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La noche envolvía la fortaleza Vengerberg con un manto de misterio y anticipación mientras se esperaba a los invitados que comenzaban a llegar para el banquete posterior al ritual. En uno de los grandes patios exteriores de la fortaleza, las supremas jefas de la casa Vengerberg, acompañadas por otras hermanas, entre ellas Verena, esperaban la llegada de los visitantes.

El silencio de aquella noche fue interrumpido por los poderosos rugidos que comenzaban a resonaran en el cuelo. Los ojos de las hermanas se alzaron hacia el cielo estrellado, que pronto fue cubierto por las gigantescas sombras de criaturas aladas. Los dragones, volando libres y salvajes por los alrededor de la fortaleza, sus potentes rugidos acaparaban toda la atención de lo presentes.

Las hermanas sonrieron ante el espectáculo, siempre contestas de presenciar a las perfectas creaciones de los dioses. Los dragones pronto aterrizaron en el suelo con fuerza, levantando oleadas de viento a su paso, pero que las no se inmutaron a las mujeres. Las ancianas líderes comenzaron a avanzaron sin miedo hacia las bestias, acercándose a ellas casi hasta tocarlas.

De los dragones descendió un grupo de personas, hombres y mujeres, que luego se acercaron con porte regio e imponente hacia las brujas. Entre ellos, destacaba un hombre de aura imponente: alto y fornido, con cabello negro como la noche y una barba espesa y bien arreglada. Sus ojos, de un rojo profundo como la sangre, brillaban con un salvajismo similar al de un dragón.

El hombre vestía una rica túnica totalmente negra, con detalles dorados y con un estampado en el pecho de un dragón apresando un corazón entre sus garras. Este avanzo con determinación hacia las líderes, hasta esta frente a frente el inclino ligeramente la cabeza en señal de respeto antes de hincar la rodilla ante ellas. Una de las ancianas le ofreció la palma de su mano, que él besó con reverencia antes de apoyar su frente en ella, murmurando en valyrio.

Que la gracia de lo dioses perdure al igual que la sangre — murmuro con voz profunda el hombre.

En Valyria, la sangre se consideraba un símbolo de poder, linaje y conexión divina. Se creía que los dioses habían bendecido a ciertas líneas de sangre con habilidades mágicas y un estatus elevado. Por lo tanto, aquello reflejaba la pregaria, el deseo de que la gracia divina, perdure y fluya a través de las generaciones.

La suprema asintió con una leve sonrisa en su rostro al gesto del hombre, mientras este se levantaba de su reverencia y con una voz serena y autoritaria, la líder le dio la bienvenida.

—Es un honor para nosotras recibirlo a usted y a su familia en nuestra sagrado hogar, Señor dragon Vlerian Drakonhar, líder de la Casa Drakonhart— dijo la suprema líder haciendo una leve reverencia, seguida de las demás hermanas que imitaron su gesto.

—Es un gran honor para mi casa estar presente esta noche quiero adelantar mis felicitaciones para esta noche, esperemos que los dioses nos bendigan con otro varón divino antes del termino de la velada.

—Qué los dioses lo escuchen, mi señor— declaró la suprema compartiendo aquel deseo.

De inmediato después invitó al Señor Dragón a pasar al gran salón. Pero antes de partir, ordenó a las menores que atendieran a los otros miembros de la Casa Drakonhart, recordandoles de que fuera con la misma hospitalidad y cortesía que se le ofrecío a su líder. Y con gesto obediente, las chicas asintieron y se dispusieron a cumplir con la orden de su líder, dejando a la suprema y al Señor Dragón continuar su camino hacia el gran salón.

Las chicas de la casa Vengerberg se comenzaron a reunir con los miembros de la Casa Drakonhart empezando amistosas conversaciones y guiándolos con amabilidad hacia el gran salón. Entre ellas, Verena se acercó con curiosidad a uno de los dragones de la Casa Drakonhart.

LA SOMBRA DE LOS DRAGONES| El Legado De Verena Vengerberg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora