Ser devoto

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Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de College n Curls.

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Ser devoto

Aparecieron los primeros rayos del alba cuando por fin amainó la tormenta. El oscuro cielo nocturno se teñía de rosa. Sin la ayuda de un mapa ni de los ojos de Hinata, no tenía ni idea de adónde se dirigía. Lo único que podía hacer era seguir avanzando. A través de los extensos campos blancos. Más allá de los densos bosques. Tenía los dedos de los pies y la nariz tan fríos que le ardían, pero eso no le impidió seguir. Llevaba tanto tiempo caminando que cuando por fin vio una luz a lo lejos casi no lo creyó. A medida que se acercaba y el cielo se iluminaba, pudo distinguir la gran silueta de un edificio. La luz procedía de una habitación en la parte superior del extremo izquierdo. Casi tan pronto como pudo confirmar que la luz no era una alucinación, se detuvo.

El Uchiha apretó los dientes y avanzó contra el frío viento. Que la luz se apagara significaba que alguien estaba despierto. Alguien que, con suerte, podría ayudarlos. Cuando llegó al umbral, levantó el puño para llamar, pero la puerta se abrió de golpe. Allí estaba una de las mujeres más ancianas que había visto. Encorvada, arrugada y totalmente sorprendida de verlo en su puerta. No ayudaba que estuviera cubierto de sangre, la cual no era suya. La anciana se apresuró a entrar antes de que él pudiera decir una palabra, pero cuando estuvo a punto de cerrarle la puerta en las narices, Hinata se revolvió.

—S-Sasuke... —gimió débilmente.

Al oír la voz de Hinata, la anciana abrió la puerta y los hizo pasar. Su mirada cautelosa no disminuyó a pesar de permitirles la entrada. En todo caso desconfiaba más de él.

—Ponla en el sofá —la anciana carraspeó—. ¿Qué le has hecho?

Sasuke se lamió los agrietados labios, sentía la garganta demasiado seca para hablar. El salón que los rodeaba era anticuado, con muebles que parecían más propios de la mansión Hokage. Incluso el sofá en el que quería que pusiera a Hinata parecía demasiado costoso para que lo estropearan con barro y sangre. De todos modos, la dejo allí.

—Nos atacaron.

—¿Por qué demonios llevas a una chica en medio de una tormenta?

No importaba lo que le dijera a esta mujer, él iba a ser el culpable de la condición de Hinata. Y no se equivocaba. La anciana empezó a quitarle la capa a Hinata y jadeó al ver los moretones negros y azules que empezaban a formarse en su rostro. A pesar del frío que hacía, ella sudaba profusamente y su oscuro cabello se le pegaba enfermizamente a la frente y cuello. La anciana se volvió hacia él y lo miró con disgusto.

—Se golpeó la cabeza.

—Querido Kami —susurró la anciana—. Quédate aquí.

Los dejó para ir a ocuparse de algo en la cocina. Luego volvió con agua y trapos para limpiar la sangre.

—Tienes suerte de haber llegado aquí, muchacho, el pueblo aún está a diez millas al este —dijo—. Las heridas en la cabeza pueden acabar con una persona en un abrir y cerrar de ojos, pero parece que ella quiere aguantar.

Aguantar.

Por primera vez en años sintió que la esperanza se abría camino en su marchito corazón.

—¿Por dónde se va al pueblo?

La anciana detuvo la limpieza de Hinata para mirarlo de arriba abajo. Unos ojos marrones oscuros lo atravesaron. Desconfiados. Escépticos. Entonces ella sacó una ficha de madera de debajo de su ropa y se la entregó.

Ser una UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora