¿Hacer aquello estaba mal? Dios, no estaba segura, pero se sentía bien. Sus caricias la cintura de su vestido, su beso pasional, siguiendo sus labios correctamente y su manera tan masculina de mantenerla en su lugar mientras se derretía por él.
La cuestión fue; ¿Por qué serle leal a alguien que no ofrece lo mismo?
Mientras su prometido estaba con una prostituta, ella estaba con un Rey... Un maldito Rey. No había razón de culpa, en ese juego, lo que hacía estaba permitido.
—¿Es suficiente? —preguntó con un jadeo al separarse, tratando de recuperar el aliento.
—Aún no —respondió de inmediato, sin dejarla procesarlo al volverla a besar.
Esta vez la tomó de la nuca, presionando contra él. Aunque deseara tocarla de más, su vestido se lo impedía, también el juramento de mantenerla casta hasta el matrimonio, no podía mancharla de esa forma. Sus dedos se enredaron en su cabello suelto, levantándolo, y algo lo mantuvo atado de manera firme. Solo cuando dejaron de besarse notó que había una decoración adicional en su cabeza, tocando con cuidado al ganarle la curiosidad.
—¿Un broche? —preguntó, dudosa, girando su cabeza para verse en el gran espejo. Sus ojos se dilataron el notar el brillante colibrí —. Es... Es el broche que quería. — La sorpresa gravada en su rostro, pero fascinada por el bello adorno.
—La vendedora dijo que te vio verlo con anhelo —informó, y aunque su tono no demostraba mucho interés, se notaba que estaba orgulloso de la reacción de ella.
Por varios segundos la Princesa no pudo apartar la mirada del colibrí, el cual luciría bien con cualquier vestuario que eligiera, sin embargo, lo guardaría para ocasiones sumamente especiales, ya que era un recuerdo atesorado por quién se lo dió.
—¿Es un obsequio? —cuestionó para asegurarse, quitándose el broche con cuidado.
El Rey la miró, ladeando la cabeza hacia un lado cuando sus ojos tuvieron un destello rojizo, pensativo, su corazón hablando al callar el cerebro.
—Es un cortejo —declaró con firmeza, sin arrepentimientos.
La mujer lo miró con un atisbo de ilusión, que se borró rápidamente cuando una sonrisa divertida achicó sus ojos.
—Usted sabe que no es adecuado, Majestad —le recordó en broma.
—¿Pedirme que te bese lo es, Princesa? —contraatacó, igual de juguetón, su mirada suavizada solo porque la miraba.
La Princesa acarició el cortejo con la yema de su dedo pulgar, asintiendo al levantar el broche —; Lo usaré pronto entonces, ya lo verá. ¿Necesita más de mí? —pregunta inocente, nivel de situación equivocado.
El albino la miró de arriba hacia abajo, negando con la cabeza; —No tienes las agallas, Azabache —afirmó, sabiendo que lo que realmente quería, ella no sería capaz.
—¿Es algo muy indebido? —vaciló al saber que sería lo único en lo que dudaría.
—¿Sabes cómo calmar una erección? — La pregunta tan directa la tomó desprevenida, paralizando su cuerpo en su lugar, pero sus ojos se movieron hacia abajo tan rápido como un rayo, agitando su corazón al ver lo que provocó en él.
Era notable, tanto que por un momento tuvo curiosidad sobre que tan... dotado era.
—No me han enseñado... —sinceró, avergonzada. Toda su postura se encorvó.
Yako dijo mil palabras por segundo, una más cachonda que la otra, siendo muy ignorado por el albino que quiso hacer una mueca al oírlo.
—¿Quieres aprender? — Su voz profunda la acaloro.
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Enfermo de Amor |Sesshome
FanfictionLa princesa humana anheló tanto el amor del príncipe híbrido, su prometido, cuyo corazón le entregaba a una amante de baja categoría. Pero ella no pudo soportarlo, quería su felices para siempre junto a él, por lo que, a pesar de las advertencias de...