Al final del pasillo de piedra se distinguía la luz de la capital que ahogaba las gargantas de los escasos rumoreadores que habían oído hablar de ella. Y no era sin razón, pues de ella no salían más que sus meretrices y hombres manchados en busca de nuevos miembros que integrar a la secta de los excesos.
Minala y Vyke dieron un paso precavido al unísono sobre el mirador que se alzaba sobre la villa subterránea; era pequeño, pero saltaba a la vista que servía única y exclusivamente para impresionar a los nuevos devotos. Desde él se podían ver las casas de mármol sin puertas mi ventanas, todas de color blanco pálido y adornadas con pinturas de orgías y velas aromáticas que recargaban el ambiente y zarandeaban los sentidos.
Toda la iluminación del lugar se basaba en los candelabros y hogueras a partir de velas aromáticas que hacían del lugar un sitio acogedor, para ser poco más que una enorme cueva convertida en un sobrio pueblo de mármol subterráneo.
Vyke y Minala comenzaron a bajar las escaleras de piedra dispuestas a su izquierda, que llevaban a la calle principal que atravesaba la capital del pecado por su centro. En el interior de alguna casa alguien tocaba dulces melodías con instrumentos de cuerda y flauta que transmitían una relajación que, sobre los hombros de Vyke, parecía antinatural y engañosa; Minala en cambio, comenzando a curtirse en el viaje, aceptaba la melodía como el mecer de una cuna en su más tierna inocencia.
Notando su ensimismamiento, Vyke le dio un golpe con el codo en el hombro y Minala lanzó un quejido, pero ninguno de los dos articuló palabra alguna. Pese a lo agradable del ambiente, mantenían la cautela y los ojos abiertos en busca de la hija sucia de la reina dorada.
En las primeras casas apenas parecía haber alguien, aunque no sé aventuraban a entrar para averiguarlo. De vez en cuando se veían parejas o tríos a través de las puertas y ventanas sin cubrir teniendo sexo entre gemidos de placer. Todas las personas estaban desnudas, sin rastro de ropa por ninguna parte, y no había vegetación alguna ni animales aparte de los humanos en su estado más primitivo. Todo era monótono y sin color que contrastar con el blanco de las construcciones más allá de la propia piel con piel de sus inquilinos. Al menos, en la parte exterior.
Conforme se adentraban hacia el centro en busca del palacio del placer, los colores comenzaban a variar más. El tono verde, amarillo y violeta de la podredumbre salpicaba aquí y allá en los alimentos arrojados despreocupadamente por las paredes y la entrada de algunas casas. En otras, rastros de sangre empezaban a dejarse ver como pinturas de índole sexual haciendo referencia a fetiches oscuros, pero también conocidos en la superficie de los remanentes de la sociedad.
Era perturbador ver y escuchar a las personas que habitaban la parte intermedia del lugar, entre las casas pintadas con heces y sangre. Las casas eran más antiguas y dentro se encontraban más seres humanos que en el extrarradio. Entre ellos practicaban el sexo de formas brutales y violentas, además de la mutilación y las autolesiones y parafilias revulsivas como la coprofagia.
Minala ahogó una harcada y después volvió a tragar el vómito. Frente a ellos, en plena calle, una mujer montaba el cuerpo de un hombre decapitado mientras se untaba su sangre sobre los senos y el abdomen y se arañaba la piel con cada salto. A escasos metros otro hombre usaba su cabeza para beneficiarse.
Vyke se agachó para ponerse a la altura de Minala y le habló en voz baja:
- No pienses en esta gente como personas - dijo él -. Están en un trance psicótico en el que no nos conviene meternos. Nuestro trabajo aquí es encontrar a la hija y acabar con ella. Toda esta gente probablemente esté acabada y no solo eso, sino que intentarán unirnos a su orgía si notan que estamos aquí. ¿Comprendes?
Minala asintió. En su expresión se dibujaba la dureza frente a una fuerte impresión de la situación, pero Vyke sabía que por dentro estaba aterrada. No ha pasado el tiempo suficiente en el mundo real para curtirse y ver la depravación humana de manera tan clara.
- Bien - continuó Vyke -, entonces pégate a mí todo lo que puedas y, si alguien se acerca, no dudes el fulminarlo con tus rayos. Yo tendré un cuchillo a mano bajo la capa.
Cuando Vyke se reincorporó se encontró de frente con una mujer que medía exactamente lo mismo que él, de rostro insufriblemente bello y proporciones de ensueño. Sonreía con la picardía y el atrevimiento de una joven. Con un rápido beso introdujo su lengua en la boca de Vyke mientras buscaba debajo de su ropa con las manos. Se había quedado congelado y no podía reaccionar a los encantos de la mujer, que le susurraba promesas de amor y pasión eterna dentro de su cabeza mientras lo besaba con una lujuria que él jamás había experimentado, y saboreaba la viscosidad y amargura de su boca.
De pronto la mujer se agitó en espasmos y, en un agudo grito de ahogo, cayó fulminada en el suelo con el cabello quemado y ramificaciones de quemadura recorriendo su cuerpo. Arrancado de su ensimismamiento, Vyke vio a Minala mirándolo con furia inquisitiva y soltando chispas por los dedos. «El próximo serás tú si caes tan fácilmente».
Empuñando con más fuerza aún el cuchillo reemprendió la marcha. Conforme entraban en la parte más interior de la villa subterránea las orgías se volvían más y más monstruosas. Los actos entre vivos, muertos e incluso niños, bebés y ancianos eran tan comunes y variados como atroces y sádicos. Todas las parafilias y formas de placer se unían en un remolino de exceso y gritos de alabanza a una reina-madre de todo lo bueno y hermoso. El nombre era ininteligible, como las gárgaras con papilla durante un grito gutural. Su sola pronunciación le ponía los pelos de punta a ambos.
Sin ninguna interrupción llegaron a la entrada del palacio del placer. En su interior colgaban telas finas a modo de cortina que impedían la visión a varios metros de distancia, y por el suelo de granito las velas aromáticas de color rojo salpicaban toda pureza. En silencio, atravesaron las telas colgantes siguiendo el sonido suave de la piel contra la piel, esperando otra repugnante orgía.
Cuando hubieron caminado lo que estimaron como veinte metros de telas y velas, salieron al centro de la mansión, donde una hoguera iluminaba todo el lugar y se situaba en el centro de un gran círculo de parejas que practicaban el sexo de manera diferente a las vistas hasta entonces, pues en lugar de lujuria o filias, lo que reflejaban las parejas era auténtico amor y pasión por el otro. Pero eran algo distinto a los demás.
Sus cuerpos eran de un tono rosado cercano al rojo y todos lucían cicatrices o la ausencia de algún miembro. Ni uno solo de los participantes parecía notar la falta de los miembros y se desenvolvían como en trance. Y, como si de un sacerdote perverso se tratara, sobre el altar se encontraba una criatura humanoide del color de la sangre sentada sobre su trono. Tenía cuatro brazos armados con largas uñas de color negro; sus piernas eran fuertes y con los pies deformados hasta terminar en una única planta sin dedos a excepción de uno grueso. Su rostro era el de una mujer, de boca y labios gruesos y tentadores, pero su cabello era largo y grueso como el de un hombre. Lucía los pectorales de un hombre, pero si parte mas baja nacían los senos de una mujer, y su abdomen dibujaba también las líneas seductoras de una. Debajo, poseía los miembros de un hombre y una mujer, y dos colas de aspecto carnoso y terminadas en una bola de vello asomaban a los lados del trono. Unas alas hechas de algo similar a los dedos de una mano se unían con fibra de piel pálida y estirada. Sobre la criatura, una anciana gozaba del placer de la carne de ambos, pero la bestia se mostraba aburrida.
Tanto Vyke como Minala tragaron saliva y se plantearon la calidad de la idea que tuvieron al ir en busca de aquél lugar. Lo que tenían en frente era algo que su entendimiento no podía procesar y estaba escrito en los libros de la academia de Minala, ahora convertidos en cenizas, como la venida de la salvación o el sufrimiento.
La criatura notó su presencia y reparó en ellos, clavándoles sus ojos rasgados. En ese mismo momento, todos los participantes de la orgía volvieron sus miradas hacia ellos con una réplica exacta de los ojos de la criatura.
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Diario de tu vieja
FantasyAquí van mierdas "diarias" aleatorias que iré subiendo con la mayor regularidad que mi pereza me permita. Indicaré al principio de cada una si es canon de alguna historia que esté escribiendo o tenga en mente, aunque cualquier cosa podría ser utiliz...