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Al llegar al pie de las escaleras, Alastor se detuvo brevemente para observar a Lucifer. La apariencia desaliniada y las bolsas moradas bajo sus ojos indicaban que no había dormido y que llevaba allí desde muy temprano.
"Qué vista más interesante", pensó Alastor mientras daba media vuelta y se encaminaba hacia la cocina para prepararse su café matutino.
Pocos minutos después, la cocina se impregnó con un aroma empalagoso y desagradable para Alastor: manzanas acarameladas y miel. Reconoció de inmediato el olor y sabía que tendría que soportarlo cada día a partir de ese momento. Con ese aroma invadiendo sus sentidos, Alastor se apresuró a preparar su café, incapaz de soportar por más tiempo el dulce aroma que llenaba la habitación.
Mientras tanto, Lucifer ingresó a la cocina buscando una nueva taza de café. Con movimientos lentos y casi perezosos, preparó su bebida, notando que Alastor ya había abandonado el lugar saturado por el olor a dulce. A Alastor no le gustaba lo dulce ni en pequeñas cantidades, y estar expuesto a ese olor era una tortura.
─Qué olor tan fuerte ─ murmuró Alastor con disgusto mientras tomaba un sorbo de su café amargo, antes de retirarse rápidamente a su habitación en una sombra que se desvaneció en la oscuridad.
Desde el umbral de la cocina, Lucifer observaba la partida de Alastor con una sonrisa burlona, riendo en voz baja.
─El demonio de la radio tiene la nariz muy sensible ─ comentó entre risas mientras disfrutaba de su café y continuaba con sus asuntos.
[...]
En su habitación, Alastor examinaba su entorno con descontento. Aunque había hecho algunos cambios después de la reconstrucción, aún no estaba del todo satisfecho con el resultado. Había logrado introducir un lago, parte de un bosque y una atmósfera que evocaba una cabaña de madera. En las paredes, había varias fotos colgadas, y había dispuesto algunos muebles y decoraciones.
Sentado frente a una mesa redonda, Alastor contemplaba el cuerpo muerto de un venado. Prefería consumir la carne directamente de la presa recién cazada en lugar de cocinarla. Nada se comparaba con la jugosidad y el sabor de la carne fresca, con su aroma a hierro y su textura deliciosa.
Con cuidado, cortaba la carne con un cuchillo y la llevaba a la boca con un tenedor, repitiendo el proceso varias veces. El único sonido que se escuchaba en la habitación era el de la carne siendo cortada y masticada, revelando la exquisita jugosidad del venado.
[...]
Todos ya habían desayunado y estaban reunidos en la Sala de reuniones, con Charlie frente a ellos junto a su pareja, Vaggie.
─Como sabrán, ha pasado una semana desde que se reconstruyó el hotel, pero aún queda mucho por arreglar ─ dijo Charlie con voz firme, imitando un tono militar mientras caminaba de un lado a otro con un dedo levantado, dando indicaciones para el día. ─Así que hoy, todos trabajaremos juntos como equipo para colocar cada mueble en su lugar correspondiente ─
