divertido

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– y bueno, enzito, mi mati tampoco es un genio pero se mantiene —.

matías se quería morir. quería que la tierra se lo tragase. su madre nunca llegaba tan temprano, y justo se le había ocurrido hacerlo en el peor momento.

nunca se había movido tan rápido como en aquel instante inesperado, bajándose del regazo de enzo al escuchar la conocida voz.

– comprende muy bien los temas, personalmente veo potencial –.

el profesor se estaba sonriendo como desquiciado, todo amable y caballeroso frente a los ojos de la madre de matías. era terrible, ella lo amaba.

aún estando sudados, se sentaron en la mesa junto a ella para estar unas buenas horas en la cena a la que invitó a enzo. el mayor solo pensó unos segundos, para luego voltearse y responder que con gusto se quedaría, ignorando el sonrojo evidente de mati.

– ¡me alegro! ¿y cómo está tu madre? –.

ella estaba sentada del otro lado de la mesa, asi que por alguna maldición del destino podía ver plenamente la carita del menor ardiendo.

matías apenas podía comer, teniendo a enzo a su lado con su olor a perfume caro y respirando tan tranquilamente. podía oír su voz en la conversación con su madre; tan grave y ronca que hace unos minutos lo mandoneaba a hacer lo que él quisiese.

el menor sintió su piel erizarse, junto a una ola de escalofríos helar los bordes de su piel. al bajar su vista vio la mano grande del profesor posada sobre su muslo, sin apretar ni manosear, solo un leve toque. no se dio el lujo de subir la tela, pero sí de permitir las yemas de sus dedos rozar con la piel blanquecina que alcanzaba a tocar. la respiración de matías se agitó, casi agorándose.

– mi madre insiste con que siga dictando clases en la universidad –. matías se estremeció, acaso también daba lecciones?

– ay, sería maravilloso, capaz y te topas con mati –. el menor se sobresaltó al escuchar su nombre, la mano de enzo apretó su muslo en respuesta.

– yo enseño matemáticas para derecho, también. – dice enzo. matias no podía creerlo. quería morirse ahí mismo. el mayor sabía que la faceta atrevida del nene estaba siendo desafiada por el infortunio del momento.

– por eso fuiste la mejor opción, enzito – responde julia.

la tela empieza a subir, y matías lo permite, lo desea. quiere que enzo lo toque, quiere que meta su mano dentro del short y lo haga venirse ahí mismo, pero no puede. sin darse cuenta, empezó a jadear. enzo seguía comiendo tranquilamente mientras conversaba. no podía creerlo, enzo enseñaba en su facultad, o quizá era una mentira de mal gusto para ponerlo más nervioso.

– esperen, me está llamando mi hermana. vuelvo enseguida – indica julia, levantándose de su sitio cuidadosa.

la mano de enzo se escondió en su short completamente. volteó, encontrándose con la mirada nerviosa del menor.

– ¿ahora no estás tan atrevido, eh? – susurra el profesor, apretando más fuerte.

matías toma el antebrazo de enzo entre sus manos débiles, como suplicando por él.

– está mi mamá – dice matías.

– está –. responde enzo, masajeando el muslo de mati, mirándolo con esos ojos profundos que lo volvían loco.

– quiero besarte –. confiesa el menor, acercándose a sus labios. en lugar de un beso, recibe un duro apretón que lo hace gemir del dolor y apartarse.

– compórtate, ¿si? – ordena enzo, y matías sólo desea obedecerle.

– ¡bueno! ¿en qué nos quedamos? – dice la mamá de matías desde la cocina una vez termina la llamada.

‧₊˚

las calles estaban a oscuras, y el auto de enzo se encontraba afuera de la casa estacionado. extraño, matías nunca se había fijado en el vehículo.

el profesor se despidió de la madre del chico, quien ahora estaba en una ducha tranquila.

– ¿vendrá el miércoles? – pregunta matías inocentemente.

– dejá de jugar así, matías – responde enzo, algo cansado de las provocaciones del nene. ninguno de los dos abre la puerta, solo es enzo, apoyando sobre la madera y con otra temblando sobre la cintura de matías.

– está todo oscuro, sólo uno – susurra el chico, poniéndose de puntillas para alcanzar la boca de enzo en una súplica.

– vos nunca estás satisfecho, ¿eh? – ríe enzo. matías solo siente más ganas de besarlo.

– por favor... –. así que enzo cedió, uniéndose en un beso lento, jugando con sus lenguas y lamiendo con cuidado los bonitos labios del chiquito. no eran agresivos, más bien cuidadosos con los ruidos, pero ello hizo que se disfrutaran más. matías sintió su estómago estremecerse, como si hubieran ahí  mariposas danzando de emoción. se sentía tan caliente, tan atraído hacia aquel hombre hermoso y masculino. se separó, gimiendo bajito como queja. jadeaba tanto que le dio vergüenza. sus ojos entrecerrados se veían preciosos bajo la luz de la luna que se colaba por los vidrios de la puerta.

– sos tan bonito –. susurra enzo, sosteniendo al chico del cuello y la cintura, acercándolo para repartir besos por su cuello. matías sólo se deja, adorando la devoción con la que el mayor rozaba sus labios contra su piel. – esto está tan mal, chiquito – lo escucha decir.

– no, no me importa... – gime matías, cuando siente ambas grandes manos del profesor en su cintura, apretando sin piedad alguna, casi levantándolo del suelo. él sube su pierna, buscando contacto.

– sos tan livianito... podría simplemente... –

– p-profesor –. el menor tuvo que interrumpirlo. no podía más. si esto duraba incluso unos segundos, moriría ahí mismo. así que besó a enzo, sus brazos acercándolo por la nuca en un abrazo casi tierno.

su respiración seguía agitada, pero quería más, no quería dejarlo irse. quería llevarlo a su cuarto y dejar que enzo lo siguiese mandoneando.

– no nos podemos atrasar en las clases, matías – susurra enzo con seriedad cerca a su oreja, esas manos fuertes aún en su delgada cintura. – el miércoles quiero que te concentres –.

– lo que usted diga – responde el menor, con una sonrisa boba, atolondrada por el placer que sentía y que necesitaba tener.

se separaron casi sufriendo, matías abrió la puerta de la casa, sintiéndose borracho del deseo. enzo se acercó a besarlo una última vez antes de irse. tendría tiempo para pensar en sus decisiones de vida una vez solo en el auto.

cuando el vehículo desapareció, matías quería morirse. aún sentía las manos de enzo sobre él, las marcas en su cuello dolerle y sus labios hinchados zumbando.

lo necesitaba, e iba a conseguirlo.

subió las escaleras, poniéndose una campera encima que tapase las marcas en su cuello.

– ma, ¿sabés si el profesor vogrincic estará dando clases de verano en la universidad? – habla desde afuera del baño.

– ¡espero convencerlo! deberías ir a una de sus clases –.

con esa respuesta estaba más que satisfecho.

"número desconocido: buenas noches, matías. tu madre me envíó tu número para coordinar a qué hora podía llegar mañana. saludos".

matías sonrió. esto sería divertido.

‧₊˚profesor particular ༄ ‧₊˚enzo x matíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora