Fuera de control

21 3 0
                                    

Amanecí con el despertador de mi móvil indicando que el día acababa de comenzar, y tenía claro que sería largo. Cogí el primer conjunto de ropa que me encontré y junto con las chicas salí de la cabaña.

—Y bien ¿Qué te ha parecido la fogata?— Preguntó Amanda mientras caminábamos hacia la cafetería.

—Ha estado bien.

Hoy teníamos dos actividades, por la mañana teníamos taller de pastelería y por la tarde escalada.
La verdad estaba contenta, tal vez esto no era tan mala idea como pensaba.

Nos dirigimos al comedor para coger los ingredientes y después lo llevamos a unas mesas en las que habían aún más cosas para seguir las recetas. Yo decidí hacer unas crepés con chocolate ya que las solía hacer en casa con la ayuda de mi madre.
Use todos los ingredientes de mi mesa y recordé cuando mi madre y yo compartíamos esos momentos juntas en la cocina, antes de que todo y de que decidieran meterme en este sitio todo el verano.
Minutos después ya tenía la masa hecha y fui a coger la sartén dentro del comedor cuando noté algo en el pie y me caí de bruces.
Escuché varias risas a mi espaldas, estaba dolorida y casi toda la masa se había derramado por el suelo. Me levanté despacio, y al girarme me tope con el causante de mi caida. Odiaba que estropearan mis cosas y más que se burlasen por ello.

—Ay perdón es que soy tan imbécil que no veo por dónde voy.

Encima me venía con esas.

—No te preocupes Caleb fíjate que creo que ya nos habíamos dado cuenta.

—Que graciosa eres, anda, si tienes pecas, espera no, creo que es chocolate tienes un poquito ahí— metió su mano en lo que quedaba de mi masa con chocolate y me lo puso en la cara sin darme tiempo a reaccionar.

Le empujé tan fuerte que retrocedió varios centímetros tambaleándose.

— ¡¿A ti que te pasa?!— grité histérica al notar que la harina se me había metido en los ojos.

—Uy pues creo que si eran pecas, vaya lo siento, ya me voy, antes de que me dejes sordo— dijo retrocediendo con las manos en alto.
                
                                 ***
Cuando volví a la cabaña me limpié rápidamente la cara en el lavabo y me tumbé en la cama. Amanda estaba colocando su ropa cuidadosamente.

—Ese chico es insoportable, se cree que puede hacer lo que le dé la gana, encima hoy me ha arruinado el desayuno.

—Y eso que solo llevas dos días aquí, lo raro es que el no suele meterse con la gente o al menos no solía, ha cambiado mucho este año— responde Amanda tumbándose a mí lado—¿Por qué no se lo devuelves?

La miro unos segundos pensativa.

— Ya se me ocurrirá algo.

Minutos después el timbre nos indicó que la actividad de escalada comenzaría en breve.
Entramos en un pabellón enorme dónde habían bastantes materiales y en las paredes estaban situados algunos rocódromos, los grupos para cada uno los elegíamos nosotros. En orden, nos iban poniendo los arneses de dos en dos y tendríamos que competir para llegar primero a la cima.

Los integrantes de mi grupo discutían por el orden pero noté como Caleb se situó a mí lado. En cuánto dieron la señal de inicio salí disparada a por los primeros soportes, subí poco a poco, sin embargo, Caleb iba más despacio que yo, me pareció raro ya que parecía bastante atlético. A medida que subía cada obstáculo me costaba más y los brazos empezaban a pesarme, por ello Caleb me adelantó sin esfuerzo y se posicionó encima de mí.
Cuando miré hacia abajo me di cuenta de que ya estábamos a bastante altura y nadie podía ver nuestros movimientos con claridad desde el suelo, así que aproveché y tiré de su pie para desequilibrarlo. Al hacerlo él se agarró fuertemente al soporte de su mano izquierda, pero al tener solo tres dedos en él, se resbaló y calló a toda velocidad en la colchoneta.
Le miré horrorizada ya que había caído inmóvil, tenía los ojos cerrados y temblaba un poco. Pedí que me bajarán y me deslicé con el arnés hasta el suelo.
Todo el mundo lo rodeó en cuestión de segundos mientras que los monitores le agarraban para sacarle de ahí, en ese instante él abrió los ojos, en ellos se podía apreciar que estaba aterrorizado, sus manos subieron hasta su cuello y apretó con fuerza su cicatriz con tanta fuerza que le costaba respirar. Pedía ayuda desesperadamente, parecía que quería cerrar esa herida que en su mente se había vuelto a abrir y se lo había provocado yo.
Estaba inquieta, no paraba de culparme por ser tan idiota.

Busqué a Amanda entre la multitud y la encontré hablando con su grupo.

— Madre mía nunca le había visto así.

Estaba hablando con el que parecía el mejor amigo de Caleb.
Yo solo miraba a mi amiga, no sabía que decir ni que hacer. Con el pulso acelerado salí del pabellón.

Escuchaba a gente decir que estaba en la enfermería, a medida que avanzaba solo escuchaba palabras sobre el accidente de Caleb.
Llamé a la puerta nerviosa y una señora mayor me abrió.

—Hola, perdona ¿puedo ver a Caleb?

Ella sonrió con comprensión y me dejó pasar después de indicarme la sala.

Campamento Olympia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora