Una carroza de galapones (criaturas de seis patas que doblaban en tamaño a los caballos comunes) atravesaba el sendero de los bosques de Zendrys bajo la luna llena. En ella viajaban tres individuos, a parte del carretero, quién acababa de avisar de las tres horas restantes para llegar al pueblo de Torrisien. Uno de los pasajeros, un hombre alto, corpulento y de tez oscura, lanzó una mirada de preocupación a sus iguales tras advertir la presencia de una pequeña nube negra en el firmamento.
—Se extiende rápido —afirmó este último, llamado Brondor.
—Más de lo que habíamos pensado —dijo la mujer pelirroja sentada a su lado. Sus ojos azules, concentrados en sus uñas, mostraban indiferencia a pesar de la situación.
—¿De verdad creéis cierto el motivo que nos trae aquí? Me es difícil hacerlo —dijo Brondor.
—¿Acaso eso importa? —preguntó Valora, aún concentrada en sus uñas —. Lo único que tenemos que hacer es cumplir la misión que se nos ha asignado. Si es cierto, tendremos que actuar como siempre lo hacemos, y si no lo es, nos marcharemos e informaremos de que no existe ninguna amenaza.
—Sí, supongo que tienes razón —comprendió Brondor—. ¿Tú qué opinas, Ren? Llevas todo el viaje en silencio, tan parlanchín como siempre.
Ren, el tercer pasajero en la carroza, ocultaba su rostro tras una máscara blanca, la cual recordaba al rostro de un mimo, solo que los ojos de esta dejaban caer cataratas negras que se extendían hasta su final. Mantenía una postura firme, mirando al frente (o eso parecía). A pesar de haber escuchado con claridad la pregunta, no hubo ninguna respuesta por su parte. A veces, a Brondor le molestaba aquella actitud tan siniestra suya, pero nada podía hacerle y acostumbrado estaba.
—Meh, eres una causa perdida —refunfuñó Brondor, quien agarró una botella situada a su derecha y dio un largo trago, para luego ofrecérsela a Valora.
—No bebo durante el trabajo.
—Vamos, mujer, aún faltan tres horas para llegar. Un trago no te matará.
—Beberé una buena copa de Henry's Wizard cuando acabemos la misión —dijo Valora—. Mientras tanto, puedes beberte ese insulto hacia el alcohol y vomitarlo por la ventanilla en unos treinta minutos.
—Ya, lo que tú digas. Nuestro rey te tiene muy mal criada —dijo Brondor, y dio otro largo trago, el cual le produjo una mueca de disgusto—. Espero que, en ese pueblucho, Torisen o cómo quiera que se llame, haya algo mejor que esto.
—Torrisien —corrigió Valora—. Y permíteme dudarlo, no te esperes la calidad de la capital en una aldea de tres al cuarto.
El viento soplaba con fuerza, sacudiendo con violencia los árboles y matorrales en los alrededores, incluyendo la propia carroza. Tal era su magnitud, que a animales como los caballos les hubiese resultado complicado trotar por los bosques en aquellas condiciones, pero los galapones estaban hechos de otra pasta. Con sus grandes y poderosos cuerpos, sentían apenas una ligera molestia en el rostro. Brondor exigió al carretero, con un grito intimidante, que aligerara el paso a pesar del vendaval. El carretero le explicó con delicadeza que no era una buena idea, podrían volcar si hacía lo que le pedía, pero a Brondor, uno de los "solucionadores de problemas" del rey, no le gustaba que le llevasen la contraria. Le lanzó al carretero, quien comenzaba a asustarse, una mirada amenazante, haciendo ademán de levantarse. Valora agarró a Brondor por el hombro y lo volvió a dejar bien colocado en el asiento.
—No molestes a nuestro humilde carretero, Brondor. Si su consejo es ser precavidos, lo seguiremos. Tampoco es que tengamos prisa, no tenemos que actuar hasta mañana.
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Luces de sombras
FantasyLos cielos del sur de Zendrys se han visto cubiertos por espesas nubes negras. Algunos rumores narran que podría deberse al retorno de la magia oscura y sus ominosas consecuencias, pero podrían tratarse de simples leyendas. Bryn, un mediocre estudia...