La casa de mi abuela continúa en penumbras cuando regreso. Mejor así. Cualquier luz ahora mismo me haría sentir incómoda. El camino hasta aquí lo tengo algo emborronado en mi mente, pero lo importante es haber llegado.
Entro a la habitación de mi abuela y, efectivamente, sigue muerta. No sé qué esperaba. Quizás que mi mente me jugara malas pasadas. O enloquecer del todo si eso me permitiese tenerla otra vez conmigo. Voy a mi cuarto y me alisto. Saya plisada de cuadros blancos y grises, mi top de Hello Kitty, mallas de rejilla, botas altas y mangas en los antebrazos para cubrir las marcas. Cuando me subo la del brazo derecho veo su nombre: Alexander.
Alexander. Alexander. Alexander.
Alexander.
Alex.
Quien yo creía mío.
Al poco de comenzar nuestra relación me corté su nombre. Tan especial que era para mí. Y lo sigue siendo.
No se borrará de mi piel. Miserable traidor. Así recordaré mi deber.
No fue mío tu cuerpo, pero sí lo será tu muerte.
Pero yo sí soy tuya y eso no cambiará nunca.
Tomo mis tijeras y lo dejo claro con la palabra "tuya" cortada en la cadera. Ahí está esa imagen otra vez. El carmesí celestial. La sensación de gloriosa satisfacción. Las gotas escurridizas de sangre. Me emociono y me hago algo más: un corazón en la mejilla. Mi primera marca totalmente visible. La primera que grita "hago ésto, me siento bien haciéndolo y me da igual lo que pienses porque no me queda nadie a quien pueda dolerle verme así". El primer reflejo de que ya no soy la misma; aquella que contenía sus instintos.
Me pongo el colgante con la inicial de mi chico y la gargantilla de cuero. A ésta le añado la cadena que sujeta mis tijeras. Me coloco el cinturón, recojo mi cabello en dos coletas y acomodo el flequillo.
Antes de salir, vuelvo junto a mi abuela. Me acuesto a su lado, le acaricio el rostro y le tomo una mano.
-Volveré pronto -le digo casi segura de que miento. No pienso demorarme. Pero no creo volver. No se me ha perdido nada aquí.
Saltando al mismo compás de la cancioncilla que se reproduce sin ton ni son encamino otra vez el viaje a casa de Alex. Mas vale que esa tipeja haya salido de ahí. No quisiera encontrármela de nuevo, no tan pronto al menos. Ni tener que esperar a que se marche. Mis planes para con ella vendrán luego.
Bien. Al menos en el porche no están. Pruebo suerte llamando a la puerta. Escondo las tijeras en los pliegues de la saya mientras aguardo.
Alex abre la puerta.
Está tan guapo. Y tan marcado por el aroma de otra que puedo ver cada una de esas intrusas huellas en su piel. Aguanto con todas mis fuerzas el impulso de tachar cada una de esas huellas con un cuchillo de cocina. Tanto que deseaba su consuelo, un abrazo suyo. Ahora me da asco. Y siento asco de mí misma por esa gran parte de mí que sigue deseándolo, que sigue necesitándolo. Quisera también poder acabarla como a él.
-Shadow -me nombra sorprendido. "¿Qué pasa, bebé? ¿Esperabas a alguien más?" -Estaba a punto de llamarte.
Por supuesto. Claro, claro. Se me escapa una sonrisa y cubro mi boca para que no se percate que conozco cada una de sus mentiras.
-Mi abuela murió -suelto, aun riéndome, y entro a su casa sin pedirle permiso. Ya me echará si tiene a la tipeja aquí. Para mi alivio, cierra la puerta detrás mío y me presta toda su atención. Sí, justo eso necesito que hagas, Alex.
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Shadow CuteCut
Short StoryElla lo ama, con todo lo que signifiquen las palabras "amor", "amar", "enamorarse"; pero también "dependencia", "depresión", "obsesión", "locura". Él no es consciente de que jugar con alguien de corazón tan grande y mente tan perturbada es como hace...