Cap.5

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Pov. Betty

No me gustan las clínicas, ni los hospitales, ni ningún lugar que tenga este olor estéril que no te abandona la nariz por mucho tiempo que pase.

Es la primera cita que tengo desde que fui hospitalizada, solo han pasado dos semanas y doña Marcela ha sido un autentico ángel estando conmigo en todo momento.

Solo tenemos poco más de un mes desde que nos reencontramos y no puedo creer que ella en este tiempo haya estado más al pendiente de mi salud que mis padres o mi esposo.

—Beatriz, respire, no es el fin del mundo, solo verán que el frijol esté bien y nos podemos regresar para su casa.

—No le diga así, doña Marcela, es un bebé no un frijol.

—En realidad es un embrión, Beatriz —dijo Lucia con una sonrisa algo altanera—. Pero para mayores efectos, sí, básicamente parece un frijol en este punto.

—¿De parte de quien estas, Lucía?

—De parte de quien me cae mejor, y en este preciso instante es Marcela.

—Si así van a ser todas las consultas, no quiero que venga más conmigo, doña Marcela.

Me crucé de brazos y les di a ambas miradas cargadas de odio, aunque al parecer en lugar de intimidarlas solo les causé gracia, pues ambas están tratando de no llorar de la risa.

—¡Sean serias, por favor! Quiero irme a mi casa.

Las lágrimas comenzaron a caer sin mi permiso, y fue suficiente para que la actitud de doña Marcela cambiara radicalmente.

—Beatriz, no llore, ¿sí? Apenas salgamos vamos a la cafetería que nos gusta y nos tomamos un rico chocolate mientras hablamos de la dudosa ética de trabajo que tiene Lucía, ¿le parece?

—¡Hey, mi ética de trabajo es impecable!

—Lucía, rompió la confidencialidad paciente-doctor cuando me contó lo que la pasaba a Beatriz, y de paso contra su voluntad.

Doña Marcela dijo eso y se encogió de hombros, Lucía por su parte tenía la mirada más indignada que jamás en visto en alguien que no sea Armando.

—Esto estará frío, Beatriz —dijo luego de dejar caer las primeras gotas de liquido sobre mi abdomen, lo que me hizo chillar un poco—. Y en mi defensa, pensé que ustedes eran amantes o algo así, porque Marcela, te veías como si fuese sido tu hijo quien estaba en riesgo —dijo con su mirada fija en en el monitor, mientras que mis ojos iban de ella hacia doña Marcela.

—¿Y esa sospecha, completamente encerrona, te da permiso de divulgar información?

—En un caso como el de Beatriz, sí, me autoriza pues su vida y la del embrión corrían peligro mortal latente. Así que Marcela, actúe en función a lo que pensé sería el mejor interés de Beatriz y el frijol.

—¡Lucía, no es un frijol!

—¡Sí es! Mírelo nada más, un frijol en todo su esplendor —mis ojos fueron al monitor y pude ver que efectivamente mi bebé parece un frijol; pero antes muerta que aceptar eso ante alguna de estas dos—. Aunque su tamaño más específicamente es el de una frambuesa; pero no deja de parecer un frijol por eso ¿Quieren escuchar el latido?

—Sí, y deje...

—¡Sí! —respondió doña Marcela con la voz un poco rota y las lágrimas brillando en sus ojos.

Mi respuesta quedó complétame opacada por la de doña Marcela, quien al parecer no se dio cuenta de lo que dijo pues solo sonreía con sus ojos brillantes, y no estaba para nada avergonzada.

El Amor Que No EsperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora