refería. No había dicho ni una palabra en todo el camino.
—Tus sonidos.
—Ah... —comprendió, frunciendo el ceño. No era su culpa tuviera una audición tan buena que incluso su respiración fuera perceptible para él —. Evitaré respirar si así lo desea, mi señor.
La caminata se detuvo de pronto, obteniendo que casi tropiece con sus propios pies, pero el temor de caer se desvaneció en cuanto levantó la mirada. Ciertamente, el inmortal no se había tomado bien su sarcasmo, sus ojos dorados con pupilas pequeñas, feroces, mientras que el fuego en su mano se apagó, cayendo en una profunda penumbra. Otra exhalación salió de sus labios, pero esta vez no por el frío. La cercanía del Rey la alertó, sin saber sus intenciones.
—N-no puedo ver, Majestad —tartamudeó, nerviosa, bajando la cabeza.
Oh. Entonces su mente se iluminó. En esa situación, ella era la única que no era capaz de ver en esa oscuridad, mientras que Sesshomaru siempre pudo. Habilidad de depredador quizás. Sin embargo, fue su acto de prender aquel fuego lo que captó su atención. Pudo haberla dejado a su suerte para que lo siguiera, pero optó por permitir que también viera dónde pisaba.
—Lo sé —aseguró, su aliento chocando cerca de su cabeza gacha.
La analizó, cada detalle, teniendo ese creciente fuego que lo quemaba por dentro, gritandole que la haga suya. Aún así, el control que poseía debía ser aplaudido. Su ego le hacía creer que podría sobrellevar el hechizo hasta olvidarlo por completo.
Tenemos que marcarla. Su bestia fue inestable. Cerca de ella, ninguno de los dos podía razonar, mientras que lejos, ambos querían asesinarla.
—M-majestad —escuchó su débil voz, notando que se había acercado a su cuerpo sin ser consciente de ello. Su vista nublada se enfocó para ver como la princesa apuntaba hacia atrás.
Permitiendose salir de la ensoñación al girar su cuerpo para ver, notó una cabaña que antes no estaba allí, debajo de un precioso árbol de ciruelos. Pero ninguno de los dos se sorprendió, las brujas siempre se escabullian y dejaban ver cuándo querían. En ese entonces, significaba que ellas ya sabían que las buscaban.
Kagome buscó su mirada una vez más, con valentía, y como si estuvieran conectados, el Rey le devolvió la mirada, haciendo un movimiento con la cabeza para que lo siguiera, caminando con cautela hacia el desconocido lugar.
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Enfermo de Amor |Sesshome
FanfictionLa princesa humana anheló tanto el amor del príncipe híbrido, su prometido, cuyo corazón le entregaba a una amante de baja categoría. Pero ella no pudo soportarlo, quería su felices para siempre junto a él, por lo que, a pesar de las advertencias de...