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El tiempo para Suguru en esa pequeña habitación se había detenido, pero entre sueños escuchaba una voz que gritaba su nombre a la lejanía. Recostado en aquella cama, sus manos habían sido soltadas.

—¡SUGURU!— Resonaba aquel grito en sus pensamientos.

—Cualquiera pensaría que estoy alucinando mientras te escucho gritar mi nombre...Pero realmente desearía que estuvieras aquí, Satoru— Pensaba Suguru con sus ojos cubiertos. —Mis manos... No están atadas— Murmuró.

—¡SUGURU! ¿DÓNDE ESTÁS?—

—Es la voz de Satoru, tiene que ser él— Pensó mientras se sacaba el vendaje de sus ojos e intentaba correr hacía la puerta. En tanto sus piernas parecían no reaccionar aún así que cayó de rodillas al suelo debido a los efectos de las drogas que utilizaron con él. —S-Señor, ¡Mi señor estoy aquí!— Gritaba mientras golpeaba la puerta.

Fue entonces cuando Satoru escuchó la voz de Suguru por uno de los pasillos del lugar.

—Suguru...¡SUGURU! ¿DÓNDE ESTÁS?— Gritaba mientras corría acercándose a su puerta. —¿Estás aquí?— Dijo mientras llegaba a una puerta de gran tamaño.

—¡Estoy aquí!—

Hasta ese momento Suguru no tenía forma de haberlo notado, pero tras esa puerta Satoru estaba totalmente absorto al percatarse del tipo de lugar en que había sido llevado Suguru. Él sabía que significaba ese cuarto y lo que había detrás de aquellas puertas, por ello solo pudo fingir que no sabía ni conocía nada de ese lugar.

—Suguru aléjate de la puerta. Tengo que derribarla sin causar tantos daños— Fue lo que dijo, pero realmente si hubiese podido en aquel momento no tenía miedo de quemar esa habitación.

Suguru tomó una de las sábanas que estaba sobre la cama y trató de cubrir su cuerpo desnudo alejándose lo que más pudo de la puerta, mientras era derribada por Satoru.

—¡Suguru!— Dijo Satoru mientras corría hacía el pelinegro deteniéndose lentamente antes de poder siquiera decirle una palabra. Al verlo desnudo y temblando notó entonces lo que había pasado; y sus puños comenzaron a apretarse con fuerza. Trató entonces de guardar la compostura ante la situación y se acercó lentamente a Suguru intentando tocar su hombro, quien rápidamente golpeó su mano tratando de alejarlo para que no lo tocase.

Suguru reaccionó entonces ante lo que había hecho sin ser consciente de sus acciones. —L-Lo siento señor yo no quise...— Dijo temblando.

Satoru entonces agarró una especie de bata que llevaba sobre su kimono y lo colocó sobre el cuerpo de Suguru. —No tienes que explicarme nada, vayámonos a casa— Dijo Satoru con una voz suave mientras tomaba su mano.

Suguru llenó de lágrimas sus ojos ante aquellas palabras, no dijo nada de regreso a la mansión de Gojo y deseó que todo lo que había sucedido no hubiese sido más que un sueño.

Los sucesos de aquella noche quedaron marcados en el palacio imperial, lo de Satoru no había sido más que un pequeño desliz para el emperador. Sus preocupaciones en aquel momento recaían en las pérdidas humanas y sobre como explicaría lo ocurrido con las maldiciones durante la celebración; por ahora Satoru no sería un blanco importante para él. Y aunque el peliblanco deseaba la muerte de este sabía que no era el momento adecuado para contratacar.

Los sirvientes de la mansión a pedido de Satoru habían preparado una bañera con agua caliente para Suguru, quien seguía sin saber ni comprender del todo lo que había pasado.

—Suguru, ¿puedo pasar?— Dijo Satoru desde la puerta del baño.

—Señor... No quisiera que me viera en este estado—

UN TIEMPO LLAMADO AMOR | SATOSUGUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora