DOS

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CAPITULO 2

Lucía no pudo dormir sabiendo lo que había pasado antes. Así que en vez de eso pasó la mayoría de la noche con la música a todo volumen en sus auriculares, mientras miraba al techo e intentaba evadir sus pensamientos, pero eso no ayudó mucho, sin embargo.

No pudo evitar preguntarse lo que Rosina había estado pensando. Ella había hecho de sus vidas un infierno los últimos cuatro años. ¿Cómo podía esperar que sean algo más que amargas con ella? Lucía tenía tantos sentimientos acumulados hacia la joven, que ella se sorprendió que no había conectado primero con la cara tan pronto como la vio en la puerta.

Pero se había producido un cambio en Rosina, también. Lucía se seguía diciendo que Rosina estaba fuera de sí, pero eso no era una buena respuesta para todo lo que estaba pasando. Había algo más que estaba contribuyendo en el cambio de la chica, y Lucía deseaba poder adivinar que era para alimentar su curiosidad.

De vuelta al instituto, todo el mundo conocía a Rosina. Era la chica que tú amabas u odiabas, todo dependía de la forma en la que te tratase. Si a Rosina le agradabas tu vida era fácil, si tenía algo contra ti, estabas jodido. Rosina tenía el poder de convertir la vida de la gente en un infierno, y eso es lo que le pasó a Lucía.

Las noticias se propagaron rápido después del incidente en la cafetería. Lucía pronto comenzó a recibir nombres despectivos, insultos y a veces: violencia física. Y lo peor de todo era que Lucía no lo había provocado, sino que lo había hecho otra persona. Alguien que odiaba con cada fibra de su cuerpo.

A raíz del incidente, Lucía estuvo obligada a contárselo a sus padres antes de que otra persona lo hiciese. Su madre estuvo en shock al principio, pero tanto su padre como su madre la aceptaron. Lucía ha estado eternamente agradecida a sus padres ya que nunca hablaba de su sexualidad. Estaba muy agradecida de tener apoyo en casa.

Sus padres se enojaron mucho cuando les contó lo que le había hecho Rosina. Sus padres informaron a la escuela, pero Lucía sabía que eso no cambiaría las cosas. Rosina vivía con su tío y siempre quería dar pena diciendo que este no se preocupaba de lo que hacía. La chica podía dejar escapar lo que quisiese y se aseguraba de que todo el mundo fuese consciente.

Lucía era prácticamente impotente. Pasó el resto de sus años del instituto almorzando fuera para evitar los insultos contra ella en la cafetería. Angie, Lucila y Zoe eran sus únicas amigas. Lucía sabía que, sin ellas, esos años hubiesen sido 10 más dolorosos de lo que fueron.

Mudarse a Buenos Aires había sido un gran cambio para Lucía. Decidió ser abierta con las personas respecto a su sexualidad ya que ahora tendría control sobre quién se lo dijo. Se sorprendió cuando a nadie le importó. Eso era reconfortante, cuando hablaba con personas les decía que era lesbiana, ellas asentían en aprobación y cambiar a un tema de conversación diferente. Todo era totalmente distinto a lo que era en la secundaria.

Sus pensamientos fueron interrumpidos tarde aquella noche. Lucía se sobresaltó cuando vio algo moverse fuera de su alcance. Ella entrecerró los ojos para ver que su puerta había sido abierta lentamente. La luz del pasillo era la única iluminación que se veía en su habitación, y vio como una figura se movía a su habitación. Se quitó los auriculares.

"Tora?" preguntó sentándose en la cama y levantando una ceja, no hubo una respuesta y eso la ponía cada vez más confusa.

"Hola." la voz susurró. Lucía apretó los puños y suspiró profundamente. ¿Qué estaba haciendo Rosina aquí?

"Estoy durmiendo. Vete." dijo firmemente dándose la vuelta sobre si misma para alejarse de la chica. Sus compañeras seguro que tendrían un montón de explicaciones para ella al día siguiente. Lucía apretó su cabeza contra las almohadas para convencerse de que eso era un tipo de jodido sueño o pesadilla. No necesitaba que Rosina la jodiese más de lo que ya lo había hecho antes.

YELLOW - ADAPTACIÓN LUSINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora