Capítulo 2: Jack Wilson entra en escena

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Por la noche, Rose cayó exhausta en su sofá. El descenso térmico era evidente. Esta vez, aparte de su bata también precisó una manta para abrigarse mientras conectaba su televisor. Su hermano Robert emitía en directo desde los estudios televisivos de Alabama. Se produjo una conexión en directo con reporteros que, desde distintos puntos geográficos de Alabama, entrevistaban a quienes afirmaban haber avistado ovnis. Uno de los testigos había sacado una foto con su móvil que, con mucho gusto, enseñó a los telespectadores. Se trataba de un objeto ovalado que desprendía destellos de luz.

─Qué hermoso es ─pensó Rose.

Se disponía ya a prepararse la cena cuando, de repente, oyó un estruendo en el jardín. Salió muy asustada y su mirada se encontró con la de un guapo desconocido.

Un chico de complexión atlética de unos dos metros de altura le observaba con un brillo pícaro en su mirada penetrante. Sus ojos azules inspiraron a Rose plena confianza. Su corte moderno despuntaba con un flequillo con mechas blancas en la punta. Estaba embutido en un mono negro que resaltaba su musculatura. El visitante levantó con sigilo sus manos a modo de cautela.

Por alguna misteriosa razón, Rose no podía desviar su mirada de los ojos del muchacho, como si ejercieran un poderoso magnetismo sobre ella del que no podía escapar.

─¿Quién...quién eres? ─acertó a preguntar entre titubeos.

─Tranquila. No era mi intención asustarte. Me llamo Jack Wilson y...he sufrido un percance. Pilotaba mi nave y he tenido un accidente. Mi astronave se ha estrellado contra un árbol en el campo, cerca de aquí. Como puedes comprobar he salido ileso porque he podido abandonar mi asiento por un mecanismo de propulsión antes de que se produjera la colisión.

─¿En serio? ¿Cómo has conseguido entrar en mi jardín? Las vallas están electrificada ─en su interior Rose bullía de emoción con este chico ¿extraterrestre?

─Es una larga historia, señorita...

─Rose, Rose Russell.

─Qué nombre tan bonito ─respondió Jack mientras esbozaba una sonrisa.

Al observarle detenidamente, Rose pudo comprobar que Jack tenía algunos rasguños en la cara y se movía con cierta dificultad.

─¿Estás herido? ─le preguntó preocupada.

─Tan solo algunos cortes sin importancia y creo que...me he dislocado un tobillo.

─Te ayudaré ─respondió Rose mientras cogía un antiséptico que tenía en su botiquín y un vendaje con el que le cubrió el tobillo.

─Lo mejor para que mejore tu pie es el reposo.

─Lo sé, lo sé.

Un poderoso impulso cuyo alcance no acertaba a comprender inducía a Rose a ayudar a ese chico.

─Jack, seguramente estarás hambriento. Precisamente, me disponía a cenar. ¿Te gustaría acompañarme?

─Qué amable eres, Rose. Muchas gracias ─matizó Jack con un gesto afirmativo.

Entraron y se acomodaron alrededor de la mesa que presidía el salón. Rose en seguida se apresuró a servir ricas vituallas que Jack engulló con buen apetito. Rose no se reconocía a sí misma. Contra todo pronóstico, había invitado a un desconocido a cenar a casa. Si revelaba este hecho a su padre la lluvia de críticas estaba asegurada.

Este joven ejercía sobre ella un fuerte magnetismo. Lo mismo le sucedía pero en menor intensidad cuando acudía a algún museo de arte y se quedaba prendada de alguna obra. Se mostrara un paisaje de ensueño o un bello cuerpo cincelado, ella no podía apartar la mirada de la creación. Pero esta sensación era diferente, sin duda, y solo podía significar que Jack le gustaba y mucho.

El tridente del poder. 1. La Tierra en peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora