🧬 OSCURIDAD

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"Al estallar las primeras bombas, el bunker esperaba por los Fundadores

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"Al estallar las primeras bombas, el bunker esperaba por los Fundadores.Resguardando a la humanidad y convirtiéndose en una civilizaciónsubterránea muy bien organizada."—HISTORIA APOCALÍPTICA, TOMO I.

—¿Haciendo ese estúpido diario otra vez? —La voz de mi hermano Jonathan se escuchó mientras entraba a lo que era nuestra habitación. Compartíamos una litera y un pequeño escritorio con una silla que al girarse rechinaba.

—Cállate. —Me levanté de mi cama para poner el diario bajo el colchón. Dónde lo guardaba y confiaba en que nadie lo leía. Aunque este no contenía secretos, eran una serie de relatos míos que comencé desde que supe la historia del apocalipsis, bueno de los dos apocalipsis y algunos datos que papá me decía. No importaba mucho, solo lo hacía para entretenerme—. ¿No se supone que deberías estar experimentando o lo que sea que haces?

—Así es... —me miró fijamente.

—Necesitas mi sangre, ¿verdad? —Pregunté estúpidamente. Claro que la necesitaba, si no fuese así no estaría aquí y estaría en el Área Médica lugar al cual se había aferrado desde que nos permitieron quedarnos—. Bien, que sea rápido.

Me dirigí junto a él al laboratorio del Área Médica. Donde trabajaba de Especialista, no sabía exactamente qué significaba ese término, pero su sector de trabajo era demasiado blanco para mis ojos. Admito que los ruiditos extraños de las maquinas me entretenían, era como música. Mamá también trabajaba ahí. Podríamos decir que Jonathan era su asistente, pero la situación era lo contrario. De alguna manera inexplicable, él había adquirido demasiados conocimientos sobre medicina o ciencia, desconozco lo que es, pero si estaba segura que él buscaba una posible cura o forma de bloquear la nueva versión de los contaminados.

—Hola, cariño —dijo mamá en ese apodo tan común para mis oídos. La mitad de la humanidad se extinguió, pero esa palabra sobrevivió—. Le dije a Jonathan que no era necesario, pero ya sabes cómo es... —Rodó los ojos sonriendo por la actitud de mi hermano. Cuando él se alejó para traer el material médico, ella me susurró—. No quiere decirle a ella porque aún lo pone nervioso...

Sonreí cómplice. Tan solo tres meses desde nuestra llegada y Jonathan ya se sentía atraído por Hannah Redmond, una chica pelirroja con ojos avellana y la piel pálida. Aunque era muy notorio él no lo admitiría. Ella era la razón por la cual nos permitieron quedarnos. Tenía la enfermedad o algo parecido y debido a que su padre era uno de los Líderes quería la cura para ella y quienes tuviesen síntomas. Además, si había más sobrevivientes podría vender la cura a un precio espectacular, aunque lo de ahora eran los recursos y el poder. El dinero había quedado olvidado. Valía más la forma en la que un Refugio podía asegurar la supervivencia de sus habitantes.

—No es eso. Tomé demasiadas muestras de ella. Ahora está descansando.

—¿Y por qué no estás cuidándola? —Sonreí, se había puesto nervioso. Lo noté en el temblor de sus manos al sostener la aguja para pincharme. Logrando que se detuviera.

—No podemos perder tiempo, Aurora... —Mencionó mi nombre con tono severo y antes de hablar sentí el pinchazo. Ardía, no lograba acostumbrarme a esto—. La humanidad depende de nosotros...

—De ti. —Aclaré llevando mi brazo hacia mi hombro cuando terminó. Creando presión para evitar la salida de más sangre. Su mirada se perdió en el frasco de líquido rojo, anotando varios números que yo no entendía.

—Lo sé. —Su tono fue triste, pero no perdió la compostura. Era dos años mayor, pero él actuaba casi como si fuese mi papá—. Por eso no puedo perder tiempo... —Mamá no estaba, pero ella le habría dado ánimos. Alentando a qué lo intentara—. Hay cosas más importantes que pensar en el amor.

—Igual también está mal que pienses así. —Lo miré a los ojos, verdes como los de papá, igual a los míos—. El mundo se acaba, colapsa a cada instante. Quizás podrías darle una oportunidad...

—Pondría lo que siento por encima de lo que debo hacer. —Seguía moviendo frascos y pinchó después mi otro brazo—. Yo juré que resolvería esto. Lo hice para quedarnos...

Recuerdo eso. Fue justo el día después de que me sedaran cuando pelee con uno de los Defensores, aquellos que nos subieron a sus camionetas y vestían de color verde oscuro como las hojas del bosque. Esa fue la condición y porque papá sabe demasiado de plantas...

—Lo sé, pero no es justo para ti.

—Lo es, Aury. —Su tono serio era escalofriante. No recordaba la última vez que había bromeado conmigo. La última vez que fuimos dos jóvenes intentando sobrevivir al fin del mundo. Nuestra vida había cambiado en meses—. Si no resolvemos esto, podríamos sobrevivir un tiempo, pero la enfermedad nos alcanzaría...

Eso hizo clic en mi cabeza o tal vez fue un mareo por la sangre, pero tenía toda la razón. Si el virus llegaba al aire no habría forma de sobrevivir a este. Ni un traje hermético o el domo lo detendrían. Todo y todos nosotros morirían. No habría a quien salvar.

—¡Shizz! —Escuché el grito de papá algo lejos. Venía del Área Hidropónica con el cargo de Botánico, se encargaba de mantener los cultivos vivos, hacerlos más resistentes y nutritivos. El sonido de una explosión acompañó al hombre en el marco de la puerta y después el sonido de la alarma en todo el lugar.

—¿Qué ocurre papá? —Preguntamos ambos. Viéndonos molestos porque no nos gustaba hablar al mismo tiempo, pero igual de preocupados. Él jamás maldecía en vano.

—La máquina de riego se averió. —No había notado que estaba empapado, hasta que lo mencionó—. Debemos cortar el suministro de energía...

Oh, shizz, si eso está descompuesto y haciendo un alboroto, solo significaba una cosa: oscuridad. Comencé a morirme del miedo. Se suponía que el bunker raramente fallaba en la electricidad, a menos que fuesen casos críticos. Como este. Jonathan notó el temblor de mis manos y presionó una con fuerza. Era su forma de decirme que todo estaría bien, después a pasos veloces se dirigió hacia las alertas y bajó los interruptores. Dejando la sala donde estábamos en total oscuridad y deteniendo el sonido molesto de aquella alarma. Poco después la luz tenue apareció en el laboratorio, abasteciendo a los refrigeradores que no podían quedarse sin energía.

—Deben ir a buscar a alguien que repare eso de inmediato. —Papá señalando el pasillo a la izquierda con su mano mientras intentaba quitarse la chaqueta.

—Yo puedo hacerlo. —Sabía cómo repararlo, lo había estudiado estos tres meses. Podía hacerlo.

—No lo dudo... —Estaba frotando sus manos para entrar en calor. Si yo tenía frío él que estaba empapado debería estar muriéndose—. Pero no eres mecánica aún. Y necesitamos uno con urgencia. No podemos mantener los suministros en paro total.

—Bien. —Me enderecé dando un salto. Mala idea porque me mareé un poco—. Iré yo...

—Te acompaño. —Jonathan encendió una linterna que papá le había dado antes de irse por el mismo pasillo del que había llegado.

—Bien...

Apocalipsis: ContaminadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora