🧬 PRÓLOGO

354 20 0
                                    

Llovió el día en que la humanidad enloqueció, el día en que aparecieron los primeros contaminados.

Lluvia, jamás había podido sentirla, mis papás consideraban esta peligrosa, por los rastros de la radiación en el exterior. Mi familia y yo solíamos vivir en el sótano de una cabaña en las montañas. Mi papá tenía un plantío muy protegido de donde nos alimentábamos. Hasta que el virus infecto el suelo. Matando las cosechas. Por eso, subimos a la camioneta, que papá y yo reconstruimos, buscando un futuro. Sobreviviendo.

Llevaba días viendo a mi hermano comer a medias, para que yo no tuviera hambre. Él insistía en que estaba lleno, pero no era verdad. Nadie podía llenarse. No en estas circunstancias.

Mamá nos revisaba constantemente para asegurarse de nuestra salud, estaba preocupada porque contrajéramos el virus al estar tanto tiempo en el exterior. Claro que toda su preocupación aumentó cuando pasamos por una construcción en ruinas, con gran cantidad de naturaleza. Papá dijo que este lugar según le había dicho su padre, mi abuelo ese lugar era el almacenamiento de los insumos médicos y todo lo relacionado. En ese lugar, no estoy segura de que buscaban, pero nos quedamos cerca de ellos.

Ojalá no hubiera visto aquello. El lugar era repugnante, obra de los Contaminados y sus cuerpos pudriéndose. Jonathan, mi hermano, y yo estábamos desprevenidos cuando llegó. Cuando nos encontramos cara a cara con un Contaminado. Los había visto sí, pero nunca me había enfrentado a uno. Corrimos con este siguiéndonos e intentando gritarles a nuestros papás. Recuerdo que subimos a una camioneta del lugar, pero las puertas estaban rotas y tuvimos que volver a salir, para subir arriba de este. Tenía un techo plano y el Contaminado intentaba subir. A la luz del sol, se veía aún más aterrador. Hasta que vimos a papá a lo lejos y nos salvó junto a mamá.

Jonathan enfermó después.

Verlo temblar por la fiebre me ponía los nervios de punta. No quería que muriese. No podía. No podía dejarme. Mamá hizo de todo para ayudarlo. Y un día simplemente mejoró. Se veía mejor, más animado y eso me daba alivio. Si hubiese muerto, no habría podido con todo esto.

Todo lo que parecía ir bien se arruinó. Justo en este momento la llanta del auto se ponchó. Una espina, una roca, no tengo idea de lo que pudo atravesar esa llanta tan dura. Papá bajó del auto, dando instrucciones claras de que no nos bajáramos. Debimos obedecer quizás, pero no podíamos dejar a papá trabajar solo.

—No funciona. —Papá levantó el capote del auto, viendo el humo salir, supe que algo estaba mal.

—Se calentó. —Intenté dispersar el humo con mi mano, pero no dio resultado. Un trueno sonó cuando vi el cielo. Era casi negro, pero estaba segura que no pasaba de medio día.

—No hay herramientas, después de todo si olvidaste algo. —Jonathan se acercó a nosotros viendo el cielo—. Y eso no luce bien...

Era aterrador. Si llovía, era probable que nos contamináramos con la lluvia. Necesitábamos refugiarnos de inmediato.

—La camioneta servirá. Buscaremos la solución después, no podemos arriesgarnos. —Mamá se acercó tomándome del hombro y guiándome hacia allá. Subí seguido de Jonathan, observando como mamá y papá hablaban.

—No te preocupes, Aury. —Había sacado una bolsa con nueces y me ofreció—. Todo estará bien.

—Eso espero... —Tomé una comenzando a masticar, pero no tomé más. Él necesitaba comer bien y dejar de preocuparse por mí—. Es tu ración, no la compartas. Tú la necesitas tanto como yo. No importa si soy menor y crees que debes cuidarme.

—Debo hacerlo.

—No lo hagas. Si te pierdo no sobreviviría.

—Lo harás Aury. —Desvío la mirada hacia nuestros papás—. Debes sobrevivir. No importa que, tienes que sobrevivir...

Apocalipsis: ContaminadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora