En un mundo devastado por el apocalipsis, los sobrevivientes han encontrado refugio del exterior en un gran búnker subterráneo, conocido como el Hormiguero.
Allí, Aura y su familia enfrentan desafíos inimaginables mientras luchan por sobrevivir y ad...
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"El funcionamiento de los sistemas es complejo, solo las familias Fundadoras conocen el Origen, y su acceso llega a todas las Áreas, sin importar a donde pertenezcan." —GUÍA OFICIAL DE CARGOS.
Con Jonathan por delante alumbrando, nos dirigimos a través del largo pasillo subterráneo. Se traba de secciones bien organizadas de hormigón, lo que provocaba un frío inmenso en cualquier Área. Era mejor que estarse muriendo del calor en la zona superior. La cual era un completo desierto con tormentas eléctricas y tornados que no parecían peligrosos hasta estar lo suficientemente cerca de ellos. Era un búnker, aunque la mayoría le llamaba Hormiguero. Y cuando el invierno se aproximaba, debíamos permanecer dentro, nadie sabía con exactitud que ocurría en esa época en el exterior. Solo nos habían dicho que era brutal, matando todo a su paso.
Atravesamos largos pasillos y las puertas se cerraban detrás de nosotros. No había forma de volver. Al llegar al nivel superior, todo estaba igual de oscuro. Este nivel era el más cercano a las compuertas al exterior. Tengo entendido que es porque los autos de exploración llegaban y eran estacionados ahí. La oscuridad no era total, en ciertos muros aparecían luces rojas parpadeando, pero aun así me ponía los nervios de punta.
—¿Hola? —Jonathan iluminó el lugar con la linterna buscando—. Qué raro, no tienden a dejar su guarida.
—Como tú, Cerebrito. —Me sobresalté por aquella voz saliendo de un costado. El comentario le duro poco, porque tiró algunas cosas que hicieron un ruido abismal.
Jonathan se rio. Cuando finalmente iluminó a la persona que había tirado las cosas. Lo único que pude hacer fue codearlo para evitar meternos en problemas. Aquel torpe, era el Encargado de los Mecánicos.
—¿Qué se les perdió? —Su mal humor era de esperarse. A pesar de ser joven era un gruñón total. Era uno de los Mecánicos más jóvenes. Un genio gruñón, rubio, hijo de uno de los líderes. Así que contrario a lo que pensarían los demás, él verdaderamente merecía ese lugar por lo mucho que sabía y también era el Encargado de los Mecánicos, pese a su mal humor.
—Creí que ya lo sabrías, Genio. —Agradecía que en la oscuridad no pudiera verse mucho y él no había visto la expresión molesta de mi rostro. Igual no podía creer que le había llamado así en voz alta...
—Se los dije. —Ignoró lo que le dije, gracias al universo no quería problemas. Encendió su linterna y quitó el parpadeo constante de un golpe en la palma de su mano. Tomó un bolso lo llenó de herramientas con rapidez—. Ahora debo reparar el error de los principiantes...
Camino frente a nosotros sin esperarnos, pero después se detuvo en seco en el marco de la puerta. No esperaba esa reacción y casi me chocó con su ancha espalda. Avisar no vendría mal, pero debía ser lo suficientemente serio para provocar esa reacción en él. Cosas de genios. Solo esperaba que no fuera nada relacionado con la enfermedad.
