Extra V

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—¿Cuando son citas en el acuario se supone que alguno debe saber, no?

A la pregunta de Tanjiro, Kanao solo puede encogerse de hombros y evitar su mirada.

Ella pensaba que esa responsabilidad recaía sobre sí misma, quien estaba en verdad «enamorada» en la relación.

Siempre hacía todo lo que podía: Ofrecía comida, cargaba los bolsos, le daba bebidas, le regaló un Hodwils e incluso puso una foto juntos como foto de perfil. Además, siempre que algún tipejo raro se le acercaba, anunciaba en voz alta que tenía novio.

Sin embargo, que el día anterior (viernes), justo recién cuando se iban a separar, él la invitó al acuario. Fue tan de improvisto que apenas llegó a casa empezó a pensar en qué usaría y decidió irse a dormir temprano, para tener tiempo para arreglarse.

Apenas pudo pegar el ojo esa noche. Cuando por fin durmió, no se levantó con la alarma. Se levantó tarde, se alistó tan rápido como pudo y llegó diez minutos después de la hora de reunión.

Pidió perdón reiteradas veces, sintiéndose terrible por tal falta, aunque Tanjiro la calmó a punta de halagos y felicitaciones por otras cosas.

¡Aún así sentía que podía dar más!

Y ya iba mal. En verdad no tenía ni idea de qué se hacía en los acuarios, además de ver peces.

—Lo sien-

—Yo intenté estudiar, pero estoy tan nervioso que me olvidé de todo. Ja, ja, ja...

Su risa incómoda llamó la atención de Kanao, quien lo detalló un momento.

La luz azul de las peceras inmensas le permitía ver a su acompañante. El pelirrojo iba bien vestido, con una cazadora blanca sobre una camisa negra y unos pantalones y zapatos que rimaban extrañamente bien. Seguramente propuestos por su hermana Nezuko, o su mamá.

Su pelo estaba bien ordenado, seguramente se había aplicado alguna crema, lo cual era raro.

Él no andaba con una apariencia muy desarraglada, pero nunca lo había visto como esa vez.

—Aunque son realmente bonitos de ver, aunque no se sepa de ellos ¿no? —continuó, moviendo la atención de Kanao hacia las peceras.

—Bonito de ver aunque no se conozca, eh. ¿Hablas de mí?

Ante el repentino y mordaz comentario de su pareja, Tanjiro tomó su mano e inconscientemente ella dio una vuelta en su lugar.

—Tanto que da gusto esforzarse.

Aunque quiso soltarle la mano e irse lejos por la vergüenza que le causaba su actitud coqueta, se aguntó valientemente y jugueteó con él.

—¿Esfuerzo? ¿Cuánto tiempo dura la gestación de las sardinas?

Él no la soltó, ya que ella tampoco lo hizo, por lo que movió su agarré de la mano derecha a la izquierda en un movimiento suave y estilizado, casi como de baile, al tiempo que hablaba:

—Como decía, la mejor parte de los acuarios es su atmósfera tranquila y callada.

—No mucha gente viene.

—Y los que llegan, salen encantados.

Ella soltó sus manos y caminó un tanto al frente de él.

—Mentiroso —murmuró entre dientes, contiendo a duras penas las mariposas en el estómago.

[ • • • ]

Tanjiro aún desconocía qué sentía por Kanao.

Era un hombre tan consciente que sabía lo que estaba haciendo mal.

Improvisto - TanjiKanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora