Capítulo 1

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HELENA!

Me desperté cuando el molesto ruido de la alarma invadió el tranquilo silencio de mi habitación. sin tener más opción me levanté y comencé a hacer mi rutina como de costumbre.

En realidad lo estaba haciendo por inercia porque sinceramente no tenía ganas de dormir, ni de comer, ni de existir, ni de hacer absolutamente nada.

Había pasado una semana desde la muerte de mi papá y aún no lo podía asimilar.

Desde que se fue mi vida ya no tenía sentido, y lo único que quería era volver a ver al ser que tanto amaba; quería me abrazara, que me dijera que todo estaba bien, que cumpliera su promesa de que siempre iba a estar conmigo.

Pero todo estaba lejos de estar bien, yo lo sabía.

—¿Eu, estás? —la voz de mi amiga me sacó de mi burbuja.

—Sí —respondí.

Segundos después la puerta se abrió y la chica pelinegra ingresó a la habitación, cuidadosamente se acercó y me abrazó.

Pasaron unos segundos en las que el silencio inundó la habitación hasta que Agustina volvió a hablar.

—¿Estas bien? —asentí levemente. —Ya hay que irnos.

—Vé, ahí te alcanzo. —Dudó por unos segundos antes de salir.

Terminé de secar mi ondulado cabello y luego bajé hasta la cocina, donde estaban mi mamá y su esposo.

—Buen día corazón —saludó con una amplia sonrisa.

—Hola —le sonreí a medias y miré de reojo a Alex quien se encontraba apoyado en la isla de la cocina mientras comía una manzana.

—¿Dormiste bien? —preguntó mientras colocaba un plato de panqueques frente a mí.

—Un poco —suspiré cuando sentí el olor del dulce de leche—. Gracias —finalicé con una sonrisa. Tomé un pedazo de panqueque y me lo llevé a la boca, sintiendo la atenta mirada de Alex sobre mí.

Me dí media vuelta y lo miré con una ceja levantada.

—¿Qué? —pregunté con la boca llena al ver como él no apartaba sus ojos de mí.

—No, nada —desvió la mirada y se concentró en la pantalla de su teléfono—. Solo quería preguntarte si querías que te llevara hoy a la escuela.

—No gracias, iré con mi amiga, me está esperando.

—Puedo llevarlas a ambas —volvió a proponer.

—Ya te dije que no.

—Helena, no seas grosera —regañó mi madre.

—No me molesta caminar —me encogí de hombros.

—Las voy a llevar igual —se levantó y agarró su saco junto con las llaves del auto—. Las espero afuera, no te tardes.

Fruncí el ceño molesta conteniendo las ganas de encajarle una piña.

Mirá todo lo que hago por vos viejo.

¿Por qué me dejaste papá?

Seguí comiendo en silencio. No me molesté en hablar porque ya sabía que solo terminaría discutiendo con mi mamá.

Miré el plato casi vacío y comencé a recordar como era mi vida hace unos años. Éramos una familia feliz, y ahora no quedaba nada de eso.

Recordé las tardes después de la escuela en donde solamente veíamos películas, cuando visitabamos a la abuela, cuando mamá tuvo la paciencia para enseñarme a tejer porque sabía que me iba a enojar rápido, cuando ambos se decían cosas lindas y yo ponía muecas de asco. Cuando compartíamos tiempo juntos.

A mi mente llegó la imagen de la primera vez que papá me enseñó a andar en skate. Sonreí con nostalgía recordando ese momento.

¿Qué nos pasó?, más bien, ¿qué le pasó a ellos?

¿Por qué de un día para el otro se dejaron de querer?

Mis padres se separaron cuando cumplí los doce años. Días después, mi mamá nos dió la noticia de que estaba saliendo con alguien.

No soy quien para juzgarla, pero si pasé noches viendo a mi papá llorar y lamentarse porque dejó ir al amor de su vida, y porque su hija de ahora en adelante tendría papás separados.

Lo extraño demasiado.

—¡Helena! —el gritó de Alex me hizo reaccionar.

—¡Ya voy! —grité lo suficientemente fuerte para que me escuchara.

Me levanté con paja y agarré la mochila.

Me miré en el espejo y suspiré tratando de relajarme.

Va a ser un largo día.

[...]

Bajé del auto sin siquiera despedirme, sentí a Agustina correr hasta alcanzarme y caminar a la par mía.

—¿Cuál es tu primera clase? —preguntó una vez que entramos.

—Ni idea —me encogí de hombros restandole importancia—. ¿A vos qué te toca? —pregunté fingiendo interés.

—Matemáticas —bufó—. Pero bueno, te veo luego —se despidió dejando un beso en mi mejilla y la ví perderse al final del pasillo.

Caminé lo más lento posible hasta llegar a mi salón. Abrí la puerta con cuidado dandome cuenta de que no había nadie.

Genial, llegué temprano.

Arrastré mis pies hasta llegar al fondo del salón, dejé mi mochila a un lado y me senté esperando a que eventualmente alguien entrara por esa puerta.

Cosa que nunca pasó.

Fruncí el ceño y me asomé a ver por qué no había llegado nadie.

Al salir y caminar por los largos pasillos escuché voces que cada vez se hacían más fuertes.

Seguí caminando hasta llegar al gran patio hasta donde se estaba desarrollando una pelea.

Fruncí el ceño al ver tanto a profesores como estudiantes observando la escena sin hacer nada.

—¡Por Dios, que alguien los separe! —gritó una chica.

Era obvio que eso no iba a pasar, lo más probable es que si alguien intentaba separar a los dos chicos que estaban peleando recibiera una piña en el camino.

La multitud de gente hacía imposible ver la pelea. Y mi metro sesenta no ayudaba tampoco.

Caminé un poco hasta encontrar un lugar en donde pudiera observar.

—¡Buhajeruk, ya basta! —gritó lo que pareciera ser una profesora al borde de hiperventilar.

Miré al chico alto y enrulado, pareció no escuchar debido a que siguió golpeando en la cara al rubio que estaba en el piso.

Segundos después llegaron los guardias y los lograron separar.

—¡Todos vayan a sus salones de clase, no hay nada que ver aquí! —rodé los ojos ante la petición de la directora.

Regresé por donde vine y entré al salón sentandome donde estaba antes. No tardaron en aparecer los estudiantes e incluso el profesor, que luego de presentarse comenzó a dar su clase como si nada hubiera pasado.

Aburrida miré hacía la ventana observando las nubes grises que comenzaban a formarse afuera.

Recién estaba empezando la clase, pero estaba deseando que ya se hiciera la hora para volver a mi casa.

Cherry lips ; spreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora