Crisis de Panamá (1885)

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Colombia se miraba ansioso, casi podría decirse que parecía tener miedo y que por eso evitaba a toda costa la mirada del chileno, Chile por el contrario lo miró largo y tendido, tomando un sorbo de aquel nuevo y costoso té que Gran Bretaña le había enviado como regalo de triunfo para felicitarlo por haber salido victorioso contra Perú y Bolivia en la guerra del Pacífico y haberse consagrado como una de las potencias más fuertes de Sudamérica.

—No tienes que hacerlo si no quieres —Murmuró Colombia, sentándose finalmente en una posición más recta que le permitiera hacer contacto visual con el chileno, a pesar de que todavía se mantenía en una actitud más bien de sumisión. —Quiero decir Sé que has ganado una increíble armada y ahora tu influencia en Sudamérica es incuestionable, pero

—Pero ¿Qué? —Lo cortó Chile, terminando el poco líquido que todavía quedaba en su taza de porcelana, otro amable regalo de parte de Gran Bretaña, para centrar finalmente toda su atención en su hermano y en lo que estaba diciendo. —¿Es por Estados Unidos? ¿Crees que no seré lo suficientemente fuerte para abogar por ti frente a él?

Colombia no necesitó confirmárselo con palabras pues el simple encogimiento en su postura fue prueba suficiente para Chile, haciéndolo arrugar con molestia el entrecejo. Sabía que muchos de sus vecinos sentían cierta ambivalencia con respecto a las relaciones con Estados Unidos, unos lo apreciaban como potencia y como aliado mientras que otros preferían mantener su distancia, optando por un comportamiento más bien receloso y algo hostil.

Y el chileno reconocía sin problema alguno que él pertenecía al segundo grupo

—Bueno, un poco, sí ¡P-Pero te aseguro que no es por que no confíe en ti! —Colombia habló, sintiéndose genuinamente derrotado y posiblemente humillado de tener que ir a pedirle ayuda a su hermano sudamericano para mediar por él en ese conflicto que no deseaba que escalara a mayores. —Quiero decir, no hay que olvidarnos que sigue siendo una potencia y aunque no haya indicios de que tenga intención de hacer una intervención armada en Sudamérica, no puedo evitar recordar todo lo que le ha hecho a México

Y ciertamente Chile tampoco. Si había algo que más le pateara el estómago al chileno era definitivamente Estados Unidos, peor aún, recordar todo lo que Estados Unidos le había hecho a su amado México, todas esas veces que lo lastimó física y emocionalmente; Chile deseaba poder hacerle frente al americano, pero declarar una guerra directa era una estupidez del tamaño del mundo, por eso la oportunidad que tenía ahora en sus manos era demasiado valiosa como para pasarla por alto.

—Estás consciente que fue tu culpa en primer lugar ¿Verdad? —Y si bien era verdad de que Colombia no tenía toda la culpa por la situación en la que se encontraba en esos momentos, eso no quería decir que el chileno estuviera contento con el comportamiento que sus supuestos hermanos parecían mostrar siempre que estaban alrededor del maldito gringo, como si tuvieran que competir entre ellos por la atención del bastardo americano. —Si no quieres que este tipo de situaciones pasen entonces no las provocas ofreciéndote con tanta facilidad a otras naciones que son más poderosas y que al final podrían terminar aprovechándose de ti, ocasionando una guerra o tal vez algo peor.

—Creí que podríamos ser buenos aliados Él dijo que no era una intervención, que solo protegía los derechos de sus ciudadanos—Murmuró apenado el colombiano. Y si bien las intenciones eran buenas, eso no quitaba que Colombia estuviera pecando de ingenuo, casi rayando en lo idiota. —Es por eso que he venido hasta aquí para pedirte que me ayudes Chile, necesito que me ayudes, no creo poder hacer esto solo, mi ejército no es suficiente y mi marina no tiene los recursos para hacerle frente a Estados Unidos, ni siquiera a sus barcos más pequeños.

¡Ah! Las palabras mágicas, justo lo que Chile estaba deseando poder escuchar. Por supuesto que iba a ayudar a Colombia, eso estaba fuera de duda y de discusión, pero la otra razón, el motivo secreto de todo aquello, era definitivamente poderle poner un alto a Estados Unidos de una vez por todas; salir a su encuentro y mostrarle al gringo lo fuerte que se había vuelto y que más le valía no meterse con él. Sudamérica era ahora su territorio y no pensaba compartirlo con ese invasor del norte ni con nadie más.

30 dias OTP (Chéxico/Méxile)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora