Cap.3

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POV. Betty

—¡No me importa, Armando! —casi golpeo mi cabeza contra la mesa, ya tengo media hora discutiendo lo mismo con Armando y no quiere dar su brazo a torcer—. Ya te dije que debemos hacer el trato con Alejandra, y si tiene que tragarse su orgullo de macho ¡se lo traga!

Tuve que alejar un poco el teléfono de mi oreja pues Armando tuvo la brillante idea de responder gritando.

—¡No voy a rebajarme por nadie, Beatriz! —cierro los ojos y puedo ver la vena de Armando casi explotando—. ¡No me interesa este trato si me van a tratar como un mero empleado!

Inhalé tratando de controlar mis emociones y frotando mi vientre.

—Armando, necesito que entiendas que no eres el presidente, ni el vicepresidente y ni siquiera el director ejecutivo de la empresa —seguí bajando mi tono y se volvió un poco más áspero—. Eres el director financiero y eso te hace un mero empleado, así que te calmas y comienzas a hacer las cosas como son, porque, aunque sea mi esposo, y un accionista, no voy a tolerar que hagas que la empresa pierda dinero. ¡Ahora haga el trabajo por el que se le paga!

Sin esperar una respuesta corta la llamada y relajo mi cuerpo en la silla. Desde hace algunos días estoy sintiendo unas puntadas en la parte baja de la espalda, no sé si son por el estrés que estoy acumulando o por el bebé; pero ahora me están molestando particularmente.

—Aura, tráigame una pastilla para el dolor y algo de comer, por favor.

Corto la comunicación y comienzo a trabajar en uno de los últimos informes que tenemos de las tiendas, desde hace algunos meses he notado que los informes tienen algunos números que no corresponden a lo que hemos hecho con anterioridad; pero no he podido revisarlos con la calma que necesito para que saber con exactitud que está fallando o donde está la fuga.

Con Armando en Venezuela tratando de hacer que Alejandra acepte una fusión temporal de nuestras empresas, tengo más cosas en las que ocuparme y casi el triple de las responsabilidades que manejo cuando él está aquí; pero la tranquilidad que se siente en la oficina es casi suficiente incentivo para mantener a Armando fuera de la empresa.

—Tome, Betty, estas son las pastillas que aparecían en la receta que le dio su doctora —Aura entró y me dejó la caja de pastilla, una botella de agua y una ensalada de la cafetería a la que fui con doña Marcela—. Recuerde que hoy tiene que salir temprano, Betty.

—Si, Aura, muchas gracias. Y sí, hoy me voy a las cinco, sin falta.

Me quito los lentes y agarro una foto que tengo con Armando, específicamente la de nuestra boda y no puedo evitar sonreír, ese día fue tan especial y Armando fue el caballero ideal, ambos estábamos tan felices en nuestro matrimonio y ahora... ya no lo sé.

Él no es un mal esposo y tampoco es mala persona, su único problema es la autoridad que yo tengo sobre él, al principio solo fue me hacía desplantes o ponía mala cara; pero desde hace algún tiempo para acá, hay veces que en la casa le gusta remarcar su autoridad sobre mí y, aunque no busca lastimarme, algunas veces lo hace y sé que no es con intención; pero eso no evita que muchas veces deba recalcarle que yo soy la dueña de la empresa, su jefa y que me debe respetar.

Muevo la cabeza para sacarme esos pensamientos, me tomo la pastilla y sigo revisando los documentos; pero apenas voy por el segundo y estoy comenzado a ver algunas manchas negras y de colores sobre el papel, sé que no es suciedad pues hace tiempo me pasó algo similar y fue por el cansancio, aunque esa vez las manchas desaparecieron rápidamente y ahora solo aumentan de tamaño y comienzo a escuchar un zumbido que hace que mi cabeza se siente como si va a explotar.

El Amor Que No EsperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora