CAPÍTULO 8

152 27 0
                                    

Una mirada llena y rebosante de hastío. TaeHyung no podía evitar entrecerrar sus ojos y fruncir el ceño con irritabilidad mientras masticaba la tostada que formaba parte del desayuno decente que se habían dignado a prepararle ésta vez; la señorita Kim ignoraba por completo su presencia, tomándose su pequeña taza de té y regalándole para nada sutiles miradas al señor Jeon que no se molestaba en devolvérselas.

Le causaba gracia, lo mucho que había cambiado en comparación a la pobretona criada a la que sus padres mantenían con un pago despreciable. Su aura, sin embargo, de perro sarnoso, se mantenía aún intacta. No había que mal entenderlo, TaeHyung en su niñez le había resguardado un afectuoso cariño a la muchacha de clase baja en su tiempo, pero ver a alguien de su posición creerse nacida en cuna de oro, siempre era desagradable para él.

Por otro lado JiMin, se encargaba de apreciar el ambiente en segundo plano, parado en la terraza-jardín con un cigarro en la mano y una sonrisa divertida.

—Cariño.

Y ese fue el detonante para que la carcajada aguda del pelirrojo escapara y TaeHyung, sorprendido ante la falta de decoro del señor Jeon al oírlo llamar así a la señorita Kim, se ahogó. Ambos le miraron sorprendidos, incluso SeokJin, que le dirigió una mirada bañada en preocupación y le sirvió con rapidez un vaso de agua.

—Gra-gracias —tosió una vez más antes de aceptar el vaso y prestó atención cuando el señor Jeon prosiguió su oración.

—Puedes cancelar las citas de hoy, me ocuparé de llevar al señor Park a su apartamento.

TaeHyung alzó sus cejas sorprendido mientras se encargaba de tragar el líquido y apoyaba con muy poca sutileza el vaso sobre la mesa de cristal. —¡No!

JungKook le miró, pero poco caso le hizo cuando la señorita Yerim le reclamó que las citas de hoy eran demasiado importante, mencionando al influyente CEO Park Hyung Sik y de paso a un tal señor Min.

—Yo ya me he instalado —JiMin tomó asiento en la mesa, justo a un lado del castaño que aún se mostraba desconcertado —. Quiero decir, daba por hecho su permiso para quedarme con TaeHyung, ¿sabe? —sonrió en disculpa, sin sentirlo realmente.

—Eso. No querrá regalarle una primera mala impresión a las visitas, ¿verdad? —TaeHyung contraatacó, sonriendo maliciosamente.

—Él tiene razón, corazón —señaló la rubia.

Un sabor amargo se instaló en la boca de TaeHyung, no por el desagrado, sino más bien por el claro dèjá vu que se visualizó en su mente: la señorita Kim llamándolo de la misma forma, mientras lo arropa de una manera tan delicada y angelical, como si aquello fuese a expresar todo el cariño contenido sin necesidad de palabras que TaeHyung muy razonablemente no llegara a comprender.

Sin crear excepciones, y mucho menos una paciencia resistente, se encargó de tomar la mano de JiMin y arrastrarlo hasta su habitación con mala cara. El mayor, acostumbrado a su mal temperamento y humor casi bipolar, no dijo nada hasta el momento en que la puerta estuvo cerrada y el castaño sentado sobre la cama recién tendida.

—Está claro, ella no te agrada —afirmó apoyado contra la puerta.

—Ellos son tan desagradables, pero hay algo más.

El ceño de JiMin se frunció y a medida que Taehyung olfateaba su apenas perceptible aroma a tabaco, el contrario ponía la suficiente resistencia en sí mismo para no acabar revoloteando sus párpados ante el fastidio que le producía el saber que TaeHyung comenzaría con su interminable trabalenguas. Se arrastró por lo liso de la puerta color cobre hasta terminar en el suelo, donde abrazó sus rodillas y miró fijo al suelo brillante que muy levemente reflejaba su imagen.

—Ya dilo.

El cuerpo de TaeHyung se sobresaltó, respondiendo a su propio desconcierto y descolocación en el asunto que comenzaba a hacer estragos en su cabeza; algo no cuadraba del todo en el lugar y él, sabiendo que sus padres harían lo imposible para que no pase un mal trato o momento, no hubieran hecho semejante cosa.

—¡No lo saben!

—¿Quienes no saben qué? —JiMin alzó sus cejas e hizo carburar su pequeño cerebro en un intento por comprenderlo. Intento en vano.

—Mis padres, ¿Por qué me enviarían de saber que ella está aquí? —cada palabra salía con exaltación de su bocota, aturdiendo al contrario que sólo le miraba hacer ademanes con las manos—. Es simple, JiMin: no lo saben.

Los ojos de JiMin se ampliaron y sus hombros se alzaron—. Bueno, ¿Y qué con eso? Tal vez al señor Jeon se le olvidó mencionarlo o simplemente no quiso hacerlo.

—¿Por qué no querría? ¿Por qué se le olvidaría?

Una sonrisa ladina y una expresión de total agobio ante sus ocurrencias fue lo que el pelirrojo le regaló, poniéndose de pie para caminar hasta él y colocar ambas manos en sus hombros con fuerza.

—¿Crees que oculten algo?

Su mirada se perdió en un punto inexistente luego de llevar uno de sus dedos a su boca para morder con nerviosismo su uña, su mente desconectándose por un momento de lo que TaeHyung continuaba diciendo y acotando en contra del señor Jeon, su supuesta amistad con su padre y el reciente amorío con la señorita Kim. Rió tontamente, su moral llegando a un límite que comenzaba desvanecerse ante todas éstas impertinencias; el castaño le miró con detenimiento, alzando sus cejas y cruzándose de brazos al saber exactamente lo que pasaba por la cabeza ydel mayor.

—Hazlo —soltó sin más.

JiMin le miró consternado y alterado.— ¡No! Taehyung, no. Sabes que no puedo, prometí que ya no lo haría.

El contrario bufó. —JiMin...

—¡No puedo violar la seguridad de un lugar como éste! ¡Iría a prisión, TaeHyung! —a pesar de sus garrafales ganas por gritar y sacudir el cuerpo delgado del castaño, se contuvo para poder acercarse y susurrar con fervor en su rostro.

—Pagaré la fianza —respondió como si se tratara de una broma.

Un suspiro profundo escapó de los labios de JiMin, que jalándose de los cabellos y tirándose a la cama, simplemente aceptó llevar a cabo tan semejante locura al oír sus últimas palabras.

Million Dollar Man •• KOOKVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora