las horas se pasaban tediosamente lento para ser un viernes por la tarde. su casa estaba sola, como de costumbre. su madre había salido a trabajar desde las 7 de la mañana. estaba nervioso, era la primera vez que recibía clases particulares y ahora tenía que recibir al profesorcito. seguramente era un cuarentón aficionado de las matemáticas, con el sueño frustrado de haber publicado un libro al respecto. estaba aburrido, aburridísimo. pero era conveniente, recibir clases de verano le daba ventaja sobre todos los demás inútiles que estarían en su universidad.
matías estaba acostado en su cama, vestido con un par de shorts holgados beige y una camiseta blanca que le colgaba del hombro derecho. su pelo seguía largo y bien cuidado, por más que su mamá le dijera que se lo cortara no pensaba hacerlo pronto.
su brazo se cansó de tanto agitarlo en abanicadas para darse aire, enfrentando el calor abrasador de febrero. justo cuando había tomado su cajetilla de marlboros y su encendedor favorito...
– ay, la puta madre –.
el timbre sonó.
se apresuró en guardar los artefactos en sus bolsillos. llegar hasta la puerta era todo un trámite, la gran casa tenía cuartos enormes que protegían la viviendo con un silencio abrumador.
llegó a la gran puerta doble, respirando con fuerza antes de tomar el seguro, desatarlo y abrir la manija.
– ¿matías, no? –.
estaba jodido.
sucede que el profesor no era lo que uno se imagina cuando piensa en un profesor, era más bien un hombre joven. aparentaba unos 25 años. era más alto que matías, llevaba una camisa blanca remangada que dejaba ver sus brazos bien formados. iba al gimnasio, eso era seguro. su cabello era negro y ligeramente crecido por la nuca, con mechones que caían por su frente delicadamente. sus ojos oscuros lo miraban como si quisiese saber de él, todo de él era intimidante y misteriosamente atractivo.
– ¿vos sos enzo? – soltó matías, examinando de pies a cabeza al otro, rogando al cielo porque fuese un error y solo se tratase de un amigo del vecino.
– sí, un gusto – el mayor le tendió la mano. carajo. matías sólo lo miró antes de despertar del trance y corresponder al saludo amistoso. sintió un ligero escalofrío al rozar su mano con la de enzo, particularmente por la fuerza con la que el pelinegro la apretaba.
lo invitó a pasar. era innegable que el profesor estaba impresionado por el tamaño y estilo moderno de la casa.
– ¿quiere algo de tomar? – preguntó matías casualmente.
– un vaso de agua, si no es mucho pedir – sonrió enzo.
esa sonrisa tenía algo que matías no lograba descifrar qué era, pero le hacía retorcer la parte baja del estómago.
el mayor lo siguió hasta la cocina, algo confundido por la arquitectura del lugar. recostó sus antebrazos en el mostrador, mirando como matías llenaba un vaso cuidadosamente con agua helada y purificada del refrigerador.
pero no se la entregó caminando hacia él, sólo mantuvo el vaso, invitando a enzo a acercarse. sabía bien lo que hacía, pero quería estar seguro.
enzo alzó sus cejas dándose cuenta de la maniobra, caminando lentamente hacia el menor, notando gracias a la cercanía, la camiseta del chico que revelaba su hombro descubierto. le costó un poco tragar el agua ante tal revelación, no sabía ni qué decir.
– ¿empezarás recién la universidad? – preguntó tras un par de sorbos.
la mirada de matías se perdió en las facciones del mayor.
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‧₊˚profesor particular ༄ ‧₊˚enzo x matías
Fiksi Penggemarmatías era pésimo en matemáticas, en absolutamente todo lo que tenga que ver con ello. gracias a enzo la cosa podría hacerse más divertida, ¿no?