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La primera vez que contempló la idea de llamar a alguien suegro, no había salido tan bien como pensó. A decir verdad, su relación con el padre de Nene siempre había sido un poco difícil. No importaba cuánto tratara de ganarse su favor, simple y sencillamente el señor Yashiro no aprobaba su noviazgo; aunque bueno, igual no era como si esa situación pasara más allá de evidentes rechazos y ser ignorado en fiestas familiares, pues la señora Yashiro era quien llevaba la batuta en el matrimonio y por lo tanto las puertas de su hogar estaban siempre abiertas para él.

Le hubiera sentado de maravilla que fuera el padre de Nene quien lo hubiera estrechado de la misma manera que el tarado de Katsumoto, que festejara y celebrara la decisión de unir ambas familias con el mismo entusiasmo que el anciano rancio. Sí, le hubiera gustado mucho más que la primera vez que se festejara algo así, fuera por la unión de Nene y Amane, no la "unión" del Séptimo y... como fuera que se llamara.

—¡Antes de que sigamos festejando! —Interrumpió al viejo antes de que volviera a abrazarlo—. Primero necesito comentarlo con Tsuchigomori, ya sabe como es sobre este tipo de asuntos, aunque no creo que haya problema alguno. Tal vez en unos meses podría celebrarse una fiesta de compromiso en lo que su hija se adapta a las reglas y responsabilidades de la organización —comentó, tratando de no vomitar ante el mero pensamiento de compartir vida con alguien más.

—¡Oh sí, no te preocupes, entiendo perfectamente! Sé que ustedes tienen sus propias reglas y no hay problema, ¡Hoshikiri demostrará estar a la altura!

—No lo dudo. En dado caso, ¿qué le parece si en tres días la viene a dejar para que se acostumbre a su nuevo hogar? —sugirió, esperando tener un poco de tiempo en lo que terminaba de digerir la tontería en la que se había metido.

—¿Tres días? No muchacho, ya traemos sus cosas en el maletero, puede quedarse desde hoy mismo —informó emocionado.

—Bu-bueno, lo mencionaba porque sé que puede ser un cambio drástico y no quisie–

—Agradezco que quieras ser considerado con ella, pero de hombre a hombre te daré un consejo ahora que serás mi hijo político; no consientas demasiado a las mujeres. En cuanto te toman la medida no hay quien las pare, debes ser siempre firme y no dejarte llevar solo porque lloren y se quejen, todas son unas malditas perras mentirosas que no sirven para otra cosa que no sea abrir las piernas y parir.

Apretó los puños, sonrió forzadamente, aún más de lo que había estado haciendo todo ese día, y trató de controlar el tic en su ojo.

—Gracias por el consejo.

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La noticia le cayó como un balde de agua fría, no creía que el de cabellera oscura y mirada profunda fuera a aceptar la propuesta tan descabellada de su padre y aun así, ahí estaban el par de varones comunicando a las féminas dentro de la sala de estar la decisión del monstruo de tomarla como esposa.

Sus piernas temblaron, casi deja salir un grito, una lagrima rodo por su mejilla y de no ser porque la chica de kimono decorado de camelias tomó su mano, muy probablemente hubiera empezado a sollozar.

Por más que trataba de convencerse de que todo eso no era más que una pésima broma de mal gusto, no era así. La sonrisa de su progenitor lo decía todo, no necesitaba comprender las palabras o siquiera digerir lo que fuera que se estuviera discutiendo.

Sintió a su madre abrazarla antes de que se fuera, escuchó a su padre murmurar algo contra su oído antes de despedirla para siempre y aun así, lo único que podía hacer era observar fijamente a quien se volvería su verdugo y de la misma manera, ese sujeto de apariencia humana y entrañas de demonio le devolvía la mirada. Algo se lo decía, por más que sonriera, no estaba para nada feliz. En ese par de orbes tan oscuros como la noche de luna nueva, no podía ver más que odio y rabia.

¡Aléjate de mí!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora