En la fría superficie de la luna de Vilar Quartus el suelo es de una grava pálida que corta la piel y la carne como espinas en un rodillo triturador. Tyser lo experimentaba de primera mano mientras salía volando por los aires al roce de la superficie y regeneraba los cortes casi al mismo tiempo que aparecían. A sus ojos, las estrellas y las luces del espacio danzaban y giraban en un baile que parecía no tener fin, hasta que chocó contra una estructura rocosa lo suficientemente gruesa y sólida como para frenarlo.
Cuando se recuperó del mareo y levantó la mirada caminaba con paso aburrido el mayor monstruo de la época. Haserot hacia pompas con una goma de mascar de color azul oscuro, el mismo que el de las mechas de su pelo, y lo miraba con una sonrisa estúpida e infantil. De entre los tres tuvo que tocarle el más perturbado y molesto.
- Sigo sin entender por qué crees que puedes vencerme - se burla Haserot mientras se retira la goma de la cara, fruto de una pompa demasiado grande -. Sabes de sobra que puedo cortarte con un solo gesto, pero no quiero matarte sin saber si realmente lo mereces o no - por un momento se para en seco y su mirada parece perdida en el vacío, con la boca abierta -. Mis hermanos dicen que somos responsables de nuestras capacidades, aunque Erion cree que sería prudente matarte.
Como casi todo el que hablaba con Haserot, o cualquiera de los otros dos, Tyser sintió un calambre de molestia hacia el comportamiento esperpéntico de su contrincante. Llegó justo frente a él y se agachó para cruzar miradas. Sus ojos eran ahora duros y honestos e inspiraban una inquietud que hizo temblar a Tyser, si bien lograba ocultarlo.
- Te estoy dando la posibilidad de salir indemne de esto - dijo Ulmō -. No sé quién eres ni qué pretendes, pero he oído rumores sobre alguien con el nombre de Tyserano. Sabes perfectamente que soy la fuerza conocida más grande del Triaros y, por ello, me reitero en mi pregunta: ¿qué es lo que pretendes?
Tyserano sentía la presión que ejercía la sola presencia de este ser con una intensidad tan magna que, incluso siendo consciente de sus poderes para regenerse, para controlar la humedad y el agua y sus estados, la capacidad de devorar a los propios dioses y, ahora en sus bolsillos las puertas al conocimiento de las tres normas básicas, este monstruo que lo miraba con los ojos de la noche era por mucho algo que escapaba a su comprensión.
«¿Maneja las tres normas? ¡Y una mierda! Este es capaz de más que eso, de algo que aún no entendemos». Pensó, tras adentrarse en la profundidad de sus retinas.
- Deseo acabar con todos los dioses y todos sus señores. Me temo que eso te incluirá a ti también tarde o temprano.
- ¿Y por qué deseas hacer tal cosa? - preguntó Ulmō
Tyser vaciló por un momento y su respuesta se retrasó por unos microsegundos apenas perceptibles, pero sabía que Ulmō lo notaría, no por la demora, sino por la gota de sudor que perlaba ahora su frente. Sabía que el Escipión podría oler su nerviosismo y juzgaría al milímetro su próxima respuesta.
- Creo que su Gran Juego es sádico y monstruoso. Quiero respuestas de nuestro Gran Padre, si es que aún está ahí... si es que le importa.
Durante unos segundos la mirada de Ulmō se clavó en él como una daga que buscara entre sus entrañas. Precipidata pero temerariamente, Tyserano comenzaba a barajar la idea de atacarlo y tratar de ganar tiempo cortándole el cuello y arrancándole la cabeza con Z'hrah, pero sabía que era muy improbable que eso lo frenara por mucho tiempo. Si es que funcionaba.
- Comprendo - dijo por fin -. Entiendo tus motivaciones y creo que son acertadas en su mayor parte. Pero eres un enemigo de los Escipiones según tus ideales, ¿me equivoco?
- Todo ser capaz de controlar las fuerzas del universo es un peligro. Un candidato a tirano o a villano. Debo acabar con él.
- Entiendo. No puedo permitir que continúes con tu guerra santa. Entrégame el eco que robaste y no sufrirás ningún daño.
Pero el eco ya formaba parte de él; se había encargado de que Z'hrah se lo tragase en los segundos que Ulmō meditaba su respuesta. Con un movimiento rápido y sorpresivo para Ulmō, Tyser pronunció el nombre auténtico de la retención, Hyafclaidiss, e impuso un sello temporal sobre el movimiento de Ulmō. Este, sobresaltado y furioso, trataba de zafarse de las cadenas invisibles que lo ataban a la tierra.
Dejó paso a Erion el colérico, quien emitió un rugido grave y trató con todas sus fuerzas de romper las cadenas.
- ¡Te mataremos! ¡Está zanjado, te encontraremos allá donde vayas y te mataremos!
Tyserion fue invadido por el miedo, pues sabía que era verdad, que había desatado un can que no sé cansaba y que era infrenable, pero no tuvo otra alternativa. Su misión no podía quedar ahí. Todo por lo que había asesinado, destruido y roto vidas, todo por lo que había segado sus mundos natales no podía ser en vano. Con el miedo aún erizandole el vello se fue al vacío del espacio, teniendo que las dos semanas estimadas de prisión no fueran suficientes.
La guerra santa comienza aquí.
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Diario de tu vieja
FantasyAquí van mierdas "diarias" aleatorias que iré subiendo con la mayor regularidad que mi pereza me permita. Indicaré al principio de cada una si es canon de alguna historia que esté escribiendo o tenga en mente, aunque cualquier cosa podría ser utiliz...