Se avecinan problemas

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Me dejó pasar y seguí sus indicaciones, el pasillo era bastante largo y mis nervios aumentaban con cada paso. Llegué a una puerta gris y reuniendo todo el valor que podía abrí la puerta.
Caleb se encontraba tumbado en una camilla con los ojos mirando al techo y al escuchar mis pasos sus ojos se toparon con los míos. Nos quedamos unos segundos mirándonos yo a la espera de escuchar gritos que nunca llegaron.

—Caleb, de verdad que lo siento, yo, yo no sabía..

—Shhh, no malgastes palabras en disculpas absurdas, lo hiciste por que querías humillarme ¿no? O que me sintiese tan patético como tú tal vez—dió una pausa para levantarse de la camilla y comenzó a acercarse a mí —la primera vez que me ves me gritas y dices que soy un imbécil y un niño de papá, sin conocerme ni haberme dirigido la palabra en la vida, me irritas con tu presencia, te crees superior a los demás y encima me provocas esto.

Sin poder retroceder más, me choco contra la pared, el aprovecha la poca distancia que hay entre nosotros y apoya una mano en la pared encima de mí cabeza, aprisionado su cuerpo con él mio, su mirada solo expresaba ira.
—Por eso quiero que te vayas de aquí, y no me hables en lo que te queda de vida si es necesario. ¿Lo has entendido?

Asiento lentamente sin apartar la mirada de esos ojos oscuros que me provocan escalofríos, no vuelvo a respirar con normalidad hasta que se da la vuelta para calmarse, pero yo no me muevo.

—¿Se puede saber que haces? He dicho que te vayas, realmente sabes cómo sacarme de quicio, pues que sepas que se te va a acabar rápido.

Me agarra de la muñeca sacándome a rastras de la habitación, cosa que me hace reaccionar, me zafo bruscamente de su agarré que estaba empezando a arder y sin dirigirme la palabra me deja en medio del pasillo para volver a su camilla.

***

Ya habían transcurrido dos días desdé el día del accidente, parecía que todo se había calmado un poco, pero aún no habían noticias de él. Yo estaba más tranquila después de mi último encuentro con él, esperaba que no me volviese a dirigir la palabra y así todo pararía.

Hoy en el campamento había día de agua por las altas temperaturas y por la noche una especie de gincana, así que todo el mundo estaría en el lago hasta tarde. Yo decidí quedarme en la cabaña ya que no me apetecía quedarme mirando desde lejos.
Después de estar horas encerrada en cuatro paredes decidí salir, principalmente porque mi cuerpo me estaba pidiendo algo que digerir para no desvanecerme del todo en mis sábanas.
Al ser la hora de el comer todo el mundo estaría allí.
Me puse un chándal gris y peiné mi pelo castaño en una coleta.
Cómo imaginaba el comedor estaba completamente abarrotado, cogí una bandeja para que me sirvieran y después busqué a Carolina y Amanda entre las mesas.
Las encontré sentadas con el grupo de Caleb charlando animadamente, él estaba bastante sonriente y la cosa cambió cuando apoyé mi bandeja en la mesa. Todos los integrantes de la mesa se callaron al unísono, incómoda me senté lentamente. Dirigí mi mirada hacía las chicas en busca de apoyo pero ellas no me prestaban atención solo tenían ojos para Caleb y sus dichosos amigos.

—¿Acaso no te has dado cuenta de que nadie te quiere en esta mesa? —me pregunta un chico a la derecha de Caleb.

—No yo.. yo solo.. creía que podía comer aquí.
—Tia sabes que me caes increíble, pero hacer daño a la gente usando su punto débil es horrible— dijo Carolina al notar mi cara de confusión.

Me levanté de la mesa con una sensación de impotencia y salí del comedor para volver a encerrarme en el que se iba a convertir en mi bunker con sábanas. Dios mío yo ni si quiera sabía que tenía ese problema. Después en algún momento me quedé dormida porque Amanda me despertó casi a la hora cenar.

—Oye, ¿Estás bien? Siento lo de hoy, el grupo se ha enterado de que le tiraste y todos la han tomando contigo, se que tú intención no era meterte con sus problemas del pasado y no debí aconsejarte nunca que te vengases ni nada por el estilo pero te noté enfada y pensé que solo estariais con bromas unos días y después bueno .. da igual.

—¿Entonces tú no estás enfadada?

—Claro que no estúpida, te conozco mucho menos que a Caleb y ya me caes mejor que él— dice guiñándome un ojo que provoca que las dos nos riamos.

Me sentí aliviada al tener un apoyo en está situación.
Pero lo que me preocupaba era su entusiasmo por la gincana de esta noche, yo no tenía ganas de hacer nada aunque finalmente logró convencerme gracias a sus súplicas y anécdotas graciosas.

La hora de cenar fue agotadora, Amanda me obligó a sentarme con su grupo en la mesa, yo me disculpé con todos, sobretodo con él pero en ningún momento me dirigió la mirada.

Más tarde sonó un sonido tan extraño que hizo que temblara. Los monitores entraron en el comedor y nos hablaron de las normas de la gincana.
No se podía ir más allá de las cabañas, debían ser grupos de más de cinco personas y sobretodo ir siempre todos juntos para evitar accidentes graves.

Me agarré del brazo de Amanda y salimos todos juntos. Nos dieron un mapa un tanto extraño a cada uno.
La oscuridad de la noche hacía que no viésemos casi nada de no ser por la linterna de un chico moreno que iba dirigiendo el grupo. Al girarme vi que Caleb iba al final del grupo y aligeré el paso. Cada rama que me rozaba la pierna me daba un escalofrio en todo el cuerpo. La verdad es que me daba un poco de miedo la oscuridad, eso de la gincana me parecía absurdo.
La siguiente pista estaba en una sala muy extraña la mitad del grupo se fue a buscarlo y la otra nos quedamos esperando a que volviesen.
A mí lado escuché un ruido muy fuerte y muerta de miedo eché a correr pero sin la linterna tropezé con una piedra y caí al suelo raspándome la pierna contra las ramas.

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